Atropos. Federico BettiЧитать онлайн книгу.
le dio un folio en el que estaba especificado el reglamento del gimnasio.
Mariolina Spaggesi lo plegó, lo metió en el bolso y, saliendo, se despidió de la otra mujer, para después tomar el camino hacia su casa.
No veÃa la hora de comenzar: desde hacÃa tiempo se habÃa prometido a si misma asistir a un gimnasio, por libre, sin obligaciones de horarios, y finalmente aquel dÃa habÃa tomado la decisión de pararse.
Pasaba delante de él casi todos los dÃas porque estaba en el trayecto que unÃa su casa con su puesto de trabajo y a menudo preferÃa dar un paseo antes que utilizar los medios de transporte públicos. Los consideraba focos de virus gripales y, en el fondo, caminar, como le habÃan dicho, era beneficioso para la salud.
Aquella tarde llegó a casa y, después de haber cogido el correo y haber tomado una cena rápida con una pizza entregada a domicilio, se fue a dormir a las 21 horas: estaba cansadÃsima, debido a la pesada jornada laboral, y se quedó dormida al instante.
Fue a la mañana siguiente, durante el desayuno, cuando comprobó el correo que la noche anterior tan sólo habÃa dejado encima de la mesita de la sala de estar.
Algunos folletos publicitarios, una postal enviada por una amiga que estaba de vacaciones en el norte de Europa y un sobre blanco donde estaba escrito X MARIOLINA SPAGGESI y la dirección, escrito todo en letras mayúsculas.
No sabÃa quién era el remitente, porque evidentemente no habÃa querido que se supiese o porque, quizás, se daba a conocer en el interior del sobre mismo, o por cualquier otro motivo que Mariolina ignoraba.
Apoyó la taza de café con leche sobre la mesita y abrió el sobre, con mucha curiosidad por saber cuál podÃa ser el contenido.
Era muy ligero y, aparentemente, parecÃa que no contuviese nada.
En realidad, habÃa algo en su interior, y precisamente una tarjeta de visita. El texto decÃa:
MASSIMO TROVAIOLI
Direttore Marketing
Tecno Italia S.r.l.
Al final de la tarjeta de visita habÃa escrito un número de teléfono de empresa, de un teléfono móvil, también de empresa, y una dirección de correo electrónico personal.
Con las manos temblorosas, a Mariolina le cayó el sobre al suelo y la tarjeta de visita revoloteó durante un momento antes de caer también. Releyó una segunda vez todo, después de lo cual se debió sentar para intentar comprender qué estaba sucediendo.
6
Los resultaos de los análisis de la PolicÃa CientÃfica del piso de Lucia Mistroni y de la autopsia de su cuerpo llegaron bastante rápido y casi con el mismo tiempo de espera.
En la casa de la muchacha no se encontró, aparentemente, nada particularmente interesante, al menos en un primer momento.
Dejemos los precintos hasta que concluya esta historia, habÃa especificado Zamagni, porque sabÃa que la contaminación de la escena de un crimen habrÃa podido probablemente confundir las investigaciones y retardar la resolución. Además, podrÃan necesitar volver a aquel piso para posteriores comprobaciones.
El piso parecÃa completamente ordenado, sin nada que estuviese fuera de lugar. Esto podÃa significar que el culpable de aquel crimen no buscaba nada preciso cuando habÃa ido a casa de Lucia.
Y, además, la cerradura de la puerta de entrada estaba bien, sin trazas de haber sido forzada.
Por lo tanto, probablemente Lucia Mistroni conocÃa a su asesino.
La autopsia no habÃa sacado a la luz ninguna señal de resistencia. La mujer se habÃa golpeado la cabeza, quizás de forma letal y, en consecuencia, habÃa caÃdo al suelo.
âLo que tenemos hasta el momento no nos lleva a ninguna parte,â dijo el inspector Zamagni mientras hablaba con el capitán Luzzi en su oficina.
âPropongo buscar mejor entre sus parientes, sus amigos y conocidosâ dijo el capitán. âPor lo menos conseguiremos obtener un poco más de información sobre la muchacha.â
âEstoy de acuerdo.â
âQue le ayude el agente Finocchi. DividÃos el trabajo, para empezar. Volved junto a la madre, a continuación, según lo que os diga, hablad con las personas que conocÃan a la hija.â
Terminada la conversación Zamagni y Finocchi salieron para ir a hablar de nuevo con la madre de Lucia Mistroni. El tráfico rodado de aquella mañana era insoportable, de todos modos consiguieron llegar al destino en un tiempo razonable. La señora les habÃa dado su dirección antes de salir del piso de la hija el dÃa anterior.
Cuando la mujer vio a los dos policÃas estaba a punto de entrar en la casa después de haber pasado por la fruterÃa.
Les pidió que se acomodasen y les preguntó si querÃan algo de beber.
âMuy amable,â le agradeció el inspector âAceptarÃa encantado un vaso de agua.â
âLo mismo para mÃ, graciasâ, dijo Marco Finocchi.
La mujer echó el agua en dos vasos de vidrio bastante amplios y se los dio a sus huéspedes.
âNecesitamos de nuevo que nos ayude,â dio el inspector después de haber bebido un sorbo.
âDÃganme.â
â¿PodrÃa hacernos una lista de todas las personas que conocÃa su hija? Quiero decir de parientes, amigos y conocidos. Con respecto al lugar de trabajo basta con que nos diga el nombre de la empresa.â
La mujer cogió un folio, comenzó a escribir y, una vez terminado, los dos policÃas se dieron cuenta que iban a tener que trabajar duro para conseguir hablar con todos en el menor tiempo posible.
Zamagni cogió el papel, lo dobló y se lo metió en el bolsillo.
âDesde la última vez que nos hemos visto, ¿ha recordado algo que usted cree que pueda ayudarnos en nuestro trabajo?ââ preguntó a continuación.
âPor el momento, no, pero no me he olvidado. En el momento en que sepa algo, no dudaré en llamarosâ
âMuchas graciasâ, dijo Marco Finocchi.
âAhora nos debemos marchar. El trabajo nos espera.â Esta vez habÃa sido el inspector Zamagni el que habÃa hablado.
Los dos policÃas se levantaron casi al mismo tiempo, se despidieron de la mujer y salieron.
Se percataron de que el folio que les habÃa dado la mujer era muy detallado: por cada nombre de la lista habÃa especificado qué tipo de conocido o pariente era y, de aquellos que lo sabÃa, habÃa escrito incluso la dirección.
Zamagni decidió que comenzarÃan con los nombres de los cuales tenÃan la información completa y dejarÃan a los agentes que trabajaban en las oficinas la tarea de completar la lista con los datos que faltaban.
El inspector se ocuparÃa de los parientes y el agente Finocchi de los amigos.
Antes de comenzar la dura tarea de recogida de información se pasaron por la comisarÃa de policÃa y Zamagni aprovechó para hacer dos fotocopias de la lista que habÃa escrito la mujer: una copia se la dio al agente Finocchi, otra al agente encargado de buscar los datos que faltaban y Zamagni guardó en su bolsillo el original.
7
El autobús estaba a rebosar a aquella hora de la mañana: