La escritura del destierro. Michelle Evans RestrepoЧитать онлайн книгу.
formalidad protocolaria del billete de visita o en el discurso calculado del comunicado de prensa. Gracias a iniciativas editoriales como el Archivo Santander y la colección bibliográfica de la Fundación Francisco de Paula Santander, la mayoría de las fuentes consultadas ya había sido reunida y publicada en beneficio de pesquisas como la presente, otras fuentes inéditas apenas ahora son incorporadas al problema de estudio.
La visión multifocal del objeto a través de distintos géneros textuales permitió desvelar un Santander de matices. El hallazgo de ese personaje polifacético no solo es atribuible a las diversas fuentes, sino también a la perspectiva multidimensional inspirada en la obra Literatura en movimiento de Ottmar Ette,3 quien invita a entender el viaje como un objeto de varios estratos en vez de una sola capa de información. Ese tratamiento transversal aparece aquí desarrollado a través de cuatro puntos de vista, que se corresponden con el mismo número de capítulos del libro. El primer apartado estudia el marco discursivo en el que se inscribe el Diario; el segundo estudia el viaje como práctica a lo largo de cinco etapas: la partida, el recorrido, la parada, el regreso y la recepción; el tercero estudia el Diario como representación textual a través de sus diferentes componentes narrativos; y el cuarto estudia la representación mental que Santander se formó de sí mismo y de los otros, en el entendido de que lo que se dice de los demás es también una autorrepresentación.
Este libro es parte de la tesis doctoral “‘Mal hace de no venir a Europa quien tiene algunas proporciones’: el viaje de Francisco de Paula Santander al Viejo Mundo, 1829-1831”, sustentada en el 2019 ante la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, bajo la dirección del profesor Yobenj Aucardo Chicangana Bayona. Agradezco a la Universidad del Rosario su publicación y a todas las personas e instituciones que contribuyeron a la realización de la investigación que le dio origen; en particular a Colciencias, por el apoyo económico a través del programa de becas para doctorados nacionales; a la Biblioteca Luis Ángel Arango, la Sala Patrimonial de la Biblioteca Eafit, la Biblioteca Carlos Gaviria de la Universidad de Antioquia, la Biblioteca Nacional de Colombia, el Museo Francisco de Paula Santander, el Museo Nacional de Colombia y el Museo de la Independencia, por proporcionarme el material de consulta; a mi director de tesis, por la acertada orientación del trabajo hasta su publicación; y por último, pero primero en el corazón: a mi familia, por el amor de todos los días.
Notas
1 Roger Chartier, “¿Existe una nueva historia cultural?”, en Formas de historia cultural, editado por Sandra Gayol y Marta Madero (Buenos Aires: Universidad Nacional de General Sarmiento/Prometeo Libros, 2007), 41.
2 1ª ed.: Francisco de Paula Santander, Diario del General Francisco de Paula Santander en Europa y los EE. UU. 1829-1832 (Bogotá: Banco de la República, 1963); 2ª ed.: Francisco de Paula Santander, Diario del General Francisco de Paula Santander en Europa y los EE. UU. 1829-1832 (Bogotá: Editorial Incunables, 1984); 3ª ed.: Francisco de Paula Santander, Santander en Europa [edición aumentada] (Bogotá: Fundación Francisco de Paula Santander, 1989).
3 Ottmar Ette, Literatura en movimiento. Espacio y dinámica de una estructura transgresora de fronteras en Europa y América (Madrid: CSIC, 2008).
