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Decadencia. Adrian AndradeЧитать онлайн книгу.

Decadencia - Adrian Andrade


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productos para una futura guerra mundial.

      Los militares americanos creían que otra guerra podría desatarse en cualquier momento y ante la paranoia, se dedicaron a evolucionar la tecnología en el armamento para proteger a la Nación mientras que en la isla izquierda, los ambientalistas manifestaban que la Madre Naturaleza sería la que se rebelaría primero contra los humanos consumiéndolos en caos y destrucción a través de sus fenómenos naturales. De una u otra, la innovación de armas fue aprobada en una reunión privada como solían suceder.

      Estas dos islas centrales representaban ruinas por causa de una bomba detonada por la inestabilidad magnética. Se trataba del modelo titulado Flash de Metal Eléctrico X referido sencillamente como el FMX.

      El FMX era una mini bomba insertada en un misil y disparada desde una bazuca. Este misil explotaba en miles de chispas eléctricas provocando el malfuncionamiento computacional de cualquier transporte aéreo.

      Los controles de navegación dejaban de funcionar porque las chispas absorbían toda la electricidad del transporte hasta dejarlo en estado muerto. Un efecto parecido al que acababan de experimentar.

      —Dr. Berger, y ¿si el misil fue lanzado desde allá? —inquirió Theresa al reconocer la isla derecha.

      —Esa isla es puro desastre —certificó Marcus—. Desde el accidente se abandonó el proyecto y se guardó todo. El artefacto a cuál se refiere se encuentra sellado en otro lugar. Además Hank mencionó que la descarga vino de arriba.

      —El FMX —revelando el nombre— crea confusión, altera los sistemas del computador de navegación.

      —¿Qué insinúa doctora?

      —¡No es ninguna casualidad encontrarnos exactamente en frente de una de las islas manufactureras!

      —Si fuera así, entonces ¿por qué no hay nadie intentando capturarnos?

      —No lo sé, quizá estén esperando el momento adecuado.

      —No poseemos nada importante.

      —El humanoide —recordó Theresa.

      Marcus recapacitó y corrió al sitio de impacto seguido muy de cerca por Theresa. Al llegar encontraron a Tyson tirado en el suelo y al piloto James con el rostro destrozado por causa de los vidrios incrustados.

      Los doctores infirieron que a Tyson lo golpearon con un tubo y al piloto lo estamparon en la ventana de por sí media rota.

      Debió haber estado inconsciente para no haber gritado durante la acción, pensó Marcus al revisar al piloto.

      —¡Tiene pulso! —dijo la doctora tocando el cuerpo de Tyson.

      Marcus comenzó a buscar hasta por debajo de las rocas ¡Vaya ironía! Sólo estuvieron alejados como seis minutos y no se dieron cuenta de la situación. No tenían armas ni un entrenamiento militar para enfrentarse contra una amenaza desconocida. Solamente podían esperar la llegada del equipo de rescate.

      Theresa intentó despertar a Tyson para encontrar algunas respuestas pero fue inútil, el golpe a la cabeza había sido fatal por lo que sería incómodo despertarlo con una jaqueca. Enhorabuena la espera no demoró, el helicóptero de emergencia ya venía aterrizando.

      —Dr. Berger, disculpe la tardanza —comentó el sargento Randall bajando del transporte de rescate—. Andábamos sobrevolando alrededor intentando encontrarlos hasta que recibimos la señal.

      —¡Nomás son tres! —renegó Marcus entre el sonido de las hélices.

      —Este transporte es sólo para el uso de rescate por tanto debe de disponer de espacio.

      —Sargento como se apellide —refutó Marcus— un grupo de criminales secuestraron a un individuo de suma importancia y necesitamos recuperarlo inmediatamente.

      —Dr. Berger, mi recomendación es llevarlos primero al Sector Cero, no contamos con suficientes soldados para entablar una batalla.

