Pequeño circo. Nando CruzЧитать онлайн книгу.
El cantante, el primo de mi padre, era Juan Pardo. Y el hermano de mi padre era José Ramón Pardo, el periodista musical.
De pequeños vivimos en Barcelona. Cuando nos instalamos en Madrid, fuimos a un colegio del Opus y luego a uno liberal y mixto. En este último, estudiaba Carlos Galán de Subterfuge. Recuerdo ir a zurrar a mi hermano Miguel, a Carlos y a sus amigos como una manada de lobos salvajes que atacaba a los corderitos.
En 1979, mi hermano y yo estuvimos en Inglaterra, en Folkestone, haciendo el típico intercambio, y volví con discos de los Jam, los Buzzcocks, los Undertones, los Boomtown Rats… Con catorce años, yo vivía por la plaza Castilla y me iba al centro a pillar el Melody Maker o el New Musical Express.
JUAN HERMIDA: Nací en Madrid en 1965. Estudié en San Estanislao de Cosca, en un colegio laico y privado de Atocha, porque mi tío era el director. Allí tenía un amigo cuyo tío trabajaba en Radio Nacional y tenía miles de discos. Cuando iba a su casa me decía, «¡llévate discos! ¡Me haces un favor!». Me llevé cajas y cajas. Empecé a profundizar en los grupos más oscuros de cualquier parte del mundo y con dieciséis años tenía una cultura musical brutal. Tenía diecisiete años y hablaba de Mouse and the Traps y 13th Floor Elevators con absoluta naturalidad. Cambiaba con coleccionistas de todo el mundo singles de Los Brincos y Los Salvajes que conseguía en las tiendas de segunda mano por EP de Q65, Shanes, Standells, Shadows of Knight…
FERNANDO PARDO: Yo tendría que haber sido rocker, pero acabé en el rollo mod. El rollo rockabilly en Madrid no me gustó nada: era violento, sectario y totalmente inculto. Lo mod era mucho más cultural.
Rock-Ola cerró cuando en la puerta hubo una pelea entre mods y rock-ers y murió un rocker7. Encarcelaron a la mayoría, hubo una diáspora brutal y los que tirábamos más por lo musical nos fuimos hacia Malasaña. Empezamos a ir a La Vía Láctea y, buscando otros bares, llegamos al Agapo.
El Agapo fue definitivo para que todo se estableciera en Malasaña. Fue uno de los bares que cortó con lo anterior. En La Vía Láctea sonaba un poco de lo nuevo y un poco de lo viejo. Era más ambivalente. Pero el Agapo estaba más metido dentro del barrio, en calles más oscuras y estrechas.
JUAN HERMIDA: Yo iba al Rock-Ola. Mejor dicho, a la puerta. Lorenzo [Rodríguez], uno de los dueños de la sala, me tenía identificado y no me dejaba entrar. Pero me inventé un fanzine de punk, Descontrol, para poder hablar con los grupos que me interesaban: Killing Joke, UK Subs, Chelsea, Gruppo Sportivo, Siouxsie & the Banshees… A la vuelta de la esquina del Rock-Ola, había un bar donde llevaban a los grupos. Yo lo sabía, iba y, si estaban cenando los Damned a las cinco de la tarde, me presentaba a Captain Sensible… Supongo que le haría gracia verme tan jovencito y me dejaba entrevistarle. Yo ni grababa la entrevista. Era una excusa para conocerlos. Luego no veía el concierto. Me quedaba en la puerta y sobre las 11:30, cuando pasaba el último autobús, volvía a casa.
JUAN SANTANER: Nací en Mallorca en 1966, el año del Pet Sounds. Mi padre era piloto de caza e íbamos siempre de lado a lado. Estudié en un colegio militar del Ejército del Aire en Madrid. Mi padre era muy facha y yo me metí en la música a muerte. Él quería que fuese militar, pijo y que fuese a misa, y yo me hice punkie. Me hice músico por rebeldía pura. De libro.
Con quince años iba al Rock-Ola a la sesión de las ocho de la tarde. Fui cuatro veces: a Nacha Pop, a Siniestro Total, a Los Elegantes y a Radio Futura. También vi a Seres Vacíos, Loquillo y los Trogloditas y Gabinete Caligari en el colegio mayor Mendel, en el 84. Y sigo pensando que el grupo que ha hecho mejores canciones en España es Gabinete Caligari.
Cuando descubrí el punk y el hardcore americano, mis grupos de cabecera fueron Hüsker Dü y los Saints, pero el primer disco que me compré era de Camel. Y el segundo, de Barón Rojo. Es lo que tocaba. Mucha gente dice que es fan de Barón Rojo, pero solo lo es el que se sabe el estribillo de «Concierto para ellos». Si no te sabes eso, eres un falsario: «Por Janis, Lennon, Allman, Hendrix, Bolan, Bonham, Brian y Moon…».
