Sexo, violencia y castigo. Isabel Cristina Jaramillo SierraЧитать онлайн книгу.
Por otro lado, está el camino de Gil, quien no ha considerado importante revisar las cifras que ha presentado (aunque ha aceptado que están subestimadas). En cambio, encuentra que la violencia en nuestra sociedad es endémica y supone que, más allá de pequeños alivios, solo es posible el cambio radical. Busca una “revolución paradigmática que nos lleve a una sociedad sin violencia”. Sus ideales son “las sociedades igualitarias, libertarias, democráticas y no violentas”. Estas sociedades “no están por encima de la razón y del potencial humano, no son tan “irreales” o “utópicas” como muchas veces se cree que son”. Afirma que “estas sociedades, de distintos tamaños, han existido en la historia de la humanidad”, y en una nota al pie cita a Ruth Benedict, Martin Buber y Pyotr Kropotkin para apoyar su argumento (y a nadie más) (Gil, 1978).
Obviamente la aproximación del político es diferente. Gil fue el primer testigo en la audiencia citada por el subcomité de la infancia y la juventud. El senador Walter Mondale lideraba el subcomité y quería un proyecto de ley. Quien estaba buscando pasar una ley sobre el tema. Al seguir el procedimiento activado por Kempe en 1962, no quería que este proyecto fuera sobre pobreza porque nunca iba a ser aprobado. Quería aclarar que el abuso de niños ocurría en todos los estratos de la sociedad americana. Gil estuvo de acuerdo, pero intentó argumentar que los pobres tienen más factores que pueden llevarlos al abuso. “Yo sé que usted entiende esto”, contestaba Mondale, “pero esto no es un problema de pobreza, es un problema nacional”. Mondale se salió con la suya. Después de la audiencia el Child Abuse Prevention and Treatment Act fue pasado al senado. La principal contribución de Gil fue lograr incluir “tratamiento” en el proyecto de ley. Solo el senador Jesse Helms se mostró en contra de la ley. La cámara estaba conforme con el proyecto, y con unas pequeñas modificaciones (dentro de las que estaba incluir la definición de abuso), votó a favor. Al senado se le había olvidado este detalle. En el fondo, la definición de la ley es la definición de Gil de abuso físico. La ley fue rápidamente sancionada por Richard Nixon el 31 de enero de 1974. La acción legislativa había sido sorprendentemente rápida. Para 1968 todos los Estados tenían un sistema para reportar abusos, cuando para 1962 ninguno lo tenía. Interesantemente, por fuera de este continente, ningún otro país pareciera tener legislación específica sobre abuso de niños. Los británicos estaban igualmente preocupados por este tema, pero optaron por enfrentarlo con el uso de leyes preexistentes y directivas ministeriales.
No puedo dejar de mencionar otro ejemplo de la maleabilidad del término “abuso de niños”. El 3 de febrero de 1984, la Cámara de Representantes votó a favor, con 396 y solamente 4 en contra, de cambiar la definición de abuso de niños para incluir en ella la negativa de cuidado a recién nacidos con discapacidades que amenazaran su vida como una forma de abuso. Eventualmente el proyecto se convirtió en ley. Este cambio resultó en una restricción muy fuerte, pues todo profesional, incluidos médicos y hasta los sacerdotes, tienen la obligación de reportar a las agencias correspondientes cualquier tipo de abuso de niños, sin importar la confidencialidad de la información. Esta es una de las aplicaciones de la ley: si un médico considera que un colega no atendió a un niño, bajo la consideración de que tenía “daños” irremediables, entonces el médico está en la obligación de reportar a su colega por abuso. La discrecionalidad dejó de existir en los casos neonatales.
5. Incesto
Antes, los delitos sexuales cometidos contra los niños se diferenciaban claramente de la crueldad contra los niños. Hoy en día están ambos dentro de la misma categoría de “abuso”, volviéndose un excelente ejemplo de la maleabilidad del término. Muchas personas hoy consideran que el abuso de niños significa abuso sexual. El abuso sexual tiene tres tipos. El primero de ellos no parece tener mucho en común con movimientos en contra del abuso de niños. Es como una constante: exhibicionismo, acoso en parques, y violaciones de niños que son recogidos en la calle. No conozco razones para pensar que este tipo de comportamiento ha cambiado en los últimos cien años o que las concepciones públicas y advertencias de los padres sobre estos peligros se hayan modificado. Es el clásico “no recibas dulces de extraños”. Otros dos tipos de violencia sexual se han vuelto visibles. Uno es el abuso sexual en guarderías, casas de paso, colegios, iglesias o instituciones similares por fuera del entorno familiar. Otro es el abuso sexual dentro de la familia, que en realidad implica incesto.