El ancla: las referencias conceptuales
1.1. Protocolos administrativos coloniales
Santander estaba inscrito en una tradición que lo antecede en varios siglos. Escribir el viaje era una práctica instalada en el sistema administrativo español desde el Renacimiento. Como mostró Carlos Alberto González, “la alianza entre gobierno y escritura está ligada a los orígenes del ‘Estado Moderno’ y al sedentarismo y burocratización de sus instituciones”.1 Según González, escribir no era apenas una decisión personal, sino una imposición por parte de las autoridades hispánicas de informar todo cuanto sucediera, oyera o viera el viajero, en desarrollo de la empresa que le había sido encomendada. Frente a unos hechos que por distantes escapaban al control del gobernante, la escritura apareció como una vía de comunicación invaluable para el ejercicio del poder, de ahí la intensa circulación de todo tipo de documentos, cartas, mapas, etc., entre España y los territorios de ultramar, producto ya fuera de exploraciones geográficas, campañas militares, expediciones de reconocimiento, misiones religiosas y gubernamentales, o de la colonización de las regiones conquistadas. La avidez informativa tuvo su momento más alto durante el mandato de Felipe II, a quien González definió como un estadista papelero, artífice de la burocracia moderna. Preocupado por la pobreza informativa sobre el mundo americano, Felipe II puso en marcha una recogida sistemática de datos, que, entre otras disposiciones, ordenaba que
Los descubridores por mar ó por tierra hagan comentario é memoria por días, de todo lo que vieren y hallaren, y les aconteciere en las tierras que descubrieren; é todo lo vayan asentando en un libro, y despues de asentado, se lea en público cada dia delante los que fueren al dicho descubrimiento; porque se averigüe más lo que se pasare, y pueda constar de la verdad de todo ello firmándolo de algunos principales; el qual libro se guardará a mucho recaudo para cuando vuelvan le traigan y presenten ante el Audiencia con cuya licencia ovieren ido.2
1.1.1. Relaciones Geográficas de Indias
Así como mandaba escribir a los viajeros-descubridores sus hallazgos, a los agentes establecidos en América el rey dispuso cumplimentar las llamadas “Relaciones Geográficas de Indias”.3 También conocidas como “descripciones geográficas”, “descripciones de la tierra” o “relaciones topográficas”, las Relaciones Geográficas eran la contestación de los oficiales coloniales a los cuestionarios que envió el Consejo de Indias al Nuevo Mundo entre 1530 y 1812. El objetivo del Consejo era recabar la mayor cantidad de información posible sobre los dominios en América, en el entendido de que un territorio sería mejor gobernado mientras mejor fuera conocido. Con ese fin se les solicitó a las autoridades locales la representación de las Indias en términos geográficos, urbanos, demográficos, económicos, sociales, políticos, religiosos, etc., a partir de una serie de formatos pretendidamente neutros. Como las preguntas de la Corona prácticamente prefiguraban las respuestas, poco a poco se estandarizaron los informes hasta convertirse en un discurso estable que acabó por penetrar la manera de describir el mundo en general. Según Elena Altuna, el modelo descriptivo de las Relaciones Geográficas impactó textos tipológicamente ajenos al formulario, como el relato de viaje, según pudo constatar en los testimonios de viajeros que recorrieron los espacios peruanos y rioplatenses entre los siglos XVII y XVIII.4
Por lo visto, el paradigma de las Relaciones Geográficas también planeaba sobre el Diario de Santander. Aunque no llegó a ser funcionario de la Corona, pues antes de titularse lo sorprendió la revolución de Independencia, Santander venía de una formación en leyes que ciertamente ha debido prepararlo en los protocolos del Imperio. Según Sebastián Díaz, Santiago Muñoz y Mauricio Nieto, el decreto sobre formación de mapas provinciales que expidió Santander el 29 de noviembre de 1823 “parece inspirarse en los cuestionarios de las relaciones geográficas de la época colonial, al mismo tiempo que se ajustan las preguntas a las condiciones de un estado independiente republicano”.5 Se trata del artículo 1 que reza:
Cada uno de los gobernadores de las provincias remitirá por conducto del intendente respectivo á la secretaria del interior dentro del término de seis meses a lo más tarde, un mapa de su provincia, lo mas esato que fuere posible. En él se indicarán los ríos navegables que tenga, el punto hasta donde lo son, las principales cordilleras y sus direcciones, los puertos, poblaciones &a. Por separado remitirán las observaciones de latitud y longitud que sepan haberse hecho en su provincia y una