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Cooperar para crecer - Francisco Zariquiey Biondi


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de nuestras clases suelen ser el tipo de mesas, en muchos casos redondas o hexagonales, como ya hemos comentado antes. Esto tiene fácil solución si “acuerdas” con los niños el lugar en el que se colocarán ellos y en el que te colocarás tú para que todos puedan verte. Puedes pactar también una “posición de escucha”. Ya verás que todo es cuestión de ensayarlo.

      Posición de trabajo

      Posición de escucha

      4. Flexibilidad

      Ya estamos llegando al final, solo falta un pequeño detalle para que tu aula se convierta en el contexto idóneo para una red de aprendizaje: colocar el mobiliario de forma que el espacio sea flexible.

      En nuestras clases de Educación Infantil se producen al día múltiples actividades: asambleas, rincones, juegos, clases de Inglés, talleres, bailes, celebraciones de cumpleaños, sesiones de yoga, dramatizaciones, cuentacuentos. Ahora bien, si las realizas utilizando dinámicas cooperativas, vas a necesitar cambiar tu concepto del espacio.

      Piensa que, a partir de ahora, habrá ocasiones en las que los niños trabajen de forma individual y otras en grupos con diferente número de integrantes; a veces, los equipos serán homogéneos y otras heterogéneos según la actividad que hayas diseñado; puede, además, que los alumnos del grupo tengan que compartir espacios o recursos. Por tanto, verás que el paisaje que se dibuje en tu clase irá cambiando cada día, por lo que no existirá una única disposición del aula para cubrir todas tus necesidades y tendrás que ir transformándola en función de las distintas actividades que se desarrollen en ella. Ahora bien, si este cambio supone un proceso desordenado y lento, puedes encontrar muchos problemas.

      Evitarlos supone que consigas cambiar la estructura de tu clase con cierta facilidad. La disposición del aula cooperativa debe ser flexible, posibilitando que los niños puedan cambiar el tamaño y la composición de los grupos o los recursos que necesiten, de forma rápida y organizada. Para conseguirlo, en lo siguiente subapartados te ofrecemos algunos consejillos que te pueden resultar útiles:

      • Dónde. Antes de empezar, una buena idea es hacer un primer diseño del espacio con el mobiliario claramente ubicado en él. Si los muebles y objetos tienen un lugar asignado y conocido por todos, será más fácil quitar y poner. ¡Pero cuidado! Procura que los cambios de estructura no supongan grandes movimientos de mesas o sillas o perderás mucho tiempo. Por ejemplo, en el caso de tener un aula pequeña, los niños pueden cambiar su silla de la zona de asamblea a la zona de trabajo. Es más, ¿por qué no diseñas una asamblea que aparece y desaparece? En determinados niveles de Infantil, los alumnos pueden encargarse de apartar las mesas cuando sea momento de reunión, y volver a colocarlas cuando esta finalice.

      • Cómo. Un buen diseño será útil y práctico si las distintas zonas están claramente definidas y señalizadas. Puedes colocar rótulos, dibujos, líneas en las paredes, o algún signo que los niños reconozcan y, al identificarlo, sepan el lugar en el que deben situarse. Si tienes oportunidad, siempre funciona bien utilizar diferente iluminación para delimitar determinados espacios y centrar la atención de los niños en ciertos puntos del aula. Si lo que te interesa es separar ciertos lugares físicamente, puedes emplear mobiliario móvil, biombos, maceteros, cinta de colores en el suelo, que, además, puede servirte para definir el área de trabajo de cada grupo o para exponer sus producciones.

      Eso sí, ten en cuenta que siempre —pero especialmente al trabajar con nuestros niños de Infantil—has de dedicar un tiempo a entrenar cualquier cambio; el objetivo es conseguir que los alumnos pasen de una distribución a otra de manera rápida y eficaz. Nuestras aulas cooperativas son lugares vivos, y el movimiento no está reñido con una buena organización.

