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E-Pack HQN Sherryl Woods 1. Sherryl WoodsЧитать онлайн книгу.

E-Pack HQN Sherryl Woods 1 - Sherryl Woods


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con el tema de las concesiones, pero tuvo que admitir que pasar la tarde con Will había sido mucho más divertido de lo esperado y en ningún momento le preocupó que él pudiera estar analizando cada palabra que le dijera.

      Al final, cuando dijo que tenía que volver al hotel, Will la sorprendió preguntándole si necesitaba ayuda.

      –¿Para hacer qué?

      Él se encogió de hombros.

      –Lo que necesites. No se me da mal la cocina, si necesitan ayuda ahí, o podría servir mesas o sentar a la gente.

      Ella lo miró atónita.

      –¿Por qué ibas a hacer eso?

      –¿De verdad tienes que preguntarlo? Quiero pasar más tiempo contigo. El hotel te importa, así que tiene sentido que quiera comprender cómo funciona. Y me gusta asaltar esa gran nevera contigo. Pensé que podríamos hacerlo otra vez cuando el restaurante cierre esta noche.

      –¿Andas detrás de una comida gratis? –bromeó–. ¿Es por eso? Creía que estabas haciéndote rico con tu trabajo en Almuerzo junto a la bahía.

      –Incluso sin la promesa de más de esa increíble comida de Gail, querría estar a tu lado. Tú eres lo que me atrae, Jess. Solo tú.

      Ella se quedó asombrada ante la sinceridad de su voz.

      –Entonces, sin duda, ven conmigo y quédate todo el tiempo que quieras. Encontraré alguna tarea que darte.

      Pero lo que más le gustaba a Jess era la inesperada imagen que tenía de lo que podía deparar el resto de la noche.

      Mick no estaba satisfecho del todo con el modo en que habían dejado las cosas con Jess esa mañana. Se había molestado solo porque la familia había mostrado un poco de interés en su relación con Will; tendrían que haberse imaginado que no le habría hecho gracia, pero solo lo habían hecho porque se preocupaban. ¿Por qué no era su hija capaz de verlo?

      Después de la cena, le dijo a Megan:

      –Estoy un poco nervioso. Creo que iré a dar un paseo. No tardaré mucho.

      Megan levantó la mirada de su libro.

      –¿No estarás pensando en ir al hotel, verdad?

      –¿Y qué tiene de malo pasar a ver a mi hija para asegurarme de que todo marcha bien por allí?

      Su mujer se rio.

      –¡Como si a ti te importara la eficiencia de la gerencia del hotel! ¿No te das cuenta de que enfadarás a Jess si entras ahí con más preguntas sobre Will? Creo que ya ha tenido bastante por hoy.

      –Sé cómo tratar a Jess –dijo, sabiendo que no era cierto. Ella era la más sensible y susceptible de todos sus hijos. Si había tenido problemas para comprender la timidez de Bree, más le había costado asimilar las dificultades de Jess. Había perdido la paciencia demasiadas veces cuando debería haber sido compasivo y haberla apoyado. Durante un tiempo había pensado que el diagnóstico de déficit de atención no eran más que tonterías, un intento de justificar que era una pésima estudiante. Le había llevado demasiado tiempo aceptar que era un desorden real que podría afectarla durante el resto de su vida. Se odiaba por toda la presión a la que había sometido a su hija ante una cosa sobre la que ella no había tenido control.

      Ahora tenía la oportunidad de compensarla por todo ello y quería que supiera que tenía su apoyo en todo lo que hiciera. Si eso suponía entrometerse y asegurarse de que las cosas con Will salían bien, tal y como ella quería, pues lo haría, aunque dudaba que su hija se lo agradeciera.

      Vio que Megan estaba mirándolo exasperada.

      –Irás te diga lo que te diga, ¿verdad?

      –Sí. La única pregunta es si quieres venir conmigo.

      –Bueno, alguien tiene que impedir que empeores las cosas –dijo con un suspiro y soltando el libro–. Vamos.

