Anatomía y cinesiología de la danza. Karen ClippingerЧитать онлайн книгу.
de la atleta) corren riesgo de tener menor densidad ósea. Este riesgo de una pérdida prematura de hueso se incrementa por la tendencia habitual de las bailarinas a fumar y consumir grandes cantidades de bebidas con cafeína, incluidos refrescos (Clippinger, 1999). Esta pérdida de densidad ósea, que forma parte de la tríada de las deportistas (American College of Sports Medicine, 1997), se puede dar hasta en bailarinas adolescentes, observándose pérdidas de densidad ósea que no se suelen dar hasta pasada la quinta década de vida, lo cual incrementa mucho la posibilidad de sufrir fracturas por sobrecarga (Khan et al., 1999). Parte de esta pérdida en la densidad ósea puede ser irreversible, especialmente en el caso de las bailarinas jóvenes, dado que aproximadamente el 50% de la mineralización ósea y el 15% de la altura del adulto se establecen durante la adolescencia (Hall, 1999).
Por tanto, las bailarinas deben ser especialmente conscientes y seguir una dieta rica en nutrientes con un contenido apropiado de calorías y calcio. La ingesta recomendada diaria de calcio varía según la fuente, el sexo y la edad entre 800 y 1.500 miligramos; y un grupo de consenso de la Seguridad Social de 1994 recomienda de 1.200 a 1.500 miligramos diarios para los adultos jóvenes entre 11 y 24 años (Beck y Shoemaker, 2000; Clark, 1997). Una de las formas más sencillas de obtener niveles adecuados de calcio es ingerir regularmente tres o cuatro raciones de productos lácteos al día. Cualquiera de los siguientes alimentos aporta unos 300 miligramos de calcio: 0,2 litros de leche, una taza de yogur o 28 gramos de queso suizo. Por tanto, es fácil obtener 1.200 miligramos de calcio consumiendo alguno de estos alimentos 4 veces al día, o tres veces añadiendo otros ingredientes para lograr los 300 miligramos adicionales (véase la tabla 1.1). Para no engordar, se puede optar por variedades desnatadas o bajas en grasa de estos productos lácteos (para recomendaciones más específicas, véase Sports Nutrition Guidebook de Nancy Clark [1997]). Para los bailarines que no toleren o no les gusten los productos lácteos, puede verse en la tabla 1.1 que es complicado cubrir los valores recomendados. En tales casos, se recomienda consultar a un nutricionista y hablar de la suplementación con el médico del bailarín.
PRUEBAS Y MEDICIONES 1.1
Medición de la densidad ósea
Se emplean varias pruebas para detectar la osteoporosis mediante la medición de la densidad ósea. En la década de 1940, se usaban radiografías simples (Kaufman, 2000), pero, como la desmineralización del hueso no es aparente hasta que se ha perdido en torno al 40% del hueso, se han desarrollado otros métodos más sensibles que detectan cambios en estadios mucho más tempranos. Una de las pruebas más precisas usada actualmente es la absorciometría por rayos X de doble energía (densitometría fotónica dual). Este método emplea rayos X con dos picos distintos de energía: uno que absorben más los tejidos blandos y otro que penetra más en el hueso. Esto permite sustraer el componente de los tejidos blandos para determinar la densidad mineral ósea. No obstante, también hay otras muchas pruebas, algunas de las cuales son más baratas y más accesibles. Para los bailarines, se recomiendan pruebas en múltiples puntos, ya que los resultados obtenidos de distintos huesos pueden diferir (Khan et al., 1996). Por ejemplo, debido a la carga frecuente sobre las extremidades inferiores en la danza, la densidad ósea del fémur puede parecer normal, mientras que en algun punto de la extremidad superior puede ser baja. Las bailarinas con amenorrea o con algún otro motivo de preocupación deberían hablar de ello con su médico para saber si en su caso están indicadas estas pruebas y cuál sería la mejor para ellas.
