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Viviendo Sobrio. Anonimo Читать онлайн книгу.

Viviendo Sobrio - Anonimo


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un curso. ¿Hace mucho tiempo que tienes deseo de hablar suahili o ruso? ¿Te gusta la historia o las matemáticas? ¿Tienes conocimientos de arqueología o antropología? Hay cursillos que se pueden hacer por correspondencia, programas de instrucción emitidos por la televisión pública, clases para adultos que se reúnen una vez a la semana (por gusto de aprender y no necesariamente por crédito). ¿Por qué no probarlo? Para muchos de nosotros, hacer cursos así no sólo ha añadido una nueva dimensión a nuestras vidas, sino también ha servido de trampolín para una carrera nueva. Si los estudios llegan a serte fastidiosos, no vaciles en abandonarlos. Tienes derecho a cambiar de opinión y a abandonar cualquier cosa que no te compense el esfuerzo. Abandonar algo que no es bueno para nosotros o no añade nada positivo, placentero ni saludable a nuestras vidas puede requerir mucho valor y tener mucho sentido.

      9 Ofrecerte para prestar algún servicio útil. Muchos hospitales, agencias de protección a la infancia, iglesias y otras instituciones y organizaciones tienen una apremiante necesidad de voluntarios para ayudarles a realizar todo tipo de actividades. Las posibilidades son muy amplias: desde leer a los ciegos, o llenar sobres para un envío de la iglesia, hasta recoger firmas para una petición política. Infórmate en un hospital, iglesia, agencia gubernamental o club cívico de las necesidades de servicio que haya en tu comunidad. Nos sentimos mucho mejor cuando contribuimos con un servicio, por pequeño que sea, para nuestros prójimos. Incluso el acto de investigar las posibilidades de prestar tales servicios es por sí mismo informativo e interesante.

      10 Hacer algo para mejorar tu apariencia personal. La mayoría de nosotros no cuidábamos mucho de nuestro aspecto. Un corte de pelo, alguna ropa nueva, nuevos lentes o incluso nuevos dientes pueden producir en nosotros un efecto maravillosamente alentador. Frecuentemente habíamos tenido la intención de hacer algo parecido y los primeros meses de nuestra sobriedad parecían ser una buena ocasión para empezarlo.

      11 Intentar algo frívolo. No todo lo que hagamos tiene que ser un sincero esfuerzo para mejorarnos aunque todo esfuerzo de este tipo merece la pena y contribuye a aumentar nuestra autoestima. A muchos de nosotros nos parece importante encontrar un equilibrio entre períodos de dedicación a asuntos serios y momentos de pura diversión. ¿Te gustan los globos? ¿Los zoos? ¿La goma de mascar? ¿Las películas de los Hermanos Marx? ¿La música folklórica? ¿Leer novelas de ciencia ficción o policíacas? ¿Tomar el sol? ¿Las motonieves? Si no, busca algo no alcohólico que te recompensa únicamente con el puro placer de hacerlo y diviértete en sobriedad. Te lo mereces.

      12 ___________________________________________________ Aquí puedes poner lo que quieras. Esperemos que la lista anterior te ayude a idear una actividad diferente de las sugeridas. ¿Ha sido así? Bien. Hazlo.

      Una advertencia. Algunos de nosotros tenemos tendencia a pasarnos de la raya e intentar hacer demasiadas cosas a la vez. Tenemos algo que nos sirve de freno para esto, sobre lo cual te puedes informar en la página 44: El título es: “Tómalo con calma”.

      7 Usar la Oración de la Serenidad

      En miles de salas de A.A., en multitud de idiomas, se ve puesta en la pared la siguiente invocación:

      Dios, concédeme la serenidad para aceptar

       las cosas que no puedo cambiar,

       el valor para cambiar las cosas que puedo

       y la sabiduría para reconocer la diferencia.

      No se originó en A.A. Parece que desde hace ya siglos varias religiones la han utilizado en diversas versiones, y hoy día es de uso bastante generalizado dentro y fuera de la Comunidad. Sea cual sea nuestra religión, ya seamos humanistas, agnósticos o ateos, la mayoría de nosotros hemos encontrado en estas palabras una maravillosa guía para lograr, mantener y disfrutar la sobriedad. Ya sea que la consideremos como una auténtica plegaria a Dios o la simple expresión de un ferviente deseo, nos ofrece una receta sencilla para una vida emocional sana.

      A la cabeza de nuestra lista de “cosas que no podemos cambiar” hemos puesto nuestro alcoholismo. Ya sabemos que, hagamos lo que hagamos, no vamos a despertarnos mañana transformados en personas no alcohólicas — de la misma manera que no vamos a ser diez años más jóvenes ni doce centímetros más altos.

      No podíamos cambiar nuestro alcoholismo. Pero no nos dijimos mansamente, “Bueno, soy alcohólico. Supongo que tendré que beber hasta la muerte”. Había algo que sí podíamos cambiar. No teníamos que ser alcohólicos borrachos. Podíamos llegar a ser alcohólicos sobrios. Esto nos exigía un gran valor. Y además tuvimos que experimentar aquel ramalazo de sabiduría para poder ver que era posible cambiar, que podríamos hacerlo.

      Para nosotros eso no fue sino el primer y más obvio uso de la Oración de la Serenidad. Cuanto más alejados nos encontramos del último trago, tanto más bellas y más repletas de significado nos parecen estas pocas líneas. Podemos aplicarlas a situaciones cotidianas, las mismas de las que solíamos huir para escondernos en la botella.

      A modo de ejemplo: “Odio este trabajo. ¿Tengo que seguir haciéndolo o puedo dejarlo?” Entra en juego un poco de sabiduría: “Bueno, si lo dejo ahora puede que las próximas semanas o meses sean difíciles, pero si tengo las suficientes agallas para aguantarlo [el valor para cambiar] creo que acabaré en mejor situación”.

      O tal vez la respuesta sea: “Seamos realistas: este no es el momento oportuno para buscar un nuevo trabajo; tengo una familia que mantener. Además, aquí estoy con sólo seis semanas sobrio, y mis amigos de A.A. me dicen que es preferible no hacer ningún cambio drástico en mi vida en este momento; mejor concentrarme en no tomar ese primer trago y esperar a tener la cabeza en orden. Bien, ahora mismo no puedo cambiar de trabajo. Pero tal vez pueda cambiar mi propia actitud. Vamos a ver: ¿Cómo puedo aprender a aceptar el trabajo serenamente?”

      Al ver la oración por primera vez, la palabra “serenidad” nos pareció una meta imposible de lograr. De hecho, si la serenidad significaba apatía, resignación amarga o resistencia impasible, no la queríamos tener como meta. Pero llegamos a darnos cuenta de que “serenidad” no significaba tal cosa. Cuando la experimentamos ahora es como un simple reconocimiento: una forma lúcida y realista de ver el mundo, acompañada de una fortaleza y una paz interior. La serenidad es como un giroscopio que nos hace posible mantener nuestro equilibrio sean cuales sean las turbulencias que haya a nuestro alrededor. Y éste es un estado de ánimo que merece la pena intentar lograr.

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