      Él sonrió.

      –Puedes quedarte en segundo plano, si quieres. No tienes que decir nada.

      –Lo haré –respondió y sonrió–. Al menos, hasta que tenga que salvarte de ti mismo.

      La admiración de Will hacia Jess había aumentado mil veces durante el curso de la noche. Pareció crecerse ante las minicrisis que surgieron en la cocina y a la hora de tratar con las exigencias de ciertos clientes. Parecía estar en todas partes al mismo tiempo, charlando con un huésped, llenando un vaso de agua, incluso limpiando alguna que otra mesa. Él había estado ayudando siempre que ella se lo había pedido e incluso había recibido órdenes de Ronnie en la cocina, el mismo chico que hacía unas semanas había estado a punto de ser despedido. Conocía la historia del joven y se preguntó si él también sería un caso de déficit de atención no diagnosticado. Al igual que Jess, ahora que había encontrado su lugar en la cocina, parecía estar creciendo y realizándose. En alguna ocasión había oído que varios chefs tenían síndrome de déficit de atención, pero que trabajaban muy bien metidos en el caos de la cocina de un restaurante.

      Ahora que el último cliente estaba tomando su postre, Gail y Ronnie estaban limpiando la cocina, se estaban recogiendo las mesas del comedor y Jess estaba en recepción contando las ganancias de la noche. Will se acercó.

      –Se te da muy bien esto.

      Ella lo miró y sonrió.

      –Lo sé. Es bastante increíble cuando las cosas salen bien y no hay contratiempos.

      –¿De qué estás hablando? Esta noche ha habido varios contratiempos, como esa mujer que protestaba con cada plato que le servían. Le habría tirado el último a la cara. No sé qué le has dicho, pero ha salido de aquí sonriendo.

      –Oh, es la señora Timmons. Es una viuda que vive de una pequeña pensión. No puede permitirse salir a cenar mucho. No sé si te has fijado, pero antes de quejarse le daba varios bocados a la comida que le llevábamos. Después, yo he ido y me he ofrecido a no cobrarle la cena, ya que no se había quedado satisfecha con ella, y le he dado un postre gratis además. Las dos sabemos lo que pasa, pero ella consigue mantener intacto su orgullo y salir una noche.

      Will la miró asombrado.

      –¿No sería más barato darle un vale por una cena gratis, para que no esté pidiendo platos y luego devolviéndolos?

      –Eso sería caridad y jamás lo aceptaría. Tiene que creer que es algo que hacemos para enmendar las cosas porque lo hemos hecho mal. No es para tanto. Me siento mal por ella, sobre todo desde que su marido murió. Antes de eso, él siempre era muy generoso con las propinas, así que en cierto modo es como si estuviera devolviéndole su amabilidad con los empleados. Y sé lo mucho que a ella le gusta venir aquí. Los camareros conocen la situación e intentan ser amables con ella.

      –Espero que no corra la voz sobre el truco que tiene porque todo el mundo querrá probarlo.

      –Creo que todos los que tenemos restaurantes por aquí comprendemos su situación y todos hemos encontrado modos de manejar las circunstancias sin avergonzarla.

      Will estaba a punto de decir algo más sobre su amabilidad cuando miró hacia la puerta y vio a Megan y a Mick.

      –Oh, oh –murmuró.

      Jess gruñó.

      –Corre. Aún estás a tiempo de huir.

      –¿Y dejarte aquí indefensa? De eso nada –se levantó y le tendió la mano a Mick–. Buenas noches, señor. ¿Cómo está? ¿Megan? –le dio un beso en la mejilla.

      Megan se rio.

      –¡Qué sorpresa encontrarte aquí! –dijo con inocencia.

      –Seguro que sí –contestó Jess con ironía–. La verdadera sorpresa es veros a los dos por aquí a estas horas un sábado por la noche. Creía que los recién casados tendrían cosas mejores que hacer.

      –Solo hemos


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