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El poder de la controversia. Ramón Sierra CórcolesЧитать онлайн книгу.

El poder de la controversia - Ramón Sierra Córcoles


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frecuencia nos encontramos sobrepasados por el don de la omnisciencia y presentamos nuestros argumentos como algo incuestionable, sin atender otros que pueden ser tan válidos o más que los nuestros. A pesar de todo, seguimos erre que erre sin prestar atención a los demás.

      ¡Cuántas veces en el transcurso de una disquisición nos percatamos de que nuestro interlocutor no atiende nuestros argumentos porque está pensando en cómo los va a rebatir y, sin embargo, no analizó en ningún momento el contenido de los de su oponente!

      Un intercambio de opiniones debería llevar siempre implícito una doble premisa: el deseo de enseñar y el de aprender. Este último es de una dificultad extrema, ya que casi nadie está dispuesto a manifestar su desconocimiento sobre ciertas materias y en ese instante, como todos sabemos, se inicia el aumento del tono de voz que hace de una conversación algo totalmente improductivo cuando no desagradable.

      La evolución de la vida no es en línea recta siempre, adelante y creciendo, porque la vida en su devenir también comete errores (tal vez debía corregir esta expresión y mutarla por otra, que sería más o menos como que la vida corrige los errores que nosotros nos empeñamos en cometer bajo su nombre). Así pues, debemos asumir que la vida podría ser como aquel célebre baile de los años sesenta que se llamaba “la yenca”, y que decía algo así como: delante, detrás, un, dos, tres. La vida da un paso atrás y dos o tres adelante, y así avanzamos; no obstante, nosotros somos incapaces de introinspeccionarnos por lo que seguimos cometiendo el error de pensar que nuestra opinión es y siempre será irrebatible.

      ¡Menos mal que la vida nos coloca periódicamente en nuestro sitio y nos recuerda el camino de donde nunca debimos salir y/o donde deberíamos volver!

      Pero todo no debe funcionar con los parámetros que puede marcar la soberbia; es necesario pensar sin el egoísmo que pueda impedirnos valorar, en determinadas ocasiones, la necesidad suprema de hacer algo por los demás, para poder corregir de forma aceptable aquellos errores que cometimos durante nuestra propia evolución; considerar que la vida no se portó de igual manera con todos y, por tanto, no todos tuvimos las mismas oportunidades. Es el momento de mirar atrás, tomar impulso e intentar donar a otros parte de aquello que no les concedió la vida. A estos postulados, entre otros, podría conducirnos una controversia bien dirigida y mejor intencionada.

      Todos nos equivocamos y esa sería una de las razones por la que es necesaria la revisión de los escritos en que nos apoyamos para ampliar nuestro conocimiento. No solo los nuestros, también el de nuestros maestros puesto que la evolución de la sociedad hace inevitable que el pensamiento mute y entonces nos damos cuenta de que deberíamos adoptar planteamientos distintos ante iguales pensamientos pero elaborados en distinto período histórico.

      Me pregunto cuáles hubiesen sido los planteamientos filosóficos–religiosos–teológicos de san Agustín, caso de haber vivido en el siglo xx, o si Nietzsche hubiese elaborado su teoría nihilista en la época de san Agustín.

      Estas y otras muchas realidades deberían hacernos pensar, algo más de lo que posiblemente nos esforzamos, al inicio de una conversación en la que posiblemente, casi con seguridad, pensemos de antemano que la controversia está servida.

      Sabemos que Platón rechazaba la democracia a la vez que proponía un gobierno de filósofos porque, según él, habían alcanzado la sabiduría y la virtud. Hoy en día, semejante aseveración sería condenada, muy posiblemente, a la hoguera, ya que la democracia es la forma de gobierno, por muchos defectos que se le achaquen, que el pueblo asume para los asuntos públicos. ¡Algo han cambiado los tiempos!

      Tal vez, llegado este punto, se podría decidir si en vez de discusión o controversia, que parecen conceptos más agresivos, se podría utilizar el término de reflexión que edulcora la opinión que se tiene de la defensa de opiniones diversas.

      La defensa de cualquier tesis debe ser planteada según forma y contenido. Cualquiera de las dos debe tener carácter prioritario, puesto que con el lenguaje se intenta la comunicación y, a través de esta, el entendimiento. No se trata de llevar razón a cualquier precio; no, el fin primordial es entenderse, comprender al otro y hacer que el otro pueda entendernos a nosotros: si esto no es posible, el fracaso está servido y de nada valdrá la comunicación.

      No es suficiente el uso de una palabra como unidad léxica, ya que por sí sola, y aunque nos indique algo, este es un algo inmóvil. Es necesario unirla a otros vocablos y en el orden que dé sentido y movilidad al pensamiento que se quiere expresar. Un pájaro es un pájaro y nada más. Un pájaro que vuela tiene movilidad, porque nos hace saber qué hace, pero es imprescindible el orden, no se puede decir “pájaro que vuela él”. El pensamiento de cada persona, al margen de tener sentido, tiene “su propio sentido” y porta el análisis que hace de su entorno a la vez que lo hace distinto a otro por lo que es necesario el intercambio de distintos análisis. Es necesario para conocer la verdad.

      Los 34 temas expuestos hacen referencia a opiniones que no tienen correspondencia entre sí, o muy poca, dado que los primitivos temas que dieron lugar a una respuesta por mi parte eran muy diferentes. Históricos, unos; sobre temas de contenido ciertamente diverso, otros; y debidos a la perversión de un lenguaje que desgraciadamente se populariza sin tener una idea exacta del significado de las palabras, muchos de ellos. Su mención causa dolor, pero es necesario dado que cada vez se habla peor y el conocimiento de nuestra lengua, universal, es cada vez más exiguo. También, como no, hay referencias a temas que afectan al país donde vivo, donde nací y al que confieso sin pudor que amo profundamente y por el que vale y siempre valdrá la pena luchar y si es necesario...

      ¿Cómo no tocar tantos temas sociales que nos afectan de manera permanente sin ver a nuestros poderes públicos defenderlos, aunque sea de forma somera, sin percibir la necesidad de implicarse en ellos y asir la antorcha de la defensa de nuestra educación, formación y potenciación de valores tan trascendentes como el respeto a los demás, a nuestras tradiciones y a la esencia de nuestra forma de vida mantenida durante años y siglos?

      Las televisiones, unas privadas, malas, aunque algunos dicen que al ser privadas se gastan su dinero en lo que les da la gana porque es suyo; públicas, otras, igual de malas y pagadas con el dinero de todos los españoles, pero dominadas principalmente por unos políticos que solo ven en ellas un medio de “limpieza ideológica” y un corral donde se ponen a escarbar en el estiércol en busca del indocumentado voto de ciudadanos poco cultivados.

      Es necesario salir a la palestra en defensa de unos principios que desde una muy particular visión política se intentan destruir: porque cuanto más inculto sea el votante, más fácil será su control y, por eso, tenemos una sociedad que vota sistemáticamente a los partidos políticos sin valorar la idoneidad de un programa donde claramente se indique qué y cómo se quiere gobernar un país para construir una sociedad más justa, ecuánime y digna.

      En muchas ocasiones, tal vez demasiadas, se mantienen diálogos en los que es difícil extraer conclusiones, ya que la terminología utilizada no es correcta y esa circunstancia nos lleva a una nueva torre de Babel o Etenemanki, donde la dispersión humana es consecuencia directa de la dificultad dialéctica y, por ende, de la comunicación.

      Son muchas las razones que me llevan a controvertir, de igual manera que otros discreparán sobre las mías.

      ¿Quién tiene razón?

      Es necesario desarrollar la fantasía y el ideal de llegar a la verdad, si es que esta no es una utopía. Es necesario utilizar el esfuerzo necesario en la consecución de una sociedad mejor y más desarrollada.

      ¿Cómo?

      El lenguaje es el vehículo que nos incita a la comunicación; de esta, nace la controversia capaz de aportar luz y conocimiento. Y este conocimiento es el que nos muestra la verdad.

      R. S. C.

      Septiembre 2018

      EUTANASIA…

       ¿PALABRA PERVERSA?

      Introducimos


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