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Por un beso. Teresa SouthwickЧитать онлайн книгу.

Por un beso - Teresa Southwick


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eres como dos personas. El Nick divertido y el que solo está interesado en los beneficios del último año. La cosa es que ese es el que más veo en la actualidad y no estoy segura de que me guste.

      –Estás exagerando…

      –¿Lo estoy? Piénsatelo, Nick.

      Nick le puso las manos en la cintura y sintió como ella se tensaba.

      –La verdad es que no sé de qué me estás hablando.

      –Está bien. Probablemente este no haya sido el mejor momento para hablar de ello.

      –Tengo la sensación de que te guardas algo.

      Ella sonrió un poco tristemente.

      –Eres muy perceptivo cuando quieres. Últimamente me he estado preguntando si no nos debíamos dar un descanso.

      –¿Lo dices en serio?

      –Sí. Vi la mirada que tenías antes, cuando me contaste que la razón por la que llegaste tarde fue Abby Ridgeway.

      –Es cierto. Abby y yo estuvimos hablando de negocios.

      –No es eso lo que me parece. Sospecho que tienes sentimientos hacia ella que no tienen nada que ver con los negocios.

      –Tu imaginación te está haciendo ver lo que no es –dijo él un poco acaloradamente.

      –¿De verdad? ¿Cuándo fue la última vez que me besaste en serio?

      Eso lo dejó helado. Lo pensó por un momento y no se acordó. Trató de abrazarla.

      –Eso lo podemos remediar –sugirió.

      Ella se tensó de nuevo.

      –Si te lo tengo que recordar, eso le quitaría la magia al momento.

      –He estado preocupado…

      Madison agitó la cabeza.

      –Como te he dicho, este no es el mejor momento. Y tengo que estar temprano en el juzgado.

      –De acuerdo. ¿Qué te parecería si pasamos un largo fin de semana pronto? Para hablar de todo esto…

      –No creo…

      Nick le dio un beso en la mejilla.

      –Te llamaré.

      –No tienes que hacerlo. Buenas noches.

      Momentos más tarde, Madison entró en su casa y cerró la puerta.

      Esa conversación había afectado a Nick. ¿Sentimientos por Abby? Eso era absurdo. Ellos solo eran amigos.

      Él estaba muy contento con Madison y con cómo iban las cosas entre ellos. Pero la verdad era que no podía recordar la última vez que la había besado en serio y, para ser sinceros, no lo había echado de menos.

      Pero Madison quería más. Ella era una mujer maravillosa y se merecía más. Nick había llegado a una encrucijada. O tal vez eran tres puertas las que tenía delante.

      Detrás de la primera había una interrogación. La segunda era Madison. Y ella lo que quería realmente era el matrimonio, cosa a la que él no estaba todavía demasiado animado.

      La tercera puerta era la vida tal como él la conocía. Su trabajo, el negocio que había levantado junto con sus hermanos. De repente, una imagen de Abby se apareció en su mente. Eran amigos. Madison se equivocaba mucho con eso de que había algo romántico entre Abby y él. ¿No le había dicho a Abby unas horas antes que ella era prácticamente una más de la familia? Era como una hermana pequeña.

      Durante años había tratado de ayudarla y apoyarla en lo que fuera. La llamaba a menudo y la iba a ver asiduamente para ver si Sarah y ella estaban bien. Abby siempre había sido una chica valiente y solo había acudido a él en situaciones de crisis domésticas. A Sarah no le importaba llamarlo a menudo, pero Abby era diferente. Si no fuera por la información que le daba Sarah, él no tendría ni idea de cómo Abby pasaba su tiempo libre.

      Le tomaba el pelo con lo de no salir, pero la verdad era que no sabía por qué no lo hacía. Pero eso era otra cosa. Ya le preocupaba otra cosa. Esa misma noche le había dicho que ella era prácticamente un miembro de la familia.

      Vaya un pariente que era él. Los parientes no ignoraban un cumpleaños tan importante como el veintiuno.

      Abrió la puerta del coche y se sentó tras el volante. Iba a tener que arreglar eso. Y luego lo de Madison.

      Abby oyó llamar a su puerta y se sorprendió. Eran las nueve de la mañana de su día libre. Estaba haciendo limpieza general y se le notaba mucho. No era el mejor momento para recibir a un vendedor.

      Abrió la puerta y dijo:

      –No me interesa…

      Nick sonrió.

      –Hola. ¿Y cómo sabes que no te interesa?

      –Creí que me ibas a vender algo.

      –No exactamente. ¿Me vas a invitar a pasar?

      –Esto está hecho un asco. Pero pasa. Bajo tu propia responsabilidad.

      –Gracias.

      Abby se apoyó en el sofá y cruzó los brazos.

      –¿A qué debo el honor? ¿Va todo bien? ¿Ha ardido el restaurante? ¿La gente se ha amotinado?

      –¿Te ha dicho alguien alguna vez que eres de las que ve la botella medio vacía?

      –Sí. Así que, antes de que se me dispare la imaginación, dime qué haces aquí.

      –Me gustaría pensar que es algo bueno, estoy aquí para invitarte a cenar.

      –¿A cenar? –le preguntó ella como si se hubiera vuelto loco –. No puedo dejarlo todo…

      –Si te recojo a las siete y media, ¿tendrás tiempo suficiente?

      –Nunca tengo tiempo suficiente.

      Nick agitó la cabeza.

      –Tienes que divertirte algo, Abby…

      –No, no tengo que hacerlo.

      Como eso le salió muy seco, añadió:

      –Lo siento, Nick. ¿Pero qué parte del «no» es la que no has entendido?

      –La N y la O.

      Nick cruzó los brazos y sonrió.

      –¿Sabes que podríamos haber tenido esta conversación por teléfono?

      –Tuve la sensación de que así te podrías resistir a la idea y pensé que sería más convincente si me pasaba por aquí en persona.

      Abby suspiró. Si hubiera sabido que él le iba a vender algo, no le habría abierto la puerta.

      –Deja que te explique esto –le dijo–. No es una respuesta negativa a una proposición o situación. Significa que no te puedo acompañar. Pero te lo agradezco. Ha sido muy amable por tu parte…

      –Míralo de esta manera, Abby. Si algún día vas a ser libre, necesitas algo de experiencia. Eres tú la que estás viendo la luz al final del túnel. Eso de abandonarte a la libertad no sucede así como así, se necesita entrenamiento, determinación, práctica y sacrificio.

      –Así que salir a cenar es la primera lección, ¿no?

      –Sí, así es.

      –Es muy amable por tu parte, Nick. De verdad que preferiría cualquier cosa antes de tener que limpiar esta casa…

      –¿Pero?

      –Tengo responsabilidades. Si no lo hago, terminaré ahogándome en suciedad. Tengo muchas cosas que hacer.

      –Dime tres cosas que no puedas dejar para otro momento y que te impidan salir a cenar esta noche.

      –Muy bien, mis clases.


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