Las zonas oscuras de la democracia. Jorge Eduardo SimonettiЧитать онлайн книгу.
más que una forma de gobierno, la democracia es un modo de vida asociada en la que los ciudadanos cooperan entre sí para solucionar los problemas comunes a través de vías racionales. Para él, la democracia es la forma de gobierno más deseable, dado que solamente ella provee las clases de libertad necesarias para el autodesarrollo y el crecimiento individual (entre otras, libertad de intercambiar ideas y opiniones con otros, libertad para formar asociaciones con otros para alcanzar objetivos comunes, libertad para determinar y luchas por la propia concepción de la buena vida).
La participación democrática, según Dewey, supone hábitos mentales críticos e inquisitivos que sólo se adquieren en la edad temprana, mediante la educación.
Si bien su aporte no fue abundante en orden a propuestas concretas sobre las formas que debían adoptar las instituciones democráticas, sostuvo que nadie puede desarrollar su pleno potencial salvo en una democracia social o en un estado de bienestar democrático, abogando por firmes facultades de regulación. Dentro de las características más importantes de la democracia social, incluyó el derecho de los trabajadores a participar en el control de las empresas que los emplean.
Criticó duramente a quienes opinaban que la gente en general es incompetente para decidir sobre las cuestiones públicas, rechazando toda forma de elitismo democrático.
XII. Jürgen Habermas (nacido en 1929)
El filósofo alemán rescata en el ejercicio democrático la interacción mediada por el lenguaje, que amplía lo que para Karl Marx se reducía al trabajo como eje social.
A partir de lo que llamó una situación de discurso ideal, argumenta la idea de lograr un consenso racional. Los participantes intercambiarán, sin límite de tiempo, opiniones sobre la base de la razón y en una atmósfera absolutamente libre de cualquier coerción no racional, incluso la física y psicológica.
Ese modelo, aun cuando resulte difícil llevarlo a la práctica, servirá como base para la discusión pública libre y abierta, a través de las cuales se resuelvan en las democracias reales los grandes interrogantes políticos y las políticas públicas.
XIII. John Rawls (1921-2002)
Considerado uno de los filósofos políticos más importantes del siglo XX, el estadounidense es, tal vez, el teórico más relevante del estado de bienestar capitalista democrático moderno.
Rescata la teoría contractualista que había sido abandonada luego del siglo XVIII, y a partir de la misma de desarrolla el concepto del velo de ignorancia, en su libro Teoría de la justicia (1971).
La diferencia fundamental entre Rawls y la mayoría de los filósofos que defendían los principios democráticos, desde Mill hasta mediados del siglo XX, es que éstos fundaban sus teorías en consideraciones utilitaristas -los sistemas de gobierno con carácter democrático tienen más posibilidades que otros sistemas de producir un mayor grado de felicidad (o bienestar) a una mayor cantidad de gente-; en cambio, Rawls lo hizo en orden a los principios de justicia, igualdad y derechos individuales (no utilitaristas).
Imaginó una situación hipotética, en la que se interrogaría a un grupo de personas –antes de su ingreso al compromiso del contrato social-, ignorantes de todos los hechos sociales y económicos, para que definan las instituciones políticas bajo las cuales querrían vivir.- Teniendo en cuenta que, tras el velo de ignorancia, ninguna conocería el grupo social al que pertenecería (menos aún si éste está privilegiado o desfavorecido en el contexto social) y por lo tanto rechazaría las instituciones justificadas por motivos utilitaristas.
De tal modo, las personas se verían inducidas a adoptar reglas que tengan que ver con la ética y la justicia en las relaciones sociales, tales como la igualdad en el grado de libertad de las personas, la posibilidad universal de buscar cargos y lugares de mayor recompensa, y la distribución de la riqueza en la sociedad, que debería ser tal que quienes tienen menos estén mejor de lo que estarían bajo cualquier otra distribución, sea pareja o desigual.
¿POR QUÉ LA DEMOCRACIA ES MEJOR?
Que en el siglo XXI la mayoría de los habitantes del mundo vivan en países en los que rige el sistema democrático, debería llevarnos a concluir que es el mejor sistema de vida y de gobierno.- Sin embargo, el incumplimiento de muchos objetivos sociales e individuales de la democracia contemporánea, han llevado a muchos autores a teorizar acerca de la existencia de un “malestar” con la misma.- Ciertamente que, puestos en el análisis de las precondiciones teóricas para la organización de la vida civilizada, seguramente surgirán parámetros que nos conducirán a determinar los sistemas más adecuados. Cuestión distinta es, a la luz de los resultados, la demostración de la idoneidad del sistema para el cumplimiento de las precondiciones que nos llevaron a determinar como el mejor.
1. ¿El sistema democrático está determinado por un imperativo moral? La pregunta que formulamos de modo liminar es el presupuesto del análisis. En la definición de un sistema de convivencia, ¿juegan exclusivamente razones utilitarias o también razones morales? ¿hemos de considerar parámetros éticos de legitimidad para la elección de la forma de gobierno?, ¿existe una razón moral que legitima el gobierno democrático por encima del resto? ¿la monarquía o la aristocracia padecen de un vicio de inmoralidad del que carece la democracia? Estos interrogantes tuvieron su respuesta a lo largo de la historia, en el análisis de los filósofos desde la antigüedad hasta el presente.
Se estableció de modo generalizado en la doctrina política moderna, que las dos bases fundamentales de la democracia son la libertad y la igualdad, de modo tal que resultan valores que son inherentes y resultan los pilares éticos sobre los cuales se asienta el sistema.
En nuestra opinión, siguiendo a Rawls, consideramos que existe en la democracia un componente moral que la legitima como el resultado natural de la esencia humana. El derecho de decidir acerca de su propio destino, es ínsito a la esencia del ser humano como individuo y como conviviente con otros de su misma especie. Si la democracia es la posibilidad de vivir y gobernarse en el marco de las decisiones, las capacidades y los intereses de los propios seres humanos, moralmente no existen justificativos que avalen que determinadas personas de la sociedad –una élite- tengan personalidad atributiva por sobre las otras.
De manera tal que, tanto la monarquía, la aristocracia, la autocracia y todo sistema que imponga la superioridad de una parcialidad iluminada, ya sea de una persona o de un grupo, por sobre el conjunto, no tiene justificativo racional ni moral.
2. ¿Cuáles son los justificativos utilitarios de la democracia? Con parámetros de eficiencia y resultado, ¿por qué hemos de considerar a la democracia como el mejor sistema para manejarnos en una sociedad? ¿por qué es mejor un gobierno popular? ¿por qué una comunidad estaría mejor gobernada si las decisiones se adoptan con la opinión del mayor número de personas posible? ¿por qué la democracia es mejor que la monarquía o que la aristocracia? ¿por qué una persona “iluminada”, o una élite capacitada, no son potencialmente más idóneas para adoptar mejores decisiones que un universo de personas, muchas sin la preparación adecuada? ¿Es la democracia sistémicamente más adecuada para el gobierno de una comunidad? ¿Su vigencia depende de sus resultados?
Las razones filosóficas de la superioridad del sistema democrático sobre otros, fundamentadas en el utilitarismo, fueron expuestas por los autores desde Mill hasta mediados del siglo XX.
Sin embargo, la justificación pragmática a las concepciones utilitarias, están dadas por las experiencias que determinaron una expansión sustancial del sistema durante los siglos XX y XXI24:
3. Fallas en los sistemas no democráticos. Las alternativas, antiguas y modernas, padecieron problemas que las hicieron poco atractivas. Con la victoria aliada en la Primera Guerra Mundial, los antiguos sistemas de la monarquía, la aristocracia y la oligarquía dejaron de ser legítimos. La derrota italiana y alemana en la Segunda Guerra Mundial, desacreditó la alternativa fascista. Con el colapso económico y político de la Unión Soviética en 1990-91, el comunismo se redujo notablemente en el contexto mundial y se hizo nada atractivo para nuevas