E-Pack HQN Sherryl Woods 1. Sherryl WoodsЧитать онлайн книгу.
respetable. Y en cuanto a mamá y yo, hemos hecho las paces. Hace años aprendió que era una pérdida de tiempo y de aliento intentar controlarme.
Ella apretó los labios y se le encendieron los ojos.
–¿Es que no te tomas nada en serio?
–Sí. Mi trabajo y, últimamente, a ti.
–¿Qué voy a hacer contigo?
–Mucho, espero. ¿Empezamos con una cena esta noche?
Vaciló tanto que él pensó que tal vez le había salido mal la jugada por arriesgar demasiado.
–No estoy segura de que esté preparada para tratar con un hombre como tú –le dijo, aunque con una expresión extrañamente nostálgica.
–Connie, amor mío, creo que puedes con todo lo que te depare la vida –contestó él con total sinceridad–. Puedes hacer conmigo lo que quieras.
–Lo dudo, aunque supongo que una cena no es un riesgo demasiado grande.
–Bien por ti. Y esta noche iremos a Brady’s. Se acabó el escondernos en lugares alejados.
–¿Estás seguro? –preguntó dudosa.
–Nunca he estado más seguro de nada –la miró con intensidad–. ¿Y tú? ¿Te preocupa la opinión de Jake o de tu hija?
–Admito que se sorprenderán, pero se sorprenderían de todos modos de verme con cualquier otro hombre después de todos estos años.
–Entonces nada se interpone en nuestro camino, ¿no?
–Supongo que no.
–Bien –si había algo que sabía con total certeza era que si iban a darle una oportunidad a su relación, esta tenía que ser abierta y sincera desde el principio. No había nada malo en lo que estaban haciendo y las dudas que los demás pudieran tener sobre ellos, ya fuera su entrometida familia o el protector hermano de ella, sería mejor derribarlas cuanto antes.
Cuando Jess volvió al hotel el sábado por la tarde, la cocina estaba vacía a excepción de por un Ronnie aterrorizado.
–¡Menos mal! –exclamó el chico cuando ella entró–. Llevo una hora llamándola al móvil.
Jess metió la mano en el bolso y maldijo.
–Lo siento. Supongo que me lo he dejado en el despacho –olvidar el móvil rompía una de las reglas del fin de semana: nunca salgas estando incomunicada con el hotel. ¿Qué le pasaba? Esos eran la clase de despistes que la enfurecían.
–Tenemos un problema.
–¿Qué?
–Gail se ha puesto mala y ha tenido que marcharse. Me ha dicho que me ocupe, pero no sé qué tengo que hacer y hoy el restaurante estará abarrotado. He tomado unas cuantas reservas de mesas antes de saber que Gail tendría que irse. Tal vez deberíamos cerrar.
Jess se preguntó si el muchacho tendría razón, pero por otro lado, pensó que, aunque estuviera muriéndose, Gail no se habría ido del trabajo si no hubiera creído que el chico podía encargarse.
–Vamos a echarle un vistazo al menú –dijo intentando enfrentarse al problema metódicamente para no dejarse llevar por el pánico–. Dime qué platos puedes preparar.
Él miró los tres platos principales y se encogió de hombros.
–La he ayudado con todos, así que supongo que puedo con ellos siempre que tenga ayuda.
–Yo te conseguiré ayuda.
Levantó el teléfono y llamó a Kevin.
–Tengo una crisis.
Quince minutos después, su hermano llegó con Abby y la abuela. Jess, consternada, miró a la anciana.
–Abuela, no puedo pedirte que estés por aquí trabajando.
–¡Pues no sé por qué no! He cocinado para multitudes muchas veces y, a decir verdad, se me da mucho mejor que a tu hermana. Si Abby se queda, yo me quedo.
Jess reconoció el gesto de determinación de su barbilla alzada y asintió.
–De acuerdo. Pues gracias.
Se giró y vio a Ronnie y a Kevin ojeando los menús y las recetas plastificadas de Gail.
–Abby, tú te encargas de las ensaladas. Es difícil estropearlas. Ronnie dice que los postres están hechos, pero hay que cortarlos en porciones y emplatarlos. Dice que Gail suele añadir un poco de salsa de fresa o de chocolate para decorarlos, pero eso puedes saltártelo.
–No hay problema –dijo la abuela–. Sé decorar platos.
Jess los vio a los cuatro ponerse en acción.
–Gracias, chicos. Sois increíbles. Y tú también, Ronnie. No me extraña que Gail tenga tanta fe en ti.
Él le sonrió.
–Gracias. Supongo que esto será como mi adoctrinamiento a fuego, ¿no?
–Supongo que sí. Estaré fuera sentando a la gente, así que avisadme si necesitáis algo. Si necesitáis más ayuda, puedo meter a una de las camareras.
–Estaremos bien –le aseguró Kevin.
Salió de la cocina sintiéndose segura e hizo una llamada más. Esta vez, a su padre.
–Esta noche Ronnie se encarga de la cocina. ¿Crees que podrías traer a su padre para que vea lo bueno que es como chef? –sabía que era un riesgo, pero también sabía lo mucho que significaba para el chico la aprobación de su padre. Era algo que ella podía comprender y con lo que se identificaba.
–Lo llevaré –prometió Mick–. Aunque creo que evitaré mencionar a Ronnie por si algo sale mal. ¿Te parece?
–Perfecto. Gracias, papá.
Para asombro y alivio de Jess, la noche pasó sin incidentes. Nadie pareció notar que la cocina estaba siendo dirigida por un chico sin experiencia, un ex paramédico, una consejera en inversiones y una mujer octogenaria. Jess estaba maravillada con todos ellos.
Cuando se acercó para hablar con sus padres y los Forrest, miró al padre de Ronnie a los ojos.
–¿Qué tal la cena?
–Excelente. Tu chef mejora cada día.
Jess le sonrió.
–Pues debería decírselo a él.
–Creí que tu chef era una mujer.
–Y lo es, pero esta noche se ha ocupado su ayudante. Lo traeré.
Salió de la cocina un momento después con un reticente Ronnie detrás.
–Señor Forrest, me gustaría que conociera al joven que ha dirigido la cocina esta noche.
El hombre lo miró asombrado.
–¿Tú has hecho esta comida?
Ronnie asintió.
–Gail ha estado enseñándome y me he apuntado a unas clases.
–Gail cree que será un chef extraordinario –le dijo Jess.
–Bueno, está claro que ha tenido un comienzo extraordinario –apuntó Megan–. Ronnie, la cena ha estado excelente.
–Sí –dijo su padre mirándolo con respeto–. Supongo que debería haberte tomado en serio cuando dijiste que querías hacer esto.
–Bueno, por suerte, la señorita O’Brien y Gail sí que me tomaron en serio –dijo Ronnie–. Y para serte sincero, no puedo llevarme todo el mérito esta noche. He tenido mucha ayuda de los O’Brien en la cocina.
Ahora fue Mick el que se mostró asombrado. Jess le sonrió.
–Es una larga historia,