Эротические рассказы

Los Obsidianos. Морган РайсЧитать онлайн книгу.

Los Obsidianos - Морган Райс


Скачать книгу
seguirle. Estar aquí es demasiado peligroso.

      —Pero ¿por qué? —preguntó Hazel—. ¿Qué tiene de peligroso estar inocentemente en las calles?

      —Quieres decir aparte del ganado que deambula y de los mendigos —bromeó Walter.

      David le tradujo su pregunta al chico. Este negó con la cabeza, parecía estar cada vez más exasperado. Hablaba de un modo rápido y exagerado, moviendo los brazos de forma melodramática.

      —¿Y bien? —preguntó Oliver, cada vez más nervioso a cada segundo que pasaba.

      —La luz —dijo David con la voz entrecortada, transmitiendo el mensaje a los demás. Clavó su mirada en Oliver, cuya expresión ahora era de profunda preocupación—. No solo manda una señal de alarma a la escuela. Todos los videntes pueden captarla.

      Hazel soltó un grito ahogado.

      —Te refieres a…

      —Los canallas —terminó David por ella—. Les hemos mandado una señal de que estamos aquí.

      Oliver sintió que el calor desaparecía de su cara. Por fin entendía por qué el chico vidente italiano estaba tan frenético. ¡Prácticamente, habían mandado una señal para que viniera cualquier vidente canalla a complicar la historia!

      —¡Rápido! —les dijo Oliver a sus amigos—. Salgamos de aquí.

      Hazel le cogió del brazo.

      —¿Estás seguro de que podemos fiarnos de este chico?

      —Se arriesgó mucho solo para venir a buscarnos aquí —dijo Walter.

      Pero Oliver no estaba tan seguro.

      —David, ¿puedes preguntarle más sobre él? ¿Y enterarte de si existe alguna manera de probar lo que nos está diciendo? —preguntó.

      David giró la vista hacia el chico y le preguntó algo en italiano.

      —Se llama Gianni —les transmitió a los demás—. Dice que puede demostrar que es de confianza.

      El chico, Gianni, dio un paso adelante y se sacó una llave de bronce del bolsillo. Se la pasó a Oliver y la apretó contra su mano.

      Preguntándose por qué parecía que Gianni quería que la tuviera él, Oliver cogió la llave, con el ceño fruncido y la giró en sus manos. Entonces lo comprendió.

      En la parte de atrás había un símbolo conocido. Un anillo con tres ojos separados uniformemente. El símbolo de la Escuela de Videntes.

      Oliver sintió que se formaba una sonrisa en sus labios. Aquel símbolo le hacía sentir como en casa.

      Se lo mostró a los demás. Walter asintió, satisfecho, pero Hazel cruzó los brazos.

      —Todavía no lo sé —dijo.

      Su escepticismo le recordaba a Oliver cómo él se había sentido respecto a David. Pero David había demostrado su valía en el portal y ahora confiaba plenamente en David. Su guardaespaldas no los conduciría al peligro.

      —Si David dice que podemos fiarnos de Gianni, entonces creo que podemos confiar en él —le dijo.

      Una mirada de orgullo apareció en la cara de David.

      —Te lo prometo, Hazel. Gianni es exactamente quien dice ser. Un vidente. Un amigo al que han mandado a buscarnos.

      Hazel se mordió el labio como si reflexionara. Pero, finalmente, asintió.

      —Supongo que, estadísticamente hablando, es más probable que nos pillen los videntes canallas si nos quedamos aquí que si vamos con él. Contad conmigo.

      Walter giró los ojos.

      —¡Confiemos en la decisión que ha tomado Hazel basada en estadísticas!

      Guiados por Gianni, el chico vidente de la era del Renacimiento en Roma, los amigos empezaron a correr.

