E-Pack HQN Sherryl Woods 1. Sherryl WoodsЧитать онлайн книгу.
contigo? –le preguntó a su marido, que se había sentado en un taburete del taller en la parte trasera de la galería.
–Acabo de ver a nuestra hija…
–¿A cuál?
–A Jess. Estaba saliendo del Panini Bistro con cara de buscar pelea. Ni siquiera se ha girado cuando la he llamado.
–Me sorprende que no la hayas seguido –dijo Megan secamente.
–¿Es que no me has oído? –preguntó Mick con impaciencia–. He dicho que parecía que buscaba pelea. Hasta yo sé que es mejor esperar a que se calme antes de hablar con ella cuando se pone así.
Megan sonrió.
–Vaya, parece que has aprendido unos cuantos trucos desde que nos hemos vuelto a casar.
–¿Puedes dejar de preocuparte por mí y por mis trucos? Tenemos que centrarnos en nuestra hija pequeña. Le pasa algo, Meggie. No es feliz. He intentado sacarle algo de información a Connor y a Heather, pero no me han dicho nada.
Megan lo miró confundida.
–¿Qué tienen que ver con todo esto Heather y Connor?
–Me ha parecido que son ellos con los que Jess se ha marchado enfadada. O tal vez ha tenido algo que ver con Will.
Ahora Megan sí que le prestó absoluta atención.
–¿Will? ¿Estaba allí?
–En la mesa de al lado con una mujer que no había visto nunca. Una chica muy guapa –se quedó pensativo–. Jess no estaría molesta por eso, ¿verdad?
Megan no sabía cómo responder. Durante un tiempo había pensado que Will y Jess sentían algo el uno por el otro, pero nunca se lo había contado a Mick, ya que él no era un hombre que pudiera quedarse sentado y dejar que las cosas siguieran su curso. Llevaba mucho tiempo quejándose de la falta de vida social de su hija y en cuanto viera algún motivo para hacerlo, se entrometería.
–No tengo ni idea –dijo, y era verdad. Jess nunca le había mencionado que sintiera algo por Will.
Mick la miró con escepticismo.
–¿Por qué tengo la sensación de que ha sido una respuesta evasiva? ¿Me ocultas algo?
–¿Por qué iba a hacer eso?
–Porque no quieres que me entrometa. Crees que me falta tacto. Así que estás ocultándome algo deliberadamente –concluyó él–. ¿Tienen algo esos dos? Will y Jess, quiero decir.
–No, que yo sepa –insistió Megan con total sinceridad.
–Pero sospechas algo, ¿verdad?
Ella lo miró con impaciencia.
–Mick, ¿es que no has aprendido nada de nuestros otros hijos? Entrometerte solo empeora las cosas.
–Lo cual significa que pasa algo en lo que no quieras que me entrometa –dijo con aire triunfante–. ¡Lo sabía! Jess ha salido así de enfadada porque Will estaba allí con otra mujer y se ha molestado al verlos.
Su fugaz momento de satisfacción por haber averiguado lo sucedido se disipó casi de inmediato cuando dijo:
–Si ese hombre le hace daño a Jess, tendrá que responder ante mí.
Empezó a levantarse, pero Megan lo agarró del brazo y lo miró a los ojos.
–A menos que Jess acuda a ti y te pida ayuda, vas a mantenerte al margen de esto, Mick O’Brien. Ninguno de los dos tiene la más mínima idea de lo que está pasando, si es que está pasando algo. Si vas detrás de Will, podrías empeorar las cosas. Incluso podrías humillar a tu hija.
Mick se quedó sentado, aunque no parecía muy convencido.
–Pues entonces tal vez debería pasarme por el hotel y hablar con Jess.
Megan se estremeció ante la idea, pero en lugar de decirle que no lo hiciera… porque sería malgastar saliva…, optó por una advertencia:
–Si quieres ir a visitar a Jess, me parece bien. Si quieres interrogarla sobre Will o sobre lo que ha pasado hoy, olvídalo. Es una mala idea. Jess es una mujer adulta.
–Es nuestra niña y siempre ha sentido que ninguno de los dos le hemos prestado suficiente atención. Puede que sea tarde, pero tiene que saber que estamos a su lado.
Megan suspiró.
–Nadie es más consciente que yo de que la abandoné cuando apenas tenía siete años y creo que ha llegado a comprender, por fin, todos los motivos de nuestro divorcio, y hasta creo que está empezando a creer que nunca dejé de quererla. Pero eso no significa que esté preparada para que yo me ponga a agobiarla y a darle consejos sobre sus citas. Y lo mismo te digo a ti, Mick. Tenemos que dejar que sea Jess la que acuda a nosotros.
Mick dejó escapar un suspiro.
–No me gusta estar al margen cuando uno de nuestros hijos no es feliz.
–Lo sé, pero tal vez no es tan infeliz. Tal vez Connor y ella han tenido una de sus habituales discusiones. Es posible.
–Supongo…
–¿Por qué no te pasas por el hotel para ver si necesita que le eches una mano? Los viernes son siempre una locura allí en cuanto empiezan a llegar los huéspedes de fin de semana. Te agradecerá el gesto y estarás allí por si decide sincerarse. ¿Qué te parece?
A Mick se le iluminó la cara.
–Eso sí que puedo hacerlo. Te cuento luego en la cena. ¿Vamos a ir a Brady’s esta noche?
–A menos que quieras invitar a Jess a cenar con nosotros en casa…
–¿Y que tengas que cocinar después de haber trabajado tanto hoy? Le diré que se venga a cenar con los dos a Brady’s. Luego te llamo para contarte lo que me ha dicho –la besó–. Casarme con una mujer sensata es lo más inteligente que he hecho en mi vida.
Megan se rio.
–¿Y no es genial que te haya dado la oportunidad de casarte con ella dos veces?
Lo vio marcharse y sacudió la cabeza, preguntándose si haberlo enviado al hotel había sido lo más inteligente. Sabía que Mick tenía buenas intenciones, pero las perdía en cuanto llegaba a la conclusión de que sabía qué era lo mejor para todo el mundo.
Megan podía confiar en que se ciñera al plan o podía llamar a Jess y avisarla de que su padre iba de camino. Cualquiera de las dos opciones tenía sus riesgos.
Al final, optó por no hacer nada. Después de todo, era ella la que había dicho que su hija era una mujer adulta. Tenía que confiar en que Jess podía manejar a Mick y su bien intencionada intromisión.
Pero claro, ella también sabía mejor que nadie que para manejar a Mick hacía falta un delicado equilibrio entre tener confianza en sí misma y tener las habilidades ofensivas y de bloqueo de un guardalínea porque, si no, Mick podía pasarte por encima.
Jess tenía una multitud de recién llegados en la recepción intentando registrarse. Ronnie había desaparecido hacía veinte minutos y estaba a punto de tener un ataque de nervios cuando alzó la mirada y vio a su padre.
–¿Qué puedo hacer para ayudar? ¿Necesitas que lleve estas maletas?
–¿Lo harías? –preguntó ella, sin pararse a pensar en por qué había aparecido justo cuando lo necesitaba. Estaba agradecidísima de tener un par de manos extra.
–Claro, sin problema. ¿Dónde está el hijo de Forrest? Creía que este era su trabajo.
–No me hagas hablar –murmuró y sonrió a la pareja que acababa de registrarse–. Señores Longwell, tienen su habitación en el segundo piso con vistas a la bahía. Papá, ¿puedes ayudarlos con el equipaje?
–Claro –dijo Mick agarrando las dos pequeñas maletas