Las zonas oscuras de la democracia. Jorge Eduardo SimonettiЧитать онлайн книгу.
e Inglaterra, se completó el sentimiento de pueblo único y autónomo. Se conformó así, una primera confederación de estados poco compacta en el período de 1781-89, y un gobierno federal más unificado bajo la Constitución de 1789.
Si el Parlamento británico demostró la factibilidad del gobierno representativo, las colonias británicas de Norteamérica, y seguidamente en el propio Estados Unidos independiente, hicieron presente la posibilidad de unir la representación con la democracia.
Aún en la época colonial, la gran distancia con Londres favoreció el desarrollo de un limitado sistema de representación, forzando a Gran Bretaña a otorgar una autonomía importante a sus colonias. La creación de legislaturas coloniales con representantes elegidos por medio del sufragio, la difusión de la propiedad de bienes raíces (los famosos farmers), la consolidación en las creencias en los derechos fundamentales y en la soberanía popular, facilitaron la instalación del sistema democrático a través de la representación.
La enorme población del nuevo país, y su gran tamaño, determinaron que los delegados a la Convención Constituyente (1787) tuvieran en claro que el gobierno federal podía constituirse sólo mediante la elección de representantes, práctica con la que los delegados estaban familiarizados con sus respectivas experiencias en los gobiernos estaduales y, antes, por sus relaciones con el gobierno inglés. Fue obvio, además, que el carácter representativo del gobierno debería extenderse a los niveles inferiores –territorios, estados y municipalidades- con poderes acotados, sin por ello abandonar, en muchos casos, el funcionamiento de las asambleas directas de ciudadanos, como el caso de Nueva Inglaterra.
Si bien muchos de los delegados a la convención y también varios pensadores, consideraba pernicioso a los partidos políticos, “la ponzoña de las repúblicas” los denominaban, pronto se hizo evidente la necesidad de su existencia en el sistema norteamericano, para cumplimentar la tarea de articulación de la democracia representativa, asignándoles la tarea de selección de candidatos a ocupar cargos en los distintos niveles y fomentar la competencia en las elecciones.
La respuesta de los norteamericanos a los interrogantes básicos de la democracia fue dada a su manera:
1. En relación a la unidad o asociación política adecuada, determinaron que el sistema era factiblemente aplicable a los distintos niveles, nación, estado y municipios, con diversos grados y características de la representación.
2. Las instituciones fueron de creación propia, siempre dirigidas a solventar la representación ciudadana en el gobierno, de la mejor manera que consideraban posible, a través de la tripartición del poder.
3. Sin embargo, la determinación de las personas que deberían constituir el demos estadounidense no resultó satisfactoria con los estándares posteriores de la democracia. Aun cuando el sufragio se extendió a la mayoría de los blancos adultos, por mucho tiempo continuó la exclusión de las mujeres, los esclavos, y muchos negros libres y nativos. Esas exclusiones, que serían más adelante consideradas antidemocráticas e inconcebibles en los sistemas civilizados de convivencia, fueron superándose con el tiempo. Estados Unidos otorgó el derecho de voto a las mujeres en 1920. Los afroamericanos recién integraron el demos estadounidense en 1964, a través de la Civil Rights Act, luego de una enérgica coacción.
La rápida expansión en los siglos XIX y XX
A partir de la instauración de la democracia en las excolonias inglesas de América, el sistema representativo desarrollado dio nuevo impulso a su formación en nuevos países, con las características particulares que cada uno de ellos le imprimía.
La representación no fue la única innovación radical en las ideas e instituciones democráticas, de igual manera las nuevas alternativas de constitución del demos, fueron paulatinamente acercando mayor número de personas a la convivencia con el sistema. En el siglo XIX los requisitos de propiedad para votar se redujeron inicialmente, para luego ser eliminados.
La discriminación por sexo en los derechos políticos fue paulatinamente abandonada, comenzando por Nueva Zelanda en 1893. Más y más países fueron otorgando a las mujeres el sufragio y otros derechos políticos, al promediar el siglo XX todos los países que se consideraban democráticos les confirieron la membresía plena e igualitaria.
Igualmente, la discriminación racial en la participación política fue abandonándose. Para mediados del siglo XX, ningún sistema cuyo demos no incluyera a toda la población adulta, podía denominarse con propiedad, “democrático”.
Obviamente, llama la atención que precisamente en la cuna de los padres fundadores de la democracia representativa moderna, los Estados Unidos, la discriminación de los afroamericanos en sus derechos políticos subsistiera hasta 1964.
Según Dhal17, al inicio del siglo XXI, “más de un tercio de los países nominalmente independientes del mundo poseían instituciones democráticas comparables a las de los países de habla inglesa y a las de las democracias más antiguas de la Europa continental. En otra sexta parte de los países del mundo, estas instituciones, si bien un tanto defectuosas, igualmente proporcionaban grados históricamente altos de gobierno democrático. En conjunto, estos países democráticos o casi democráticos contenían cerca de la mitad de la población mundial”.
1 CARMEN CORTES-DIALNET. “El hombre más que gregario: amigo de otro hombre”
2 ARISTÓTELES, Política, I, 2, 1253a
3 Mencionado por BEN DUPRÉ-“50 cosas que hay que saber sobre política”, ed. Ariel, 2012, p.8
4 Jhon Stuart Mill, Sobre la Libertad (1859)
5 Bertrand Russell, “El poder en los Hombres y en los Pueblos”, 1946, citado por García Hamilton, José Ignacio en “Por qué crecen los Países”, Sudamericana, 2006, p.31
6 García Hamilton, José Ignacio, ob. cit, p.28
7 Robert Dhal-La democracia,p.1 y 2.- Originalmente publicado en Encyclopaedia Britannica (edición 2004), [Traducción de Silvina Floria, revisada por Encyclopaedia Britannica].
8 Robert Dhal, Ob.Cit., p.3 y 4
9 Robert, Dhal, Ob. Cit, p.4
10 García Hamilton, ob.cit, p.36/37
11 Carlos Galli, “El malestar de la democracia”, Fondo de Cultura Económica, ed. 2013, p.16
12 Robert Dhal, Ob.Cit.,p.4 y 5
13 Robert Dhal, Ob.Cit., p.4
14 Ob.Cit.,p.7
15 García Hamilton, ob. cit, p.66
16 García Hamilton, ob.cit, p.87
17 Ob.Cit.,p.17 y 18