Curso de sociología general 2. Pierre BourdieuЧитать онлайн книгу.
de juicio en él. Tienen ustedes ahí el ejemplo mismo de la cuestión universal: se puede plantear a cualquier campo la cuestión de su autonomía, para la cual solo hay una respuesta histórica y particular. En el fondo, la principal virtud de este método es la de plantear cuestiones universales a las cuales solo puede responderse mediante la investigación, la historía,[16] la experimentación empírica.
La relación entre autonomía y frontera me parece importante: los límites de los campos no son sino por excepción fronteras jurídicas. En cierto modo, la mayoría de las veces –esta es una cuestión universal más, que puede plantearse a cualquier campo– son frentes, lugares, loci incerti[17] donde la lucha es particularmente acalorada. Por ejemplo, podríamos recordar la historia de las disciplinas [y mencionar] las relaciones entre la psicología y la sociología en el siglo XIX, o las luchas por la división del trabajo entre los biólogos de nuestros días. Las fronteras son lugares donde se juega la definición misma del campo. Por consiguiente, la postura operacionalista que consiste en decir “tengo todo el derecho de decir que la crítica es un subcampo porque, en el fondo, la noción de campo es un puro constructum, pura construcción teórica, y yo construyo y cambio de escala como quiero” solo es parcialmente verdadera: si bien es indudable que todo concepto científico es construido (en el sentido de que no se lo extrae inductivamente de la realidad), es operación constructora en cuanto cuestión general que recibirá su realidad del trabajo científico de construcción empírica y de la confrontación con las observaciones.
En otras palabras, podríamos decir que una de las maneras de zanjar la cuestión de los límites de un campo es conocer el lugar donde, en cierto modo, se debilita lo que podemos llamar “efecto de campo”. Pienso en un artículo de Actes de la Recherche en Sciences Sociales sobre las relaciones entre centro y periferia en la pintura italiana,[18] que se pregunta si es legítimo poner a los pintores aviñoneses en el campo de esa pintura, por ejemplo, en los siglos XIV y XV. Para empezar, no hay respuesta universal: la pintura aviñonesa puede estar en el campo en cierto momento y luego dejar de estar, lo cual es una información sobre el campo y su extensión. Al mismo tiempo, en sí misma, su presencia o no en el campo está de algún modo en función de la potencia del campo, su capacidad de producir efectos de campo y efectos de dominación. Hoy en día, por ejemplo, podrá decirse que la pintura francesa está en el campo de la pintura estadounidense: se ponen de manifiesto efectos de campo, por ejemplo, en el hecho de que los pintores se vean obligados a exponer al menos una vez en los Estados Unidos. Por consiguiente, solo podría responder a esta cuestión de los límites por medio de la investigación empírica, que me informará sobre la extensión de los efectos de campo.
Dicho esto, volvamos una vez más a la oposición entre campo y sistema: cabe suponer que en cada campo hay una tendencia al cierre, que cada campo tiende a constituirse en sistema o, para ser más exacto (porque aquí cometo un error que siempre denuncio: he puesto una abstracción como sujeto de una proposición), que en cada campo los dominantes tienden a cerrarlo, esto es, a transformarlo en sistema. Se necesitarían horas para explicitar esta proposición: el numerus clausus es una manera de constituir como barrera jurídica lo que es una frontera, en el sentido fuerte del término, un frente permeable con personas que lo atraviesan, que salen, que, si pueden pagar el derecho de entrada, podrán ser aceptadas y convertirse en agentes del campo.[19] Por ende, la tendencia a formar un sistema cerrado, a cerrarse, está presente siempre como una posibilidad del campo y es más fuerte, me parece, cuando los agentes que lo dominan tienen más medios para excluir a los nuevos ingresantes, es decir, para erigir lo que los economistas llaman barreras de entrada: de hacer que, en cierto modo, sea más alto el costo de instalación. Aquí, una vez más, las nociones de autonomía relativa, frontera y efecto de campo son absolutamente inseparables. En el fondo, estos son interrogantes generales.
