Anatomía y cinesiología de la danza. Karen ClippingerЧитать онлайн книгу.
tres clases de articulaciones: fibrosas, cartilaginosas y sinoviales (ver tabla 1.3).
Articulaciones fibrosas
Las articulaciones fibrosas mantienen su cohesión mediante fibras muy cortas (suturas), bridas (ligamentos) u hojas (membranas interóseas) de tejido conjuntivo fibroso. En cada caso, el tejido conjuntivo fibroso conecta directamente los huesos adyacentes y no queda espacio intermedio entre los huesos. Las suturas no permiten un movimiento real, sino que «ceden», mientras que los otros dos tipos de articulaciones fibrosas sí permiten un grado variable de movilidad dependiendo de la longitud de sus fibras. El tipo de tejido conjuntivo implicado (tejido conjuntivo regular denso) soporta grandes tensiones. Son ejemplos de articulaciones fibrosas las suturas del cráneo, la articulación entre los huesos del antebrazo (membrana interósea radiocubital) y dos de las articulaciones entre los huesos de la pierna (membrana interósea tibioperonea y articulación tibioperonea distal).
Tabla 1.3. Tipos de articulaciones
Ejemplos | Descripción |
Articulaciones fibrosas | |
En las articulaciones fibrosas, los huesos se unen directamente con tejido fibroso y no hay ningún espacio articular intermedio. Las suturas del cráneo son ejemplos de articulaciones fibrosas que emplean fibras muy cortas, por lo que apenas permiten movimiento. Las membranas interóseas son ejemplos de articulaciones fibrosas que emplean fibras más largas, de modo que se aprecia un movimiento mínimo. En el caso de la articulación tibioperonea, este ligero cambio acompaña a los cambios en la posición del complejo del tobillo-pie, y es esencial para una biomecánica óptima. | |
Articulaciones cartilaginosas | |
En las articulaciones cartilaginosas, los huesos se unen directamente con cartílago hialino o fibrocartílago. Las láminas epifisarias que conectan las epífisis con las diáfisis de los huesos largos son ejemplos de articulaciones cartilaginosas con cartílago hialino. Esta estructura les permite «ceder», pero no hay movilidad real, y, con la madurez, estas «láminas de crecimiento» se osifican y el cartílago se reemplaza por hueso. Los discos intervertebrales son ejemplos de articulaciones cartilaginosas que emplean discos de fibrocartílago. Este diseño permite más movilidad y una capacidad amortiguadora esencial. | |
Articulaciones sinoviales | |
En las articulaciones sinoviales, los huesos no se unen directamente, sino que están separados por una cavidad articular que contiene líquido sinovial. Una cápsula articular y ligamentos mantienen unidos los huesos. Este diseño facilita la movilidad, y estas articulaciones son esenciales para los movimientos funcionales de las extremidades. Hay seis tipos de articulaciones sinoviales que difieren respecto a los movimientos que permiten. La articulación de la rodilla es un ejemplo de diartrosis, considerada una articulación troclear modificada, y que sobre todo permite el movimiento en un plano y alrededor de un eje. |
Articulaciones cartilaginosas
Las articulaciones cartilaginosas (anfiartrosis) se unen directamente mediante cartílago (fibrocartílago o cartílago hialino), y, de forma parecida a las articulaciones fibrosas, no media espacio entre los huesos adyacentes. Como en el hueso, las células de cartílago están rodeadas por una matriz extracelular que contiene fibras colágenas. Sin embargo, a diferencia de la del hueso, esta matriz no está calcificada y presenta la consistencia de un gel sólido. Esto confiere al cartílago menos rigidez y más capacidad amortiguadora. Son ejemplos de anfiartrosis las articulaciones entre los cuerpos de las vértebras (los discos intervertebrales) y los huesos del pubis (sínfisis púbica). Este tipo de articulación se compone de una almohadilla o disco de fibrocartílago, un diseño que permite poca movilidad y confiere poca capacidad amortiguadora. Las láminas epifisarias, de las que hemos hablado al referirnos a los huesos largos, también son anfiartrosis, pero de tipo hialino. Estas articulaciones no permiten movimientos de verdad, pero «ceden» a la presión de los huesos que unen.