Fracturas por sobrecarga
Si bien el ejercicio suele actuar de estímulo para incrementar la densidad ósea, en ocasiones la destrucción de hueso supera el ritmo de reparación y remodelación, y en esos casos se produce una fractura por sobrecarga. Una fractura por sobrecarga es una fractura microscópica del hueso que causa la aparición de una grieta fina, tan pequeña que al principio no es evidente en la radiografía. Cuando un hueso soporta una excesiva tensión submáxima repetitiva, éste responde con un aumento de la actividad de los osteoclastos. Estos osteoclastos reabsorben hueso como primer paso antes de la deposición de una nueva matriz más resistente. En el proceso, el hueso es temporalmente más débil. Si la tensión es excesiva, la porción externa del hueso (la corteza) se puede agrietar y derivar en una fractura por sobrecarga.
Teóricamente, el riesgo de fractura por sobrecarga aumenta por factores que influyen negativamente en la salud ósea, y por eso todos los factores expuestos referidos a la densidad ósea, como el ser mujer, antecedentes de trastornos de la menstruación, menor masa magra en las extremidades inferiores, una ingesta insuficiente de calcio, una dieta baja en grasa y el tabaquismo, aumentan el riesgo de fracturas por sobrecarga (Bennell et al., 1996; Clarkson, 1998; Hershman y Mailly, 1990; Taube y Wadsworth, 1993). Las deportistas corren un riesgo de 1,5 a 3,5 veces mayor de sufrir fracturas por sobrecarga que los deportistas varones (Browning, 2001), y un estudio conestudiantes de ballet llegó a la conclusión de que las jóvenes corren el doble de riesgo de desarrollar fracturas por sobrecarga que los varones jóvenes y que este riesgo se incrementa durante la adolescencia; el 70% de las fracturas por sobrecarga en las bailarinas ocurre al final de la adolescencia, entre los 15 y los 19 años (Lundon, Melcher y Bray, 1999). Además, un estudio con bailarinas observó que los casos de inicio tardío de la menstruación (menarquía) o de interrupción de la menstruación (amenorrea secundaria) eran el doble entre las bailarinas con fracturas por sobrecarga que en las bailarinas sin estas fracturas (Warren et al., 1986). Otro estudio con bailarinas profesionales de ballet obtuvo resultados más espectaculares si cabe: el riesgo de sufrir una fractura por sobrecarga en las bailarinas con amenorrea durante más de 6 meses es 93 veces mayor que el de las bailarinas sin amenorrea (Kadel, Teitz y Kronmal, 1992).
Tabla 1.1. Contenido (aproximado) de calcio en alimentos escogidos
Fuentes: Clark (1997) y U.S. Department of Agriculture (1981).
Los errores en el entrenamiento, como aumentar la intensidad o duración del ejercicio por encima de lo aconsejable, también son importantes (Brukner, Bradshaw y Bennell, 1998), y un estudio sobre corredores con fracturas por sobrecarga halló que el 27% de los casos se producían cuando el inicio del entrenamiento era demasiado rápido (Taunton, Clement y Webber, 1981). Otro estudio con corredores determinó que había errores en el entrenamiento en el 22,4% de los 320 casos de fracturas por sobrecarga (Matheson et al., 1987). Aunque no se haya comprobado en el mundo de la danza, un aumento repentino en la carga de trabajo (sobre todo pointé y saltos); cambios bruscos en el estilo de danza, en la técnica o en las superficies del suelo, y una fatiga excesiva pueden contribuir a aumentar el riesgo de fracturas por sobrecarga. Un estudio con bailarines de ballet profesionales demostró que el riesgo era 16 veces mayor en el caso de los que bailaban más de 5 horas al día en comparación con los que bailaban menos de 5 horas (Kadel, Teitz y Kronmal, 1992).
Se ha documentado que la prevalencia de fracturas por sobrecarga alcanza hasta el 61% en los bailarines profesionales de ballet (Warren et al., 1986), pero se necesitan nuevos estudios que ahonden en la importancia relativa de los distintos factores responsables entre los bailarines. Entre tanto, los estudios realizados sugieren que la aplicación de unos principios seguros al entrenamiento, la derivación rápida a un médico cuando se inicia la amenorrea, una dieta nutricional sana con una ingesta adecuada de calcio y dejar de fumar ayudan a la prevención y tratamiento de las fracturas por sobrecarga.
El esqueleto humano
En el esqueleto del hombre adulto hay 206 huesos, 177 de los cuales intervienen en los movimientos voluntarios (Hamilton y Luttgens, 2002). Los principales huesos del esqueleto aparecen en la figura 1.4.