Antropología de la integración. Antonio Malo PéЧитать онлайн книгу.
no es más que una especie animal sin ningún derecho especial frente a las demás ni a la ecosfera[52]. De ahí, la necesidad de evitar no solo la contaminación y destrucción causadas por la tecnología, sino también el crecimiento demográfico humano, que pone en grave peligro el equilibrio ecológico. En última instancia, solo cuando las personas se convenzan de ser simples organismos que forman parte de un todo, será posible salvaguardar nuestro planeta.
La ecología profunda, además de defender una utopía antihumanista —como si fuera posible construir una civilización solo en base a nuestras relaciones con la naturaleza— tiene un concepto unívoco de naturaleza y, por tanto, ve al hombre como un animal que debe adaptarse a la naturaleza, sin tratar de modificarla y, menos aún, de humanizarla[53]. Los que piensan de esta manera no se dan cuenta de que el hombre, a diferencia de los animales, no se adapta a la naturaleza, sino que más bien es al revés: adapta la naturaleza a sí mismo, es decir, la humaniza.
Los movimientos ecológicos, aunque muchas veces exageran en sus propuestas y, a veces, también pecan de ser inhumanos, sirven para despertar la conciencia dormida del hombre contemporáneo, moviéndolo a una reflexión interdisciplinar sobre una serie de cuestiones de gran alcance, como la relación del hombre con la naturaleza (incluyendo la suya propia), el uso de las tecnociencias, la distribución de los recursos naturales y, sobre todo, la necesidad de cambiar de estilos de vida. Tal vez, en este último punto, se encuentre la clave de la ecología del futuro. Pues, es precisamente el deseo de tener más, en vez de ser más, el que conduce a la explotación desmedida de los recursos naturales, que, al concentrarse en pocas manos, deja a las generaciones actuales y futuras de muchos países en manos de una pobreza y degradación progresivas[54]. Por esta razón, la verdadera ecología es, sobre todo, de la persona. Frente a los ecologismos de diverso cuño, la ecología humana se ocupa especialmente de las buenas relaciones entre las personas, porque solo si la ecología ayuda a crear el espacio para que estas se desarrollen con dignidad, podrá también influir positivamente en las relaciones del hombre con la naturaleza, así como descubrir el mejor modo para transformar nuestro mundo en un hogar acogedor y justo[55]. Por eso, los nuevos estilos de vida, como el ahorro de energía, la sobriedad en el consumo, la restauración de un entorno limpio y digno, son inseparables de la comunión entre las personas y la apertura a los trascendentales del bien, la verdad y la belleza. De hecho, los estilos de vida ecológicos nacen de las virtudes y el don de sí: no solo a las personas de la propia comunidad y nación, sino también a las de otras naciones y continentes. La ecología, por ser humana, es sistémica y, precisamente por ello, no se reduce al medio ambiente ni a las relaciones con otras especies, impregna todos los ámbitos: la técnica, el trabajo, la sexualidad, la ciencia, el lenguaje y las instituciones sociales, como la familia, la comunidad, la nación o estado, así como las relaciones entre naciones y Continentes.
[1] La tesis contraria ha sido sostenida, sobre todo en los siglos XVII e XVIII, por los defensores del preformismo. Sobre este punto puede verse C. PINTO CORREIA, The Ovary of Eve: Egg and Sperm Preformation, University of Chicago Press, Chicago 1997.
[2] Como consecuencia de la crítica racionalista y empirista de las formas sustanciales, el término forma se usa poco en la filosofía moderna. Sin embargo, en el siglo pasado, ha vuelto a ser utilizado principalmente en la psicología alemana e inglesa. El término alemán Gestalt significa literalmente configuración o forma en tanto que reconocible, mientras que el inglés pattern designa la configuración como algo reproducible.
[3] La vivencia o lo vivido (participio pasado del vivir) puede definirse como la iluminación de la vida desde dentro, es decir, la realización de la propia vida, en mayor o menor grado. La vivencia presupone, sobre todo, la comunicación o el diálogo del ser vivo con la realidad circundante, a través de los instintos —en el animal— y de las tendencias, en el hombre. La expresión círculo de la vivencia es acuñada por Philipp Lersch (1898-1972), para quien los hechos anímicos de la pulsión, de la percepción del mundo, del sentimiento y de la conducta activa no son elementos aislados, sino que constituyen una totalidad que crece mediante una retroalimentación continua (vid. PH. LERSCH, La estructura de la personalidad, Scientia, Barcelona 1963, especialmente el primer capítulo).
[4] La teoría del imprinting fue formulada por K. LORENZ en su ensayo Evolution and Modification of Behaviour, (Chicago University Press, Chicago 1965). Allí se relatan sus experimentos con ánades, en los que muestra como estos animales son capaces de un aprendizaje innato e irreversible: el imprinting o impronta. Así, se establecen vínculos de dependencia de por vida entre los polluelos recién salidos del cascarón y el primer ser vivo que aparece ante ellos, que, en condiciones naturales, suele ser la madre.
[5] Para el estudio del movimiento desde el punto de vista funcional véase F. J. J. BUYTENDIJK, Attitudes et mouvements. Étude fonctionnelle du mouvement humain, Desclée de Brouwer, Paris 1957, p. 57 y ss.
[6] En 1932, el fisiólogo W.B. Cannon (1871-1945), analizando la tendencia de los mamíferos para mantener una composición sanguínea constante —estudiada años atrás por Claude Bernard (1813-1878)—, describe por primera vez un sistema biológico de regulación automática, al que llama homeostasis (vid. W.B. CANNON, The Wisdom of the Body, Norton, Nueva York, 1932).
[7] Para el estudio de las diferentes etapas en el desarrollo de la vida humana puede verse E. H. ERIKSON, El ciclo vital completado, Paidós Ibérica, Buenos Aires 2000.
[8] Como afirma el Aquinate, «cuanto más elevada es una naturaleza, tanto más íntimo es lo que emana de ella» (Santo TOMÁS DE AQUINO, Contra Gentiles, IV, c. 11, n. 1).
[9] Creo que el ateísmo y el agnosticismo, además de ser dos «posiciones débiles y minoritarias» (cfr. J.M. BURGOS, Antropología: una guía para la existencia, Palabra, Madrid 2003, p. 395), conducen al absurdo, a la contradicción profunda entre una vida vivida como si tuviese sentido y la renuncia teórica del mismo.
[10] Cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, De veritate, 9, I.
[11] Cfr. ARISTÓTELES, De anima, II, 3, 414a 29 - 415a 13.
[12] Cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, S. Th., I, q. 78, a. 2, c.
[13] Cfr. ibid., I-II, q. 2, a. 6, ad 1.
[14] Respecto a la intencionalidad del animal puede verse J. J. SANGUINETI, Filosofia della mente. Una prospettiva ontologica e antropologica, EDUSC, Roma 2007, pp. 61-66.
[15] Para el debate filosófico sobre el origen de la vida me apoyo, sobre todo, en el ensayo de L. POLO, Lecciones de psicología clásica, EUNSA, Pamplona 2009, capítulo VI.
[16] Vid. E. J. DIJKSTERHUIS, The Mechanization of the World Picture, Oxford University Press, Oxford 1961. En Descartes, el mecanicismo de la res extensa convive con la creencia creacionista. En cambio, en los ilustrados, como La Mettrie, Diderot, Helvétius, D’Holbach, etc., el mecanicismo se convierte en la única explicación posible del origen del mundo, es decir, sostienen una concepción puramente materialista.