Objetivo Principal: La Forja de Luke Stone — Libro n° 1. Джек МарсЧитать онлайн книгу.
verte. ¿Stone? Stone le sigue la corriente a los jefazos. ¿Por qué debería ver a Stone? Murphy dijo que se iba a subir a un tren de carga y a viajar por todo el país, como un vagabundo. Ese es su plan. ¿Sabes lo que pienso? Creo que se va a pegar un tiro en la cabeza.
—Siento mucho lo que pasó —dijo Luke.
Pero Martínez no estaba escuchando.
—¿Cómo está tu esposa, tío? ¿El embarazo va bien? ¿El pequeño Luke junior está en camino? Eso es muy bonito, Stone, me alegro por ti.
—Robby, ¿te he hecho algo? —dijo Luke.
Las lágrimas comenzaron a correr por la cara de Martínez. Golpeó la cama con los puños. —¡Mírame, tío! ¡No tengo piernas! Voy a estar orinando y cagando en una bolsa el resto de mi vida, ¿de acuerdo? No puedo caminar, nunca más voy a caminar. No puedo...
Sacudió la cabeza. —No puedo...
Ahora Martínez comenzó a llorar.
—Yo no he hecho esto —dijo Luke. Su voz sonaba pequeña y débil, como la voz de un niño.
—¡Sí! ¡Lo hiciste! Tú hiciste esto. Fuiste tú, era tu misión, éramos tus hombres y ahora estamos muertos, todos menos tú.
Luke sacudió la cabeza. —No, era la misión de Heath. Yo sólo estaba…
—¡Bastardo! Sólo estabas siguiendo órdenes, pero podrías haber dicho que no.
Luke no dijo nada. Martínez respiró profundamente.
—Te dije que me mataras —él apretó los dientes. —Te dije… que… me… mataras. Ahora mira esto... este lío. Sólo tú podías. —él negó con la cabeza. —Podrías haberlo hecho, nadie lo hubiera sabido.
Luke lo miró fijamente. —No podía matarte, eres mi amigo.
—¡No digas eso! —dijo Martínez. —Yo no soy tu amigo.
Volvió la cabeza hacia la pared. —Vete de mi habitación.
—Robby...
—¿A cuántos hombres has matado, Stone? ¿A cuántos, eh? ¿Un centenar? ¿Doscientos?
Luke habló apenas por encima de un susurro. Respondió honestamente. —No lo sé, perdí la cuenta.
—¿No podías matar a un hombre como un favor? ¿Un favor para tu supuesto amigo?
Luke no habló. Tal cosa nunca se le había ocurrido antes. ¿Matar a su propio hombre? Pero ahora se daba cuenta de que era posible.
Por una fracción de segundo, estuvo de vuelta en aquella ladera esa fría mañana. Vio a Martínez tendido de espaldas, llorando. Luke se acercó a él. No quedaba munición. Todo lo que Luke tenía era la bayoneta retorcida en su mano. Se agachó junto a Martínez, la bayoneta sobresalía de su puño como un pico. La extendió hacia arriba, sobre el corazón de Martínez, y...
—No te quiero aquí —dijo Martínez ahora. —Te quiero fuera de mi habitación. Vete, ¿vale, Stone? Vete ahora mismo.
De repente, Martínez comenzó a gritar. Cogió el botón de llamada a la enfermera desde su cama y comenzó a apretarlo con el pulgar.
—¡Te quiero fuera! ¡Sal! ¡Fuera!
Luke se puso de pie. Levantó las manos. —Está bien, Robby, está bien.
—¡FUERA!
Luke se dirigió a la puerta.
—Espero que te mueras, Stone. Espero que tu bebé se muera.
Entonces Luke salió al pasillo. Dos enfermeras venían hacia él, caminando, pero moviéndose rápido.
—¿Está bien? —dijo la primera.
—¿Me has oído, Stone? Espero que tu...
