Эротические рассказы

Jurada . Морган РайсЧитать онлайн книгу.

Jurada  - Морган Райс


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ritual.

      ¿Había muerto en el viaje de regreso?

      Sam bajó la mirada y la sacudió de nuevo. Todavía, nada.

      Finalmente, Sam se agachó y jaló a Polly junto a él. Le sacó su largo y hermoso cabello de la cara, puso una mano detrás de su cuello, y acercó su cara. Se inclinó y la besó.

      Fue un beso largo e intenso que plantó en sus labios, y Sam se dio cuenta de que ésta era la segunda vez que se habían besado. Los labios de Polly se sentían muy suaves, perfectos en los suyos. Pero también los sintió demasiado fríos, sin vida. Mientras la besaba, se concentró para  transmitirle su amor, quería regresarla a la vida. Mentalmente, quiso enviarle un mensaje claro. Haré lo que sea. Voy a pagar cualquier precio. Haré cualquier cosa para tenerte de vuelta. Solo regresa conmigo.

      “¡Voy a pagar cualquier precio!" Sam se echó hacia atrás y gritó a las olas.

      El grito pareció elevarse a los cielos e hizo eco en una bandada de pájaros que volaba arriba. Sam sintió un escalofrío a través de su cuerpo, al intuir que el universo había escuchado y le estaba respondiendo. Él sabía, en cada onza de su cuerpo, que Polly podía, realmente podía, volver a la vida. Aun cuando no estuviera destinado. Sabía que al haberlo exigido, había roto un plan más grande en el universo. Y que tendría que pagar el precio.

      De repente, Sam miró hacia abajo y los ojos de Polly se abrieron lentamente. Eran tan azules y hermosos como los recordaba, y lo miraban directamente. Por un momento, estuvieron en blanco, pero luego lo reconocieron. Y entonces se produjo la cosa más grandiosa y mágica que él jamás había visto: una pequeña sonrisa se formó en la comisura de los labios de Polly.

      “¿Te estás aprovechando de una chica mientras duerme?" Polly preguntó, con su acostumbrada jovialidad.

      Sam no pudo evitar sonreír. Polly había regresado. Era todo lo que le importaba en el mundo. Trató de quitar de su mente la terrible sensación de que había desafiado el destino y que tendría que pagar el precio.

      Polly se sentó; era de nuevo la chica ingeniosa y feliz que él conocía, aunque  se veía avergonzada de estar en sus brazos, y trató de hacerse la fuerte e independiente. Ella observó alrededor y se agarró de un lado de la embarcación mientras una ola los elevaba y luego los hundía.

      "No es exactamente lo que llamaría una expedición romántica en barco," dijo, viéndose aun un poco pálida, mientras trataba de mantener el equilibrio en el mar que se mecía. "¿Dónde estamos exactamente? Y ¿qué es eso en el horizonte?"

      Sam se volvió y miró hacia donde Polly estaba señalando. No lo había visto antes. Allí, a unos cientos de metros, había una isla rocosa que sobresalía del mar, con altos acantilados implacables. Se veía antigua y deshabitada, su terreno era rocoso y desolado.

      Se volvió y contempló el horizonte en todas direcciones. Era la única isla en miles de kilómetros.

      "Parece que nos estamos dirigiendo directamente hacia allí", dijo.

      "Eso espero", dijo Polly. “Tengo náuseas en este barco."

      De repente, Polly se inclinó sobre la borda y vomitó una y otra vez.

      Sam se acercó y puso una mano sobre su espalda para tranquilizarla. Polly finalmente se puso de pie, limpiándose la boca con el dorso de la manga y miró hacia otro lado: estaba avergonzada.

      "Lo siento," dijo ella. "Estas olas son implacables." Ella lo miró, con aire de culpabilidad. “No me debo ver muy atractiva."

      Pero Sam no estaba pensando en eso. Por el contrario, se estaba dando cuenta de sus fuertes sentimientos hacia Polly.

      "¿Por qué me miras así?" preguntó Polly. “¿Me veo horrible?"

      Al darse cuenta de que la estaba mirando fijamente, Sam apartó la mirada rápidamente.

      "No estaba pensando eso", él dijo, ruborizándose.