      CAPÍTULO SEIS

      La Señorita Obsidiana estaba sentada en su despacho, mirando fijamente el cuenco de las visiones. Lo había estado vigilando de cerca casi de manera constante, ignorando todas las señales de fatiga que había en su interior que le pedían que durmiera, todas las señales de hambre que le decían que comiera. Nada era más importante para ella que encontrar a Oliver Blue y destruirlo de una vez por todas.

      Pero el agotamiento ya era difícil de combatir. Había perdido la cuenta de los días. ¿Dos? ¿Posiblemente tres? Su vida se había convertido en mirar fijamente y de manera obsesiva dentro del cuenco de las visiones, escuchando los gritos constantes del Coronel Caín desde fuera de su ventana mientras entrenaba a Christopher Blue en las artes oscuras.

      El pensamiento dibujó una retorcida sonrisa en sus labios. Esta vez no había ninguna posibilidad de fracaso. Christopher tenía la magia más peligrosa en su interior. Junto con el mejor entrenamiento que podía ofrecer el ejército oscuro y el incomparable deseo asesino de Chris por matar a Oliver, esta vez lo lograrían.

      Solo deseaba que su topo se diera prisa. ¿De qué servía colar a un espía en la Escuela de Videntes de Amatista, para tender una trampa que atrajera a Oliver, si le iba a llevar mucho tiempo llevar a cabo el plan?

      Puede que tuviera que hacer aparecer otro, uno que acelerara un poco las cosas. Quizá pudiera encontrar a alguien a quien manipular dentro de la escuela. Añadir algo de viaje en el tiempo por diversión. De hecho, cuanto más pensaba en ello, más cuenta se daba de lo divertido que sería. Tenía que haber un estudiante dentro de la Escuela de Videntes que se sintiera insatisfecho. Moldear una joven mente influenciable –tal como había hecho con Malcolm Malice, y ahora con Christopher Blue- era una de las cosas que más le gustaba hacer.

      Sí, embaucaría a uno de los estudiantes para que obedeciera sus órdenes.

      En cuanto hubo decidido su nuevo plan, algo parpadeó en su cuenco de las visiones.

      La Señorita Obsidiana se alzó de golpe, con la espalda erguida y se inclinó más hacia el cuenco. A través de las oscuras nubes de tormenta que le habían tapado la visión durante días, ahora veía una resplandeciente luz lila que giraba.

      Enseguida supo lo que estaba mirando. Era un portal. Oliver Blue estaba en marcha.

      La emoción chisporroteaba por sus venas. Observó atentamente mientras la imagen se volvía aún más clara. Entonces el corazón le dio un vuelco en el pecho.

      ¡Allí estaba! ¡Oliver Blue!

      Estaba en una calle muy ornamentada. La Señorita Obsidiana frunció el ceño, intentando identifica la arquitectura.

      —¿Roma? —murmuró en voz baja—. ¿Siglo dieciséis?

      Continuó observando, las náuseas daban vueltas en la boca de su estómago, mientras Oliver y sus molestos amiguitos se acercaban. Entonces vio a otro chico que los llevaba a toda prisa por las calles.

      El grupo llegó a una pared de ladrillos y el chico presionó una serie de ladrillos. La pared se abrió.

      La Señorita Obsidiana supo lo que estaba sucediendo de inmediato. ¡El otro chico era un vidente de la ciudad que llevaba a Oliver Blue a su escuela para que estuviera a salvo! ¡En el instante en el que se metieron dentro, ya no pudo verlo más!

      La frustración la venció. Dio un golpe con los puños sobre la mesa cuando la rabia se apoderó de ella. De su pecho salió un gruñido de rabia.

      —¡No importa donde vaya, ese mocoso siempre consigue ayuda! —gritó furiosa.

      Echando humo, se dirigió hacia la ventana y se agarró al alféizar. No soportaría otros tres días mirando fijamente dentro del cuenco de las visiones. Había visto lo suficiente como para averiguar que Oliver Blue estaba en Roma en el siglo dieciséis. Ya tenía ventaja. Y ayuda. No había tiempo que perder.

      Abrió


Скачать книгу
Яндекс.Метрика