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Imitación del hombre. Ferran ToutainЧитать онлайн книгу.

Imitación del hombre - Ferran Toutain


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      IMITACIÓN DEL HOMBRE

      FERRAN TOUTAIN

      IMITACIÓN DEL HOMBRE

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      Título original: Imitació de l’home, 2012

      © Ferran Toutain, 2020

      © Malpaso Holdings, S. L., 2020

      C/ Diputació, 327, principal 1.ª

      08009 Barcelona

      www.malpasoycia.com

      ISBN: 978-84-18236-22-8

      Diseño de interiores: Sergi Gòdia

      Maquetación: Palabra de apache

      Imagen de cubierta: Georges Seurat, Parade de cirque (1887-1888)

      Bajo las sanciones establecidas por las leyes, quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización por escrito de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecánico o electrónico, actual o futuro (incluyendo las fotocopias y la difusión a través de Internet), y la distribución de ejemplares de esta edición mediante alquiler o préstamo, salvo en las excepciones que determine la ley.

      PRÓLOGO A LA PRESENTE EDICIÓN

      La primera versión de Imitación del hombre se publicó en catalán en 2012 (Imitació de l’home, Barcelona: La Magrana-RBA). Al cabo de unos años emprendí una traducción al castellano para ofrecerla a algunos editores que mostraron cierto interés por el libro, pero por distintas razones ninguna de las posibilidades que se me presentaron pudo llegar a hacerse realidad. Dejé apenas hilvanado el texto castellano, y, con el tiempo, el lingüista y colaborador de diversos medios editoriales Carlos Feliu, que me había manifestado en más de una ocasión su entusiasmo por este ensayo, me animó a completarlo y se ofreció a encontrarme un editor. Su tenacidad se vio por fin atendida en 2019, gracias al decidido interés por llevar a cabo el proyecto de otro profesional de la edición, el profesor de humanidades Pablo Romero. Tengo con los dos una gran deuda de amistad y agradecimiento que quiero hacer extensiva a todo el equipo editorial y muy en especial a Sabela Arranz.

      Para esta edición he depurado el texto de errores puntuales y he matizado alguna referencia científica que con el tiempo perdió parte de su valor. Así mismo, he suprimido un cierto número de fragmentos, he añadido nuevos comentarios cada vez que me parecía oportuno, he introducido cambios estilísticos en razón de las distintas peculiaridades de cada lengua —libertad de la que, para insatisfacción de los traductores, solo puede disponer un autor— y he incorporado cerca de doscientas notas bibliográficas que no constaban en la edición catalana. Todas esas reformas hacen que esta versión de la obra pueda considerarse más un nuevo original que una traducción. Sin embargo, he renunciado por lo general a actualizar aspectos de ciertos fenómenos de masas que en 2012 ya manifestaban con energía sus ansias de poder y que, en los años transcurridos desde entonces, se han ido adueñando progresivamente de la opinión pública, y han llegado a dominar importantes sectores del mundo cultural y académico y del poder político. Me refiero, como el lector ya habrá adivinado, a los movimientos de masas obedientes sin tregua a la propaganda emocional de los distintos partidismos ideológicos, lo cual, en opinión de los mejores ensayistas actuales, amenaza seriamente las instituciones democráticas y la tradición cultural de Occidente. Tales movimientos ofrecen en abundancia ejemplos diáfanos de la imitación multitudinaria y de sus consecuencias, pero me ha parecido que lo que describo a lo largo de este libro ya da cuenta suficiente de la naturaleza de los hechos que podemos observar en el mundo que se nos viene encima. Así, pues, no he añadido nada a lo que escribí sobre el nacionalismo, la reaparición de los extremismos de derecha e izquierda o el fundamentalismo ecologista, a pesar de que la renovada exasperación —tras la larga pausa que impuso la crisis económica— de la lucha popular contra el cambio climático ha producido algunos fenómenos, singularmente el de Greta Thunberg, que ilustran como pocos la exacerbación colectiva del impulso mimético. Sí he ampliado, en cambio, lo que se refiere al feminismo de cuarta ola y a la implantación progresiva, cada día más hegemónica, de la ideología de género, pues creo que el asunto merecía mayor extensión.

