Pequeño circo. Nando CruzЧитать онлайн книгу.
grupo de Jon Zamarripa— y Ex-Crocodiles, de Mallorca. Sin embargo, Ex-Crocodiles no quería participar en ningún recopilatorio, y sacar el disco con tres grupos no me gustaba. Por eso decidí dejarlo en uno por cada cara.
IÑIGO PASTOR: Desde que empezamos hasta que legalizamos nuestra posición empresarial, pasamos por varias etapas. Entre ellas, la de ver si uno es capaz de sostener el negocio. La licencia que usamos nosotros al principio fue la de Penetración, un fanzine de la primera hornada, del 78. Lo llevaba Alberto, que hoy es gestor de Munster. Tenía el epígrafe de fabricante y nos hizo esta gestión.
Juan Hermida fue el primero que se profesionalizó. Antes que yo, incluso, pero él era más de «escuela de negocios».
JUAN HERMIDA: Siempre pensé que trabajar en un sello independiente no estaba reñido con ser profesional. Es más, creo que por obligación hay que ser más profesional. Siempre intentaba inculcar a los grupos que quisieran ser más grandes que sus ídolos. Que fuesen mejor que la Velvet Underground o Led Zeppelin, por ejemplo. Hablamos de talentos extraordinarios, pero muchos grupos me decían que les encantaban los Fuzztones y que les encantaría tocar como ellos. Para mí, eso era una ambición muy pobre.
ANTONIO ARIAS: Juan Hermida era el Brian Epstein de aquella época: peinado a lo ejecutivo americano buscatalentos y sufriendo como un apasionado de la música que abre un negocio y se lleva todas las hostias. Es muy fácil culparlo a él, pero cuando uno se ha autoeditado, lo comprende mejor. Las carencias que podía tener eran iguales que los beneficios que obtenías.
JUAN HERMIDA: Los bancos tampoco me daban ninguna facilidad. El de Caja Madrid me pidió literalmente que me fuese. «No sé si te dedicas a las drogas, pero no nos interesan clientes como tú, y por el tipo de clientes que traes, tampoco manejas mucho dinero», me dijo. Imagina a Eric Jiménez, de Lagartija Nick, que se pasaba la noche de marcha y llegaba a las ocho de la mañana hecho polvo a cobrar un cheque. Debían de pensar, «¡este nos atraca!».
ERIC JIMÉNEZ: Aún tengo el primer y último cheque de royalties de Romilar. Está enmarcado en mi casa, aún sin cobrar. Eran unas treinta mil pesetas.
JUAN HERMIDA: Yo siempre pagué royalties y en ese sentido era un poco atípico. Siempre vestía normal y permanecía en un segundo plano.
Tenía claro que mi misión era desarrollar artistas. Y era un gran esfuerzo grabar, fabricar, editar, licenciar y promocionar un disco. Para ahorrar diez pesetas en cada disco, los enfundaba yo. Era tan valiosa cada copia promocional que creé un tampón y adjudiqué a cada periodista un número. Por ejemplo, José María Rey era el quince y cualquier disco que le enviaba iba con ese número. Si algún día veía en una tienda de segunda mano un disco de Romilar, lo abría, miraba qué número tenía y ese periodista no volvía a recibir un disco mío. Borré a muchísimos de la lista. Prefiero no dar nombres.
Mi oficina era terrorífica. Estaba en un edificio en la calle Ferraz 33, delante de la sede del PSOE. Los pisos eran muy grandes y habían convertido cada salón de la casa en una minioficina. Al final de un pasillo tenebroso, que parecía de la casa de la familia Munster, llegabas a la mía. En otras había un abogado, un hombre que distribuía pan, una chica que contrataba chicas de la limpieza… Pagaba veinte mil pesetas de alquiler al mes.
ERIC JIMÉNEZ: Las compañías que menos pagan son las pequeñas: entre los gastos fijos de alquiler de la oficina, la luz, el agua, las distribuidoras que no pagan… Es lógico y lo comprendo. ¿Qué te tienen que pagar? Cuatro duros. Si de ese dinero depende el sacar otra referencia, yo haría lo mismo y ya pagaría más adelante. Las compañías que funcionan de puta madre y no pagan son las que no entiendo.
JUAN HERMIDA: Viví permanentemente haciendo equilibrios en el alambre. Cada dos por tres me cortaban el teléfono. Nunca gané dinero ni con el fanzine ni con los discos. Todo lo contrario: cuando me vi forzado a congelar el sello, estuve pagando varios créditos durante años. Al margen de préstamos puntuales, financié Romilar-D vendiéndome la macrocolección de discos que había atesorado.