      Colocamos al alumnado dentro de los grupos

      Ahora viene la guinda del pastel: colocar a cada alumno dentro del grupo. Vuelve a echar mano de tus hojas de registro y de tu “sentido común”. Ten en cuenta que la posición que ocupa cada niño dentro del grupo es un asunto que debes cuidar especialmente, ya que influye en el tipo de interacción que mantendrá con sus compañeros. Lo podemos justificar partiendo de dos situaciones fundamentales:

      • “Cara a cara”: es más fácil que los niños interactúen verbalmente. Por ello, utiliza esta disposición si vas a organizar dinámicas en las que tengan que dialogar, realizar entrevistas, preguntar.

      • “Hombro con hombro”: los niños pueden compartir recursos fácilmente o trabajar sobre los mismos materiales. Por tanto, es una distribución adecuada para dinámicas en las que los alumnos tengan, por ejemplo, que leer o escribir algo juntos u otras similares.

      Permítenos la insistencia, pero, para sacar el máximo partido de la interacción entre tus alumnos, es necesario que cuides quién interactúa con quién y en qué tipo de actividades. En este punto, nos vendrá bien hacer referencia a Lev Vigotsky. Recuerda que las situaciones de andamiaje en la zona de desarrollo próximo, como la “tutoría entre iguales”, resultan, en principio, más beneficiosas si la distancia cognitiva entre los alumnos no es exageradamente grande. Por eso, procura que las “parejas cara a cara” y las “parejas hombro con hombro” en las que puedes subdividir el equipo-base, aunque deban estar formadas por niños de un nivel diferente, no estén muy alejadas. El grupo puede ser muy diverso; la pareja, no tanto.

      Lo entenderás mejor con estas premisas:

      • El niño que tiene un nivel de desempeño más alto no formará pareja con el de nivel más bajo, sino que interactuaría con compañeros de nivel de desempeño medio.

      • Los niños de nivel de desempeño medio no trabajarán juntos en actividades de pareja, sino que interactuarán con el compañero de nivel alto o con el de nivel bajo.

      • El niño de nivel de desempeño más bajo no formará pareja con el de nivel alto, sino que interactuará con algún compañero de nivel de desempeño medio.

      Para que practiques esto de la zona de desarrollo próximo, vamos a proponerte un pequeño acertijo. ¿Te atreves? Imagina que un grupo cooperativo de tu clase está formado por cuatro niños con diferentes niveles de desempeño: uno alto, uno bajo y dos de nivel medio. Sus nombres son: Sofía, Valentina, Marcos y Javier. Cumpliendo las siguientes premisas, ¿serías capaz de descubrir a qué alumno corresponde cada nivel? ¡Vamos allá!:

      • El alumno con el nivel de desempeño más bajo es un chico.

      • Sofía no debería formar pareja con Marcos, pero sí podría hacerlo con Valentina o con Javier.

      • Valentina no debería trabajar con Javier, pero podría perfectamente con Sofía o con Marcos.

      • Marcos debería trabajar con Valentina o con Javier, pero no con Sofía.

      Si tu respuesta es que Sofía sería la de nivel de desempeño alto, Marcos el de nivel de desempeño bajo y Javier y Valentina tendrían un nivel medio, lo has hecho genial. ¡Ah! Y si has considerado a Valentina como la de nivel de desempeño alto, Javier el de nivel de desempeño bajo y a Sofía y Marcos como los de nivel medio, lo has hecho fenomenal también.

      ¿Es eso posible? Pues sí, depende del criterio que estés utilizando para formar los equipos en cada momento. Con este pequeño juego queríamos poner de manifiesto que a la hora de distribuir a los alumnos entre los grupos no debemos caer en reduccionismos que nos lleven a “etiquetarlos”. El nivel de desempeño de un estudiante no es algo invariable ni estático, sino que depende de factores muy distintos, como el criterio empleado, el momento del curso, el tipo de tareas que estemos realizando, etc. Por ejemplo, cuando proyectes la cooperación hacia las rutinas y los hábitos de autonomía, seguro que te interesará priorizar la autonomía personal. Entonces, Marcos puede ser el alumno que más ayuda necesita dentro del grupo. Sin embargo, si meses después, quieres empezar “cooperativizar” tus asambleas, introduciendo dinámicas


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