Decadencia. Adrian AndradeЧитать онлайн книгу.
no garantizará resultados. Haga una excepción, use la sensibilidad en esta situación.
—Los científicos como nosotros no somos humanistas, no nos dedicamos a comprender sino a comprobar la existencia y diagnosticar consecuencias y/o soluciones hacía lo desconocido. Grábeselo en su diminuta cabeza antes de que me obligue a reubicarlo en otra área inferior a la que actualmente labora.
—Sólo era mi humilde opinión Dr. Berger.
—Váyase.
Finch se levantó del comedor y se dirigió a su cubículo tratando de ocultar su temor despertado al pasarse de listo.
La incómoda verdad del asunto era que Finch no compartía las mismas ideologías de su superior, solía dejarse llevar por el sentimentalismo del momento. Su juicio no era reinado por la frialdad de su mente sino por la sensibilidad de su corazón y la naturalidad de sus impulsos.
En compañía de Menard, los tres doctores tenían años de estar trabajando en el Sector Cero. Como era de esperarse, cada una de sus identidades eran desconocidas al mundo exterior al igual que sus logros, uno de los objetivos del contrato al haber aceptado integrarse a un sector inexistente de casos sobrenaturales.
¿Cuántos secretos no compartían estos tres doctores científicos? No cabía duda, la llegada de Elder les había abierto una infinidad de posibilidades de avanzar en sus investigaciones y a su vez no los excusaba ante la ausencia de resultados en el año que llevaban estancados.
Por lo tanto Menard y Berger compartían la idea de abrirle la cabeza al humanoide para insertar una nueva tecnología que de acorde a su etiqueta descriptiva, se describía como un succionador de imágenes o datos sellados en las profundidades del subconsciente.
La desventaja recaía, como lo aseguraba Finch, en que dicha tecnología nunca se había experimentado en humanos ni muchos menos en humanoides por lo tanto podrían tirar a la basura la única oportunidad de conseguir una dosis de verdad.
Por más que los tres científicos insistieron a los ingenieros que repararan las unidades electrónicas de la nave en donde había llegado Elder, no lo lograron.
El hardware se había quemado internamente y carecía de solución alguna al desconocerse los componentes. La esperanza del futuro recaía en la memoria dañada de Elder y punto.
Era cuestión de cambiar la estrategia como lo había sugerido Finch y al parecer, éste había logrado convencer a sus colegas de darle otro mes de vida al humanoide antes de acudir al nuevo programa llamado Mindtech.
III
El helicóptero con sistema de invisibilidad denominado Black-Ghost se encontraba cerca del sitio solicitado por la Central Norte. Había una ligera turbulencia en el transporte acompañada de una profunda tensión. Nadie a bordo hablaba, algunos mantenían sus miradas fijas en sus rifles mientras otros pulían sus cuchillos.
—¡Prepárense! —rompió el silencio la Teniente Wells desde el asiento del copiloto—. ¡El sitio está a cinco minutos!
La tripulación en la parte trasera asintió ante la orden y comenzaron a recargar sus rifles y colocarse los micrófonos en sus oídos. Los cinco individuos abordo integraban el Escuadrón Beta, bajo la autoridad militar de la Teniente Naomi Destry Wells.
Enseñada en las artes de defensa desde los siete años y subiendo de rango militar conforme dominaba las tácticas en los campos de batalla y simulacros. A sus cuarenta y cuatro años, la Teniente se mantenía activa en las operaciones militares especiales, en especial aquellas que terminaban en asesinatos. Siempre y cuando fuesen verificadas por la única persona a quien obedecía.
Su escuadrón consistía en soldados o agentes especialistas en el combate defensivo y manejo de armas. Entre ellos se encontraban: el rastreador Karl, el analista Adam, la piloto Rosa y el Sargento Sam, éste último era el segundo al mando. Ninguno tenía registrado los apellidos por ser agentes inexistentes en territorio americano.
Sus misiones consistían en asesinar a los forasteros ilegales con absoluta discreción. Borrar la evidencia y desaparecer del radar civil o político. Tenían prohibido ofrecer piedad. Contaban con derecho a una vida social y ni así se lo acreditaban por encontrarse en una guerra que tarde o temprano estallaría. Los cinco se regían conforme a las reglas de la Central Norte, convirtiéndose en Los Desalmados, seudónimo elegido por sus enemigos.
—¡Central Norte solicita su atención! —informó Rosa con su acento bien marcado.
La Teniente Wells tomó el radio y se levantó del asiento para dirigirse a la parte de atrás. Los soldados residían en completa firmeza y profunda concentración. Miraban por las puertas abiertas algunas estrellas brillantes esparcidas en el cielo negro.
Era un escenario magnífico de presenciar y a la vez un símbolo de esperanza, un sentimiento extinguido de las últimas décadas.
—¡Comprendido, lo interceptaremos en dos minutos! —pronunció Naomi, alistándose para la batalla.
—¡Deberíamos verlos! —declaró Karl mientras revisaba el radar en su computadora— ¡Estamos justo en el perímetro como Central Norte especificó!
—¡Yo tampoco veo nada! —compartió Sam esparciendo la ansiedad.
—¡Pueden estar usando un escudo de invisibilidad como nosotros! —Informó Adam.
—¡Imposible, sus sistemas se dañaron durante la brecha! —aseguró Naomi—. Además, están en la mira.
Al mencionar lo último todos giraron en la dirección contraria de la Teniente, logrando observar un pequeño vehículo quemándose en el cielo negro.
La aeronave iba descendiendo a una velocidad tan extrema por lo que el impacto sucedería en cuestión de segundos.
—¡Central Norte, hemos ubicado el vehículo ilegal y estamos por iniciar el exterminio! —Confirmó Naomi.
—Al ritmo que va no quedará nada —comentó Rosa.
—No estés tan segura —corrigió Adam—, acaban de activar las capsulas de emergencia
—¿Cuántas se activaron?
—Tres de cuatro registrados, Teniente —declaró el rastreador.
Naomi observó a su alrededor y asintió a la piloto para seguir con el plan; después tomó un rifle y dirigió algunas palabras a su tripulación.
—Escuchen, hasta hoy no hemos tenido ningún fracaso y espero que continúe así, estos forasteros vienen armados y eso los hace peligrosos. Hagan lo necesario para que ninguno de estos malditos sobreviva. La seguridad de este planeta depende de nosotros, así que espero que sigan dando lo mejor como siempre lo han dado.
Su escuadrón la saludó en señal de aprobación.
—¡Aterrizamos en treinta segundos! —interrumpió Rosa ejerciendo presión a la rígida palanca— ¡Sujétense, el descenso va a ser duro!
El Black-Ghost descendió en un eje vertical dentro del área marcada por la Central Norte. El sitio estaba conformado por varios edificios en ruinas, charcos de agua estancada, botes de basura, papeles regados, plásticos rotos, lodo por doquier y una pésima iluminación artificial ante el constante parpadeo de los focos.
—Creo que hemos estado en peores situaciones —expresó Sam siendo el primero en bajar, seguido por Karl y la Teniente, quedándose por el momento Adam por priorizar la descarga de los planos sobre el terreno de esta cacería.
—¡Muchachos! —llamó Rosa con preocupación—, el tanque del combustible bajo más de lo esperado, tendré que quedarme a revisarlo, puede que haya una fuga.
—Eso explicaría porque el modo de invisibilidad se ha deteriorado, podría estar tomándolo del combustible y eso lo explicaría —agregó Adam.
—Tendría sentido pero quizás no cargaron bien la batería, de una u otra forma debo averiguar antes de volver al aire.