Pero Luke ya se había tapado los oídos y corría por el pasillo. Corrió por el edificio, ahora dándose prisa, jadeando en busca de aire. Vio la señal de SALIDA, se volvió hacia ella y atravesó las puertas dobles. Luego corrió por los terrenos a lo largo de un camino de hormigón. Aquí y allá, la gente se volvía para mirarlo, pero Luke siguió corriendo. Corrió hasta que sus pulmones empezaron a arder.
Un hombre venía por el otro lado. El hombre era mayor, pero ancho y fuerte. Caminaba erguido con aire militar, pero llevaba vaqueros azules y una chaqueta de cuero. Luke estaba casi encima de él antes de darse cuenta de que lo conocía.
—Luke —dijo el hombre. —¿Hacia dónde corres, hijo?
Luke se detuvo. Se inclinó y puso sus manos sobre las rodillas. Su aliento llegaba como ásperas limas. Luchaba en busca de unos pulmones más grandes.
—Don —dijo. Don, tío, no estoy en forma.
Se puso recto. Extendió su mano para estrechar la mano de Don Morris, pero en lugar de eso, Don lo envolvió en un abrazo de oso. Lo sintió... Luke no tenía palabras. Don era como un padre para él, los sentimientos surgieron. Se sintió seguro, aliviado. Se sentía como si durante mucho tiempo, hubiera estado guardando tantas cosas dentro de él, cosas que Don sabía intuitivamente, sin tener que decírselas. El abrazo de Don Morris parecía como estar en casa.
Después de un largo momento, se separaron.
—¿Qué estás haciendo aquí? —dijo Luke.
Imaginó que Don había venido desde Washington para reunirse con los oficiales de Fort Bragg, pero Don disipó esa idea en unas pocas palabras.
—He venido a buscarte —dijo.
* * *
—Es un buen trato —dijo Don. —Lo mejor que vas a conseguir.
Estaban conduciendo por las calles adoquinadas del centro de Fayetteville en un sedán de alquiler indescriptible. Don estaba al volante, Luke en el asiento del copiloto. Había gente sentada en las cafeterías y restaurantes al aire libre a lo largo de las aceras. Era una ciudad militar, muchas de las personas que iban de un lado a otro estaban erguidas y en forma.
Pero además de estar saludables, también parecían felices. En este momento, Luke no podía imaginar cómo era sentirse así.
—Explícamelo otra vez —dijo.
—Tú sales con el rango de Sargento Mayor. Una baja honorable, efectiva al final de este año civil, aunque puedes pedir un permiso indefinido esta tarde. La nueva paga entra en vigencia de inmediato y continúa hasta tu baja. Tu registro de servicio está intacto y tu pensión de veterano de guerra, así como todos los demás beneficios permanecen en su sitio.
Sonaba como un buen trato, pero Luke nunca había considerado dejar el Ejército hasta este momento. Todo el tiempo que había estado en el hospital, había esperado reincorporarse a su unidad. Mientras tanto, entre bastidores, Don había estado negociando una salida para él.
—¿Y si quiero quedarme? —dijo.
Don se encogió de hombros. —Has estado en el hospital durante casi un mes. Los informes que he visto sugieren que has progresado poco o nada en la terapia y eres considerado un paciente poco cooperativo.
Él suspiró. —No te van a dejar que regreses, Luke, piensan que eres mercancía caducada. Si rechazas el paquete que te acabo de describir, planean librarse de ti con un alta psiquiátrica involuntaria con tu rango y paga actual, con un diagnóstico de trastorno de estrés postraumático. Estoy seguro de que no tengo que decirte el tipo de perspectivas a las que se enfrentan los hombres con una baja en esas circunstancias.
A Luke nada de esto le supuso una gran sorpresa, pero aun así era doloroso escucharlo. Él sabía cuál era el trato. El Ejército ni siquiera había reconocido formalmente la existencia de las Fuerzas Delta. La misión fue clasificada, nunca sucedió. Así que no esperaba recibir una medalla durante una ceremonia pública. En las Delta, no ingresabas por la gloria.
Aun