El campo de los campos
Otra pregunta que me hicieron respecto de las clases del año pasado: ¿hay algo así como un campo de los campos? Aquí, para quienes no las tengan presentes, debo especificar las premisas de lo que cuento: la noción de campo nace del esfuerzo por explicar que dentro de esa cosa complicada que llamamos “sociedad” hay subuniversos pensables por analogía con juegos, y en los cuales suceden cosas diferentes de lo que sucede al lado. Algo importante: de ningún modo es propiedad universal de las sociedades; hay condiciones históricas y sociales de posibilidad de la aparición del funcionamiento en campos. Desde hace mucho, los sociólogos han observado, dándole nombres diferentes, ese proceso que asimismo se menciona en la tradición marxista o weberiana (retomaré esto muy pronto),[20] pero que, con Durkheim,[21] podríamos llamar de “diferenciación”; es el proceso que lleva al “mundo social” a dividirse en subuniversos dotados de autonomía y leyes propias de funcionamiento relativamente independientes de lo que los rodea. Pero entonces ¿hablar de campo no lleva a anular la noción de “mundo social”? ¿Aún es legítimo hablar, como mucha gente hace, de un “sistema social”? A mi juicio, la pregunta es importante. La responderé una vez más en el plano abstracto y teórico, lo cual acaso parezca arbitrario, pero puede justificarse. No es una simple opción metafísica, aunque a esta pregunta que acabo de plantear la mayoría de la gente que escribe sobre el mundo social responde sin saber que está mal planteada. Lo digo con arrogancia, pero es verdad.
Voy a responder a esa pregunta: creo que el espacio social, como espacio de los espacios, campo de los campos, es aún menos cerrado que cada uno de los campos. Es precisamente una suerte de lugar de todos los campos sociales. Y resulta difícil de pensar por muchas razones. Como repito todo el tiempo (pero creo que en este caso la repetición no es inútil), así como Bachelard hablaba de psicoanálisis del espíritu científico con referencia a las ciencias de la naturaleza,[22] a cada instante habría que hablar de psicoanálisis del espíritu científico con referencia a las ciencias del hombre. Si la terapia psicoanalítica es larga y ardua y –pese a mis declaraciones del comienzo– es verdad que la sociología no es una ciencia como las demás, se debe en gran parte a que ese psicoanálisis es tremendamente difícil.
Todos tenemos una filosofía del espacio social que nos costaría mucho enunciar en un discurso. Si repartiera entre ustedes unas cuartillas y les dijera “díganme qué entienden por sociedad”, ustedes se sentirían muy molestos o harían disertaciones, y sin duda ya las habrán hecho sobre este tipo de tema. Dicho esto, en expresiones comunes, en decisiones corrientes, en las decisiones científicas que toman los sociólogos al construir el objeto de una manera o de otra, en frases del tipo “la sociedad francesa, etc.”, no dejamos de involucrar y traer a escena una filosofía del mundo social. Esta filosofía también tiene su coherencia y no es lo que era ciento cincuenta años atrás. Nuestra filosofía del mundo social está ligada al estado del mundo social, pero creo que uno de los obstáculos al pensamiento [científico] de ese mundo, a su construcción adecuada, es la filosofía del mundo social de tipo arquitectónico que, con sus infraestructuras, sus superestructuras, sus instancias y demás, el marxismo refuerza formidablemente. En otras palabras, sobre el mundo social tenemos prenociones, como decía Durkheim,[23] esquemas espontáneos que la visión científica del mundo social de las generaciones anteriores constituye y refuerza. Si la cuestión que acabo de plantear acerca del espacio de los espacios, el campo de los campos, es difícil, se debe en gran parte a que hace ruido en estructuras de nuestro inconsciente social, que tiende a representar el mundo social como una casa en la cual hay cimientos (la infraestructura) y superestructuras. Entonces, el mundo social se concibe como algo bien estructurado, que puede dibujarse: la sociedad es como una pirámide con una élite necesariamente más pequeña que una “base” (el vocabulario está lleno de filosofía social…) más amplia. Es también algo que está terminado, cerrado, es un conjunto de individuos, lo cual carece por completo de sentido.
La noción de campo pone todo esto en tela de juicio. Ya es un poco mejor hablar (como se hizo mucho durante los años sesenta, en el período estructuralista) de un “sistema de sistemas”, un “sistema de estructuras”, una “estructura de estructuras”. Pero en ese entonces la pregunta era cómo “articular” las estructuras (con la metáfora de las “articulaciones”, el “cuerpo”, no estamos lejos de una forma de organicismo); cuando se habla del “sistema de sistemas”, se supone una cabeza,