Articulaciones sinoviales
Las articulaciones sinoviales o diartrosis difieren de las articulaciones fibrosas y cartilaginosas en que los huesos adyacentes no contactan directamente entre sí: existe un espacio entre las superficies articulares. Este espacio se llama cavidad articular. Aunque dicho espacio es muy pequeño, suele permitir un amplio grado de movilidad. Las diartrosis son el tipo de articulación más corriente en el cuerpo humano, y casi todas las articulaciones de las extremidades son de naturaleza sinovial. Las diartrosis son especialmente importantes para el estudio del movimiento humano, y, por tanto, son el centro de atención de este libro. Son ejemplos de diartrosis el hombro, el codo, la muñeca, la cadera, la rodilla y el tobillo. La estructura típica de una diartrosis se describe a continuación y aparece en la figura 1.5.
Una característica de las articulaciones sinoviales es que los extremos de los huesos que se unen para formar la articulación están recubiertos de cartílago articular. El cartílago articular es una capa fina de cartílago hialino que reviste las superficies articulares y ayuda a reducir la fricción y amortiguar los choques. La matriz extracelular del cartílago hialino presenta características intermedias entre sólido y líquido, y posee la capacidad de adaptarse a la presión, exudando parte de este líquido como respuesta a las cargas (Whiting y Zernicke, 1998), distribuyendo la carga y reduciendo un 50% o más la presión en cualquier punto de contacto (Hall, 1999). Según los cálculos, también reduce la fricción en las articulaciones hasta aproximadamente un 17-33% de la fricción de un patín sobre hielo bajo la misma carga. El cartílago articular no recibe riego sanguíneo propio y depende para su nutrición del líquido sinovial y del hueso vascular subyacente. En algunas áreas donde este cartílago es grueso (como en la cara posterior de la rótula), la nutrición puede no ser suficiente y derivar en degeneración. En general, una vez que cesa el crecimiento, la división de las células cartilaginosas (condrocitos) es infrecuente, y los daños se suelen reparar con tejido fibroso.
Las articulaciones sinoviales están rodeadas por una estructura con forma de vaina y compuesta de tejido fibroso, llamada cápsula articular. Esta cápsula varía mucho en espesor y composición entre articulaciones para favorecer, según los casos, la movilidad o la estabilidad. El tejido fibroso que compone la cápsula contiene fibras colágenas de disposición irregular y algunas fibras elásticas en su matriz (tejido conjuntivo irregular denso), lo que le confiere resistencia y le permite soportar la tensión aplicada en distintas direcciones. La cápsula se suele insertar en los huesos, por medio del periostio, en los bordes del cartílago articular.
La cápsula está tapizada por dentro con una membrana sinovial. Esta membrana es un tejido vascular, frágil y liso (tejido conjuntivo laxo) que produce líquido sinovial. Este líquido sinovial (G. syn, con + L. ovum, huevo) tiene una consistencia similar a la de la clara de huevo y ayuda a lubricar la articulación y reducir el desgaste. Los estudios indican que el líquido sinovial puede cambiar sus características (viscosidad); así, cuando la temperatura o la velocidad del movimiento articular son bajas, ofrece más resistencia al movimiento (Levangie y Norkin, 2001). Por el contrario, cuando la temperatura es más elevada (como después de un calentamiento) o la velocidad de movimiento es mayor, ofrece menos resistencia al movimiento. El líquido sinovial también es importante para nutrir el cartílago articular, y contiene células que responden a la presencia de un cuerpo extraño o a una infección. Cuando se produce una lesión o irritación, sobreviene una abundante secreción de líquido sinovial, lo cual puede causar una hinchazón apreciable. Es la presencia de la membrana sinovial y la sinovia la que da nombre a este tipo de articulación.
FIGURA