UN CONCIERTO IMPORTANTE Y ESPERADO
IÑIGO PASTOR: Yo hice el cartel del concierto de Sonic Youth de la sala Rock Club de Madrid. Vinieron justo antes de que GASA editase Daydream Nation. Ya conocía sus discos. Era una visita importante. Comparado con los grupos que venían al Rock Club, lo de Sonic Youth ya era como otro género, otra historia. De hecho, fue el grupo que rompió con todo.
JAVIER CORCOBADO: Empecé a enredar con el ruido y el «caos sonoro controlado», como lo llamaban algunos, en 1980-1981, y conocí a Sonic Youth en el 86. Entonces me gustaron mucho y me sentí cercano a ellos.
ALEJO ALBERDI: A Javier Corcobado lo había visto con 429 Engaños en el Rock-Ola. Salían dando hostiazos a un yunque. Al principio, yo era bastante escéptico ante esas propuestas. Me parecía tremendista y forzado. Estaban en la onda de SPK y Throbbing Gristle. Luego ya vino Mar Otra Vez y Demonios Tus Ojos. Todo eso apareció en paralelo al rock de Malasaña.
JAVIER CORCOBADO: Mar Otra Vez éramos la antítesis de la Movida madrileña. Era difícil convivir con eso, pues se nos consideraba un grupo musicalmente muy violento. No había circuito para grupos como Mar Otra Vez. Tocábamos en bares y salas de rock, galerías de arte, en performances al aire libre… Vamos, allí donde nos dejaban.
Conocí a los hermanos Colis en un concierto de Mar Otra Vez, en enero de 1987, en Logroño. Nacho cantaba y tocaba en un grupo que actuó antes que nosotros y Javier estaba entre el público, pero creo que ya nos conocíamos de las noches madrileñas en el Agapo. Demonios tus ojos iba a ser mi primer disco en solitario, pero Javier Colis insistió en que el proyecto debía convertirse en grupo, y así fue.
Demonios Tus Ojos tocamos con Sonic Youth en Madrid y en Barcelona. Cuando nos encontramos con ellos en la prueba de sonido del Rock Club, ellos mismos cargaban sus cajas llenas de guitarras y sus amplis. Solo los acompañaba el técnico de sonido.
En la prueba de sonido de Zeleste, comenzaron a estudiarnos, a observar nuestros amplificadores de veinte vatios, mi guitarra Tormenta, que entonces llevaba seis primas afinadas aleatoriamente, un platillo roto de Nacho Colis que al final le robó Steve Shelley… En nuestro concierto, Lee Ranaldo y Thurston Moore estaban en primera fila con los ojos como platos.
El más grato recuerdo que guardo de aquella experiencia fue una larga conversación con Lee Ranaldo en la que hablamos de la reconstrucción de guitarras eléctricas moribundas, afinaciones diversas, Glenn Branca, la no wave, los excelentes efectos del vino, el cava… Fue el que me cayó mejor.
FERNANDO PARDO: Encima de Rock Club había un restaurante y allí estaban comiendo. Thurston Moore era un bigardo de cojones: altísimo y grandón. A Javier lo conocía de cuando patinábamos a finales de los 70.
JAVIER CORCOBADO: ¡Qué gran guitarrista es Fernando! De niño, él venía con Julián Sanz16 y conmigo a montar en monopatín, cuando nos aventurábamos por el barrio de Moratalaz.
FERNANDO PARDO: En algunos bares de Madrid, había mucho vértigo hacia ciertos tipos de música. Para mucha gente, escuchar entero el Funhouse de los Stooges o el primero de la Velvet era un puñetazo. Eso separó mucho a gente que escuchaba una música más accesible. Sonic Youth era de estos grupos que gustaban mucho y que también eran muy odiados en el Agapo. Era el típico grupo sobre el que se hacían comentarios como los que se hacen sobre Picasso, «lo que hacen estos lo puedo hacer yo sin tener ni idea de tocar la guitarra». Ya no eran The Birthday Party, Magazine, Wire o derivados del postpunk más accesible. Era el siguiente paso y mezclado con una agresividad que buscaba herir. Era un concierto esperado.
IÑIGO PASTOR: El día del concierto de Sonic Youth vi gente nueva. No eran los tradicionales del local. Ese día no había nadie de Malasaña. Lee Robinson, un amigo que trabajó en Munster y fue cantante de los A-10 y los Sin City Six, decía que Madrid es muy rock and roll; que gustaba Johnny Thunders y poco más. Murky y Guillermo Monje sí estuvieron.
MURKY LÓPEZ: Conocí a Sonic Youth gracias al hermano de Eva17. Me pasó una cinta. En una cara estaba el