El incesto ha sido objeto de interés académico por parte de antropólogos y psicólogos. Cada cierto tiempo atrae la atención de los eugenistas, cuando la “endogamia” se ha asociado con el decaimiento intelectual o físico de poblaciones aisladas. Y ciertamente el tabú del incesto es extraordinariamente intenso, aunque quién cuenta como “pariente” para efectos de prohibir el matrimonio varía de sociedad a sociedad, incluso de la francesa a la inglesa. Aun así, hay muchos malentendidos alrededor del incesto. El incesto no era delito en el Reino Unido hasta 1908, cuando se expidió el Acto sobre el Castigo del Incesto –Punishment of Incest Act–. En Europa, el incesto no es comúnmente un crimen bajo el derecho penal, solamente en el derecho eclesiástico. Hoy en día el incesto no es delito en Francia, Holanda y Bélgica. Este descubrimiento no ha sido bien recibido por quienes están preocupados por el abuso sexual de niños. Un estudio histórico se observa con ira que “bajo la Ley Talmúdica, el sexo con una niña menor de tres años estaba permitido” (Rush, 1980, p. 17).
Más allá de las cuestiones jurídicas, el incesto no se consideraba un problema de nuestra sociedad. Era peor que la bigamia, pero la misma cosa: un vicio de personas extrañas, nada que ver con nosotros, del mismo modo que el famoso juicio por bigamia que se le hizo al hermano mayor de Bertrand Rusell no tenía nada que ver con las clases medias. Los párrocos seguro sabían que sí estaban relacionados, pero guardaron silencio. En los sesenta y principios de los setenta, el incesto y el abuso de niños se mantuvieron separados. Los trabajadores sociales y psicólogos que se preocupaban por el incesto les hablaban a audiencias diferentes a las del abuso de niños, que para entonces era la del maltrato infantil. Los dos fenómenos no fueron relacionados de manera pública hasta que se publicó un ensayo titulado: “Sexual Molestation of Children: the Last Frontier in Child Abuse” (El abuso sexual de niños: la última frontera del abuso de niños) (Sgroi, 1975, pp. 18-21). Se popularizó con un artículo publicado en Ms. en abril de 1977 titulado “Incest: Sexual Abuse Begins at Home” (Incesto: el abuso sexual empieza en casa). Esto no quiere decir que nadie había visto la relación antes. Peyton Place (1956) de Grace Metalious es quizás uno de los mejores –más predictivos– documentos sobre los cincuenta. En el desenlace de la trama, Lucas, el padre de Selena, era “un borracho que golpeaba a su mujer y un abusador de niños. Cuando digo abusador de niños lo digo en la peor forma en que se lo puedan imaginar. Lucas comenzó a abusar sexualmente de Selena a la edad de catorce años y la mantuvo callada a punta de amenazar su vida y la de su hermano menor” (Metalious, 1956, p. 347, citada en Weber, 1977, pp. 64-67).
Hay pasiones tremendas en juego. En algunos casos la palabra incesto no se usa. Está presente como un veneno, un horror detrás de las palabras de “abuso sexual” en los contextos familiares. Cuando se menciona la palabra, como lo hace la introducción de Incest as Child Abuse, el horror se vuelve explícito:
“El incesto entre adulto y niño golpea el corazón de la civilización. Es en la familia, como lo menciona Charles Horton Cooley (1964), donde se gestan la sociedad y la personalidad de manera inseparable. El incesto subvierte el proceso de gestación, perturbando tanto el orden social como el desarrollo del niño” (Horton Cooley, 1964, citado en Vander May y Neff, 1986, p. 1).
Esa es la racionalización que se hace del horror que causa el incesto, una racionalización que es posible cuestionar. Hay otra línea de argumento que hace poderosa la idea del abuso sexual intrafamiliar. No es el horror, sino la rabia acompañada de alivio catártico: rabia en contra del patriarcado y alivio para muchos de poder hablar abiertamente sobre el tema. La mayoría de quienes cometen abusos sexuales de los niños en la familia son hombres –padres, novios de las madres, tíos y algunos abuelos–. Las víctimas son niños y niñas, muchos de los cuales, ahora que han crecido, expresan sentirse aliviados de poder hablar sobre lo que les sucedió.
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