      Finalmente, no puedo dejar de mencionar aquí a Arcadi Espada, Salvador Oliva, Xavier Pericay, Ponç Puigdevall, Ferran Sáez Mateu, Enric Sòria, Gerard Toutain, Jaume Vallcorba Plana I.M. y Magda Valls, que fueron los primeros en leer el manuscrito catalán y cuyas aportaciones resultaron todas de gran utilidad. A mi reconocimiento por sus consejos a Arcadi Espada, con quien comparto desde siempre un cúmulo de intereses entre los cuales destaca, por supuesto, el de la fascinación por el espectáculo mimético que nos brinda la sociedad en la que vivimos, he de añadir mi gratitud por su generosa difusión del libro, en la misma medida en la que debo agradecerla a Valentí Puig, de cuya amistad he obtenido siempre los mayores beneficios, y también y por los mismos motivos, a Salvador Oliva y a Ponç Puigdevall. Se ha hablado de este libro más de lo que yo podía esperar gracias a José María Albert de Paco, Melcior Comes, Daniel Capó, Iñaki Ellakuria, Enric Gomà, Juan Antonio Horrach, Juanjo Jambrina, Esteve Miralles, Carles Miró, Roser Monner, Vicenç Pagès, Javier Pérez Escohotado, Adrià Pujol, Joan Sellent, Lluís María Todó e Ignacio Vidal-Folch. Para preparar el texto definitivo de esta edición he vuelto a contar con la colaboración imprescindible de Gerard Toutain y Magda Valls, que me han ayudado a corregir errores y a reconsiderar aspectos importantes del texto, y con las recomendaciones de Xavier Pericay, coautor, hace ya varias décadas, de mis dos primeros libros y a quien me une un afecto imperecedero. A lo largo de estos años, he mantenido muy extensas y provechosas conversaciones sobre los distintos temas que componen Imitación del hombre con un buen número de personas, particularmente con mi compañero y amigo Aníbal Salazar, que también me ha ayudado a revisar el texto definitivo, con Íngrid Vidal, y con Nacho Martín Blanco, Andrea Martínez Molina, Roger Raurell, Miranda Solana y Lucas Tusquets. Estos últimos fueron en un tiempo mis alumnos y les cuento ahora entre los mejores interlocutores de mis inquietudes.

       Ser hombre significa imitar al hombre.

      WITOLD GOMBROWICZ, Diarios

      PREFACIO

      No tendría yo más de cuatro años, pero me sigo representando la escena con todos sus detalles. Es probable que muchos de esos detalles salgan de las fotos que se conservan de aquel día y que los otros los haya añadido yo con el tiempo a fuerza de imaginarla. Me veo caminando por una calle empedrada en compañía de Antonio, un primo de mis primos cinco o seis años mayor que yo. Sé que con nosotros iban otros niños, pero solo consigo verme a mí pendiente de Antonio; de él y de la comitiva de adultos —padres, tíos, familiares de todo grado— que venía detrás. Salíamos de un restaurante de la Diagonal de Barcelona, donde habíamos celebrado el ochenta aniversario de mi abuela y de su hermana melliza, y ya había empezado a oscurecer. También sé que estábamos en invierno, pues en las fotos de aquel banquete todos llevamos ropa de abrigo, y supongo que había llovido, porque —aunque, a efectos de lo que quiero contar, es un detalle sin otra función que la de insistir en la nitidez del recuerdo— la escena se me presenta siempre con reflejos de farolas en los adoquines. Tal vez importe saber, en cambio, que los domingos y los días de fiesta los niños íbamos vestidos de «hombre recortado», como solía decir mi madre: chaqueta y pantalones cortos de conjunto, camisa blanca de cuello almidonado, corbata de goma elástica y zapatos de señor muy bien lustrados. Yo llevaba un buen rato observando que Antonio caminaba con el tronco ligeramente ladeado y una mano en el bolsillo de los pantalones. Adopto su misma postura, satisfecho como el hombre que estrena un cargo. Al poco, la voz de una de mis tías, o de una medio parienta de las habituales en ese tipo de celebraciones, me devuelve miserablemente a la condición de niño: «Fíjate en Ferran, mira cómo quiere imitar a Antonio. ¡Qué gracioso!…» Y unos segundos más tarde: «Mira, ya no lo hace. Nos habrá oído». Me habían descubierto unas intenciones que no podía negarme a mí mismo, y sentía esa evidencia como una deshonra. Ensayaba con determinación uno de mis primeros ademanes y al instante me hacían saber que no podía aspirar a nada


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