E-Pack HQN Sherryl Woods 1. Sherryl WoodsЧитать онлайн книгу.
en años. Durante unos minutos había llegado a pensar que sus sueños podían hacerse realidad.
Jess no se había esperado que Will preguntara por sus intenciones, sobre todo porque ni siquiera ella estaba segura de por qué de pronto quería romper la regla de no salir con él. Tenía que admitir que tenía razón en una cosa: algo había cambiado entre los dos esa noche. Notaba algo en el aire que no recordaba que hubiera estado antes, esa poderosa atracción. Al menos no había existido hasta aquel beso en Brady’s, pero desde entonces la había sentido cada vez más.
Tal vez por fin se encontraba en un punto en el que estaba preparada para dejar de lado sus temores y darle una oportunidad a lo que pudiera haber entre los dos. Qué irónico sería si, ahora que ella estaba preparada, él fuera el que se echara atrás.
–¿Con qué frecuencia vas a Moonlight Cove? –preguntó Will mirándola fijamente.
–Ya no tanto. ¿Por qué?
–He oído algunas historias.
–De mis hermanos, seguro. Puse mi virginidad en riesgo allí al menos una vez a la semana durante mi adolescencia.
–¿En serio?
–Realísticamente, supongo que tuve muchas oportunidades.
Es curioso, ahora que lo pienso, siempre contaba con que Connor o Kevin vendrían a rescatarme en el último momento.
–Un juego algo arriesgado, ¿no?
–Ahora sí lo veo así, claro –admitió encogiéndose de hombros–. Pero por entonces, solo quería conectar con alguien.
Era demasiado joven y demasiado estúpida como para darme cuenta de que el sexo no era la respuesta.
Will se quedó verdaderamente asombrado con su respuesta.
–¿Te sentías sola?
Jess pensó en la pregunta.
–No exactamente. Quiero decir, nuestra casa siempre estaba abarrotada de gente, ya sabes, ¿no?
–Sí. Yo era uno de ellos.
–¿Te paraste a fijarte alguna vez en que nunca había amigos míos? Podía estar allí porque era la hermana de Connor, o de Kevin o de Bree, pero los niños de mi edad no podían estar. Pronto me gané la reputación de la niña que armaba follones en el cole, la que siempre estaba interrumpiendo en clase. Ningún padre quería que sus hijos se acercaran a mí, como si el déficit de atención fuera algo contagioso.
El rostro de Will se llenó de compasión y eso a ella la enfureció.
–No sientas lástima por mí. Cuando llegué a la adolescencia, pensé en un modo de compensarlo, al menos en lo que respectaba a los chicos.
–Sexo –dijo él algo triste–. Oh, Jess, ¿es que no sabías que todos los chicos que íbamos a casa de tus padres te adorábamos?
–Tal vez tú sí. Los demás, no tanto. Creo que mis hermanos los amenazaban para que me aguantaran.
La expresión de Will cambió, como si de pronto hubiera entendido algo.
–Por eso no te fías de mí cuando te digo que me importas. Aún sigues siendo esa niña pequeña que quiere sentirse parte de algo, pero cree que jamás lo logrará.
Jess estaba incómoda, como siempre, cuando Will empezaba a analizarla. No le gustaba que pudiera ver en su interior con tanta claridad, y menos cuando sacaba a relucir las inseguridades que tanto tiempo le había llevado ocultarle al mundo.
Forzó una sonrisa.
–¿Cómo nos hemos desviado tanto del tema? Todo esto ya nos lo sabemos. El sándwich está genial. Gracias.
–Ya estás otra vez, metiéndote en tu caparazón. ¿Por qué lo haces, sobre todo conmigo?
–Tú eres el loquero, dímelo tú.
–De acuerdo –dijo aceptando sus palabras como un desafío–. Esto es lo que veo: te aterra dejar que alguien se acerque demasiado a ti y se debe al divorcio de tus padres. Si los dos adultos que tenían que adorarte te abandonaron, ¿cómo podría amarte otra persona?
El análisis, que tanto reflejaba lo que ella misma le había dicho a su abuela, la hizo detenerse. Debería haberse enfadado, pero resultó ser reconfortante. La entendía y a pesar de ello, parecía que le gustaba igualmente.
Aun así, aún no estaba dispuesta a reconocérselo.
–No me asusta que nadie se me acerque –insistió–. De hecho, me registré en tu servicio de citas, ¿no? ¿No demuestra eso que quiero encontrar a alguien con quien pasar el resto de mi vida?
–Lo único que demuestra es que Connie y Laila te pillaron en un momento de debilidad.
Odiaba que eso también lo hubiera descubierto, pero no podía negarlo.
–¿Cuántas citas has tenido?
–Solo me has emparejado con un chico –le recordó ella.
–¿Has salido con él?
Ella suspiró.
–No.
–¿Por qué no?
–No me apetecía.
–Dime por qué.
Jess se quedó mirando al fuego en silencio.
–Vamos, Jess –dijo Will con impaciencia–. ¿Por qué no dices la verdad? ¿Cómo voy a hacer ajustes en el sistema de citas si no eres sincera conmigo? ¿Qué tenía ese chico que no te gustara?
–¿Así que todo se trata de ti y de tu preciado sistema informático? –dijo sin saber muy bien por qué. No quería que Will indagara en su psique, así que, ¿por qué no se alegraba de que lo único que le importara a él fuera cómo poder ajustar el programa de citas?
–Estás evitando mis preguntas.
Jess suspiró.
–No era nada específico. Tal vez era solo por el momento. Tal vez ese día no podía o algo así. No es para tanto. Saldré con el próximo chico o el siguiente. ¿Cuántas citas has tenido tú?
–Tres.
–Incluyendo a Laila. ¿A qué vino eso, por cierto?
–El programa dijo que teníamos mucho en común y es verdad –añadió con tono desafiante.
–Entonces, ¿por qué no le pediste salir otra vez?
–Porque no teníamos química. No sé cómo hacer para que el programa también calcule eso. Ni siquiera creo que se pueda hacer.
Jess se rio.
–Sí, esas viejas feromonas pueden ser un problema, ¿verdad? Nunca se sabe cuándo se van a poner en acción.
–Algunos dicen que cualquier pareja que se lleva bien en otros terrenos puede desarrollar una atracción sexual con el tiempo.
–Pero está claro que tú no eres de los que creen eso.
–¿Por qué dices eso?
–Por la experiencia con Laila. Si creyeras que esa atracción puede crecer en el curso de una relación, ¿por qué no le pediste salir otra vez?
–Porque, para que lo sepas, tú estuviste sentada con nosotros durante toda la cita –dijo irritado.
–¿Yo? Ese día no me acerqué al Panini Bistro.
–Pues fue como si lo hubieras hecho. Laila no paraba de hablar de ti. Los dos sabíamos que yo habría preferido tener una cita contigo.
–Y aun así, cuando estabas haciendo las parejas para las tres, tú te excluiste del programa cuando me llegó el turno. Laila me lo dijo.
–Porque habías dejado claro que no querías