Cuando el fútbol no era el rey. Carles Sirera MirallesЧитать онлайн книгу.
De este modo, en mi opinión, el resultado no es sólo –lo que ya sería muy importante– una valiosa contribución a la historia social del deporte. Es también una aportación creativa y útil a la historia sociocultural del País Valenciano contemporáneo.
Valencia y Orihuela, junio de 2008
JESÚS MILLÁN
1. José Ortega y Gasset: La rebelión de las masas, ed. de Domingo Hernández Sánchez, Tecnos, Madrid, 2003, p. 125.
2. Peter Sloterdijk: El desprecio de las masas. Ensayo sobre las luchas culturales de la sociedad moderna, Pre-Textos, Valencia, 2002, pp. 15-19. Wolfgang Reinhard: Lebensformen Europas. Eine historische Kulturanthropologie, C. H. Beck, Múnich, 2004, pp. 57-60.
INTRODUCCIÓN
1. ESTADO DE LA CUESTIÓN
En el contexto académico español, los deportes no han sido un tema de especial interés o atención. Para la historiografía de tradición marxista, este tipo de actividades sociales están cargadas de prejuicios, ya que dentro de su esquema interpretativo el fútbol, por ejemplo, no es más que un actualizado opio del pueblo.1Por lo tanto, la organización de campeonatos deportivos en vez de sindicatos ha sido entendida como un hecho negativo en la evolución social, cuyo único valor significativo era ser una prueba empírica del triunfo de la ideología de la clase dominante. Este enfoque interpretativo suele ver detrás del fenómeno social del deporte un demiurgo cuyo objetivo es extender una falsa conciencia entre la población. Por ejemplo, la mercantilización que vive el deporte durante la Dictadura de Primo de Rivera se resumiría en estas palabras: «el propio dictador impulsa los sistemas de espectáculos de todo tipo para generalizar sus efectos alienadores sobre la población: de esa manera nacerán los mitos futbolísticos o del boxeo –recuérdese a Paulino Uzcudun».2
Por otro lado, la sociología de origen funcionalista ha enfocado la problemática de la práctica deportiva como una consecuencia lógica más del progreso industrial, y su conceptualización está trabada por los lugares comunes de esta ciencia humana (proceso de urbanización, aumento de la movilidad social, producción en masa...), hasta el punto de que se ha adoptado la clarividente definición de «fenómeno cultural total» para denominar tanto al boxeo como al baloncesto.3 Este esquema teórico ha permitido trazar una línea argumental sobre el desarrollo de la práctica deportiva cuyo origen serían los deportes elitistas y aristocráticos, como la esgrima y la equitación, y su culminación, los grandes estadios donde se reúnen inmensas multitudes en una manifestación más de la cultura de masas propia de una sociedad industrializada moderna, equiparable al cine, la prensa, la radio...
Desgraciadamente, el número de estudios sistemáticos que permitan contrastar estas hipótesis en un marco diacrónico prolongado es escaso. Destacan los trabajos de Carles Santacana y Xavier Pujadas sobre Barcelona y Cataluña,4 que han mostrado cómo el deporte constituyó una práctica modernizadora de la sociedad catalana. Los primeros clubs, caracterizados por ser marcos de sociabilidad restrictivos y exclusivos, se vieron desbordados por un nuevo entramado asociativo cada vez más popular y diversificado,5 que estructuraba la sociedad civil y cohesionaba a sus integrantes. Posteriormente, durante el período de entreguerras, la explotación comercial de los deportes los fomentaría como un espectáculo público y, de este modo, creó un espacio nacional e internacional de competición, cada vez más complejo y espectacular gracias a las mejoras tecnológicas características del progreso económico.6
Pero si Barcelona cuenta con la fortuna de tener una investigación histórica sobre el nacimiento de la práctica deportiva, Madrid no es en este sentido tan dichosa. Hay una monografía antigua que recopila algunos trabajos diversos sobre el tema,7 y una tesis doctoral del profesor de Teoría e Historia del Deporte, Antonio Rivero, recientemente publicada.8 La obra del profesor Rivero, a pesar de presentarse como un estudio de toda la geografía española, tiene como fuente principal la prensa deportiva madrileña entre los años 1910 y 1936. Por otra parte, al presentar sin contrastar los escritos periodísticos, casi siempre quejumbrosos por el poco atractivo que tenía el ejercicio físico entre los españoles, el autor termina haciendo una lectura reduccionista de la actividad social que son los deportes al dejarlos en un epifenómeno de la modernización. Desde su esquema analítico, el débil arraigo que tuvo la cultura corporal en España se debió al atraso del país, ya que la consolidación de la práctica deportiva en la sociedad es una consecuencia de su modernización.
Por todo esto, Valencia es un escenario imprescindible para investigar el surgimiento de los deportes. Si Barcelona experimentó un desarrollo económico acorde con los parámetros de las teorías de la modernización, Valencia, por el contrario, supone un caso particular, singularizado por vivir un fuerte crecimiento económico y demográfico centrado en una agricultura competitiva y destinada al mercado, que, para facilitar su mejora técnica, favoreció la consolidación de un pequeño entramado de industrias y talleres locales, bastante alejado del modelo «manchesteriano», que supuso una incipiente industria de bienes de consumo.9 Además, Valencia vivió una fuerte ruptura del turno político de la Restauración a partir de 1900, que implicó, gracias a la acción de los blasquistas y la reacción de los católicos más distantes del canovismo, una fuerte movilización política de amplios sectores sociales, lo que permitió la pronta democratización de un municipio cuyos contornos eran difícilmente definibles en dicotomías del tipo población rural/urbana.10
2. REFERENTES TEÓRICOS DE LA SOCIOLOGÍA DEL DEPORTE
El presente trabajo comparte con la Alltagsgeschichte11 la autonomía de la sociedad y los individuos en su vida diaria. Considera que son las personas quienes deciden las propias prácticas sociales que las definen como sujetos dentro de sus contextos semánticos de referencia, y que son ellas mismas quienes dotan de significado sus actividades vitales. En consecuencia, intentará explicar el fenómeno social que es el deporte estudiando con la máxima concreción posible quiénes eran sus practicantes, cuáles eran los valores atribuidos a esta actividad y qué esferas de sociabilidad configuró su desarrollo, contextualizándolo con los procesos políticos y sociales que vivió la ciudad de Valencia entre 1875 y 1909.
Una de las tradiciones teóricas de la sociología del deporte que nutre esta investigación es la obra de Norbert Elias y Eric Dunning.12 Su sociología figurativa ha readaptado los parámetros del «proceso de civilización» para aplicarlos al estudio diacrónico de los deportes ingleses y relacionarlos con la evolución social de Inglaterra entre los siglos XVIII y XX. Desde su punto de vista, se da una transformación de los juegos populares, «el proceso de deportivización», que pasan de tener una naturaleza difusa, consuetudinaria, espontánea y violenta a ser una actividad reglamentada, institucionalizada y con unos límites claros al ejercicio de la violencia. Pero este desarrollo de los juegos populares se da en paralelo a los cambios de la sociedad y es un exponente de la difusión de los valores que caracterizan la representación ideal que la sociedad victoriana hacía de su mundo. La importancia de los deportes ya no reside en la capacidad de congregar cantidades ingentes de personas anónimas en un mismo lugar, sino en la organización que requieren dichas actividades para lograr la colaboración