      Pero algo los interrumpió. De repente, en la isla aparecieron varios guerreros en la cima de un acantilado. Aparecía uno tras otro y, pronto, el horizonte se llenó de ellos.

      Sam se agachó para buscar sus armas. Pero le decepcionó comprobar que no había llevado ninguna.

      El horizonte se ennegreció con más y más guerreros vampiros, y Sam pudo ver que la corriente los estaba llevando directamente hacia ellos. Estaban a la deriva dirigiéndose a una trampa, y no había nada que pudieran hacer para evitarlo.

      "Mira", dijo Polly. "Vienen a saludarnos."

      Sam los examinó cuidadosamente y llegó a una conclusión muy diferente.

      "No, no vienen a eso", dijo. "Vienen a ponernos a prueba."

      CAPÍTULO TERCERO

      Caitlin estaba frente al puente de cuerda que conducía a Skye, Caleb estaba a su lado, y Scarlet y Ruth esperaban detrás. Observó la cuerda gastada balancearse violentamente, podía escuchar el silbido del viento a través de las rocas mientras las olas rompían contra los acantilados cientos de metros abajo. El puente estaba mojado y se veía resbaladizo. Si se patinaban hacia afuera Scarlet y Ruth morirían instantáneamente, además Caitlin aun no había probado sus propias alas. Realmente no quería correr el riesgo de cruzar este puente pero necesitaban llegar a la isla de Skye.

      Caleb la miró.

      "No tenemos muchas opciones", dijo.

      "Entonces no hay por qué esperar", respondió ella. “¿Llevo a Scarlet y tú tomas a Ruth?"

      Caleb asintió sombríamente mientras Caitlin tomaba a Scarlet y la ponía sobre su espalda, mientras que Caleb sostenía a Ruth en sus brazos. Ruth se retorció en un primer momento, quería bajarse, pero Caleb la sostuvo firmemente, y finalmente se calmó.

      No tuvieron más más remedio que ir en fila por el puente estrecho. Caitlin iba primero.

      Caitlin dio su primer paso titubeante sobre el puente e, inmediatamente, sintió que los tablones mojados eran muy resbaladizos. Extendió su mano y agarró la barandilla de cuerda para mantener el equilibrio, pero el puente se balanceó y la barandilla se hizo pedazos en sus manos.

      Cerró los ojos, respiró hondo, y se concentró. No podía confiar en su vista o en  su  equilibrio. Necesitaba recurrir a algo más profundo. Pensó de nuevo en las lecciones que la había dado Aiden y recordó sus palabras. Ya no trató de oponerse al puente: en su lugar, trató de sentirse en armonía con él.

      Caitlin confió en sus instintos internos y dio varios pasos hacia adelante. Abrió lentamente los ojos y, cuando dio un paso, un tablón cayó hacia el mar. Scarlet gritó, y ella perdió el equilibrio por un momento – rápidamente dio otro paso y lo recobró. El viento mecía el puente nuevamente. Caitlin sentía como si hubiera estado allí por siempre pero, cuando miró hacia arriba, vio que sólo había avanzado unos tres metros. Instintivamente supo que nunca lo lograrían.

      Se volvió y miró a Caleb. Vio la expresión en sus ojos y supo que él estaba pensando lo mismo. Más que nada quería simplemente extender sus alas y despegar, pero sintió algo en el aire y supo que Caleb tenía razón: había una especie de energía invisible en torno a esta isla, y no era posible volar sin haber sido invitados primero.

      El viento movió nuevamente el puente y Caitlin estaba empezando a desesperarse. Habían llegado demasiado lejos para dar marcha atrás.

      Ella tomó instantáneamente una decisión.

      "A la de tres, salta, agarra tu lado de la barandilla, y déjate columpiar!" gritó a Caleb. “¡No hay de otra!"

      “¿¡Y si se rompe!?" él respondió.

      “¡No tenemos otra opción! ¡Si seguimos así, vamos a morir!”

      Caleb no discutió.

      “¡UNO!" gritó ella, tomando una respiración profunda, “¡DOS! ¡TRES!”

      Ella saltó en el aire a su derecha, y vio a Caleb saltar a su izquierda. Escuchó a Scarlet gritar y gemir mientras Ruth caía por el borde. Caitlin extendió la mano


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