      —Ese individuo representa una prioridad máxima para la seguridad nacional, si quiere conservar su puesto actual, le recomiendo que haga exactamente lo que le ordeno.

      —¿Cuál es el rumbo? —Accedió el Sargento.

      —La isla de Paoha —señaló el doctor hacia enfrente suponiendo que la isla derecha sería la más lógica para comenzar a buscar.

      Los soldados subieron primero al inconsciente de Tyson, después a la adolorida Theresa y al final a Marcus. El piloto James fue abandonado temporalmente en el desierto. No había tiempo por perder, debían adentrarse a la pequeña isla para recuperar al humanoide, porque su posesión podría equivaler a millones de dólares y también podría garantizar una evolución en la tecnología garantizándole al país la ventaja de ganar una futura guerra mundial o al menos sobrevivir de cualquier ataque terrorista.

      —Dr. Berger, la isla está muerta.

      —Lo sé Sargento, estuve en la clausura.

      Theresa miró a los ojos de Marcus como señal de precaución. Éste se había obsesionado con Elder y por esa obsesión sería capaz de arriesgar las vidas de los rescatistas con tal de tenerlo bajo su poder. Tyson continuaba sin noción del nuevo plan, la doctora trataba de atenderlo más su distracción por recuperar al humanoide era más substancial.

      La zona se miraba en ruinas desde el cielo como lo había mencionado el Sargento. Desde el incidente eléctrico nada verde volvió a crecer, la tierra era pura ceniza y lo único en pie eran edificaciones malgastadas.

      El helicóptero aterrizó con extrema cautela cerca del lago, sólo descendieron el Dr. Berger, el sargento Randall y el cabo Hudson. El resto del personal permaneció a bordo del transporte el cual guardaba altura en caso de una emergencia imprevista.

      De forma sigilosa el Sargento llevó a cabo el reconocimiento del lugar para prevenirse de trampas o ataques sorpresas. El Cabo iba en la retaguardia con sus oídos enfocados hacia los lados por si escuchaba otros pasos aparte del trío. Sin poder ocultar sus nervios, Berger se encontraba justo en medio de los dos como era de anticiparse.

      El ambiente era demasiado silencioso, inclusive el lago permanecía inmóvil. Esta escasez de vida había sido causa de la explosión accidental de un misil FMX en procesamiento. Antes de la extinción natural, la isla de Paoha gozaba de un ambiente exótico con exquisita vegetación y abundancia de aves, conejos y ardillas.

      El Sargento registró unas huellas entre las cenizas e hizo una señal al Cabo y al Doctor para que estuvieran en alerta. El rastro terminaba cerca de las edificaciones donde solían estudiarse los componentes por separado del FMX y sus posibles alcances como consecuencias.

      El trío permaneció en completo silencio al ingresar adentro de la edificación. El lugar se miraba claro por los huecos en el techo. Con discreción caminaron entre los escombros cuidándose de no pisar algunos clavos o tropezarse con las varillas. Encajarse en uno de estos metales regados podría ser bastante doloroso y hasta venenoso.

      De repente algo se quebró, el Sargento apuntó directo al sonido, resultando en una falsa alarma. Berger había tirado accidentalmente una lámpara al suelo. El Sargento movió la cara con negatividad y dobló a la izquierda donde sintió pisar una bala.

      El Cabo se acercó y tomó la bala para analizar el tipo de arma a la cual pertenecía, la sujetó con sus dedos y dio un sorbo. Hudson poseía capacidades desarrolladas con el tacto y paladar, tocar y probar los objetos le ayudaba a obtener información sobre sus respectivos enemigos.

      —Cabo, hábleme.

      —La bala fue disparada hace quince o veinte minutos.

      —¡Imposible, los hubiéramos escuchado! —interrumpió Berger.

      —El arma es diferente, no reconozco los modelos probables porque la bala ha sido alterada, podría tratarse de un prototipo.

      —¿Más humanoides? —el Sargento observó a Berger para obtener respuestas.

      —Sean


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