JUAN HERMIDA: No me interesó mucho la Movida. Yo estaba hipnotizado por los grupos ingleses de punk y new wave y veía una diferencia abismal respecto a Gabinete, Alaska y los demás.
En el 83, publiqué el primer número del fanzine Romilar-D. Leyendo un artículo sobre Roky Erickson y el efecto de las drogas en la música, vi la contradicción de muchas drogas que se usan en medicinas. Romilar-D, el componente del jarabe para la tos Romilar que había tomado de niño, era más alucinógeno que el LSD. Me pareció un nombre divertido para un fanzine de garaje-punk. En el primer número salían Kenny and the Kasuals, los Surf-adelics… El fondo de la portada era una camisa de amebas que fotocopié.
Los primeros siete números fueron exclusivamente garaje-punk de los 60. En tres los últimos, me abrí a grupos de rock and roll del momento. Edité diez números entre 1983 y 1988, y de los últimos llegué a vender mil copias. Había otros fanzines de garaje: Mockingbird, Garageland, Penny Lane, Fuzz… Algunos duraron uno o dos números.
JAIME GONZALO: Los fanzines no eran algo nuevo. Ya existían en los 70. En los 80, simplemente crecen. Pero hacen una labor muy dañina. Salvo alguna excepción, rebajan muchísimo la capacidad de análisis y la autocrítica, aumentan el fanatismo, las militancias y capillitas, y acentúan la fragmentación que empezaba a haber ya de estilos, subestilos, tendencias y subtendencias. Los textos eran deplorables. Para mí, era un gran obstáculo que estuvieran tan mal escritos. Ese fanatismo infantil no me estimulaba.
Ruta 66 nació en octubre del 85 con un objetivo muy claro: atender a un rock clásico que en España estaba desatendido cuando Rockdelux decidió apostar por la novedad y las tendencias más avanzadas. Ruta 66 pretendió preservar y recuperar el rock clásico, desde Chuck Berry hasta el punk, etc. Se hizo esa apuesta sabiendo que había un público hambriento de esos conocimientos. En el extranjero salían sellos como Crypt y Back From The Grave, había un poso de grupos con cierta afinidad estilística y en España también surgía una afición por el garaje que Ruta 66 contribuyó a completar.
También aparecieron Sex Museum, gente musicalmente educada y de buena familia. Fernando Pardo y compañía eran de los primeros rockeros ilustrados por su origen social. Y todo esto coincidió con la escena de Malasaña.
JUAN HERMIDA: Yo conocía a Greg Shaw, la persona que creó el primer fanzine de rock and roll del mundo: Mojo Navigator. Era un erudito del rock, a la vez que un auténtico promotor de la independencia de artistas y sellos. Tuvimos siempre una relación muy fluida hasta que falleció en el 2004. Conectamos y me mandaba cartas de cinco folios. Todo lo que aprendí para hacer un fanzine y un sello lo aprendí de él. Él me inspiró a raíz de sus recopilatorios Pebbles y sus discos en [sus sellos] BOMP! y Voxx Records.
La Movida madrileña estaba en declive y el otro polo era el rock radical vasco. Existía un poder mediático que sometía cualquier interferencia y algunos preferimos mirar hacia otro lado. Yo llevaba años en contacto con cualquier sello o activista: editores de fanzines como Forced Exposure o The Bob, sellos como SST, Citadel, Midnight o Crypt y, por supuesto, grupos. Compraba fanzines de grupos de garaje: 99th Floor, Outasite, Ugly Things… Y con Iñigo nos cambiábamos La herencia de los Munster por el Romilar-D.
Entre fanzines, bares, grupos, promotores, revistas nuevas como Ruta 66 y fans metidos a disc-jockeys de radio, creamos una nueva escena.
FERNANDO PARDO: La segunda mitad de los 80 fue una etapa bisagra. La sensación era, «hay que crear escena, sino esto se va al garete». Y era muy difícil crearla con esa gente un poco mayor. Esta escena se creó de forma espontánea con los que habíamos nacido entre el 62 y el 68.
Los grupos de la Movida pasaron formar parte de los mismos sellos, sellos más cercanos a las multinacionales. Todos esos grupos dejaron de molar y se empezó a formar algo huyendo de la Movida. ¿Sabes esa escena de Jackie Brown en la que Lawrence Fishburne le dice a Robert de Niro, «joder, tío, ¿qué te ha pasado? ¡Tú antes molabas!»? Pues eso.
En las primeras entrevistas a Sex Museum, nos dedicábamos