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La religión socialista. Los malhechores del bien. Jesús Ángel Murco CachoЧитать онлайн книгу.

La religión socialista. Los malhechores del bien - Jesús Ángel Murco Cacho


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privado de cada uno y así no se mojan y dejan ver que los religiosos deben respetar a los que no lo son, como hacen ellos. La verdad es que la religión no es algo privado sino público. Así escribe sobre este tema Alfonso García Nuño: “Una de las mayores confusiones, fruto de la mentalidad estatista, es la de no distinguir público de estatal o, mejor dicho, considerar que todo lo público es estatal. Esto se da especialmente en cuestiones religiosas y de educación, pero no solamente. Todo lo estatal es ciertamente público, pero no todo lo público es estatal… una misa no es un acto privado, sino público, pero no será estatal. Esta confusa mentalidad está, entre otras cosas, detrás de las muchas apelaciones a la separación de Iglesia y Estado. Como todo lo que no es privado se cree que es estatal, dicha separación supone que lo religioso tiene que ser privado. Aplíquese dicho principio a otras esferas de la vida. Así, si la educación no es algo estrictamente privado, sería algo estatal. Como el hospital no es mi domicilio, tendrá que ser estatal. Y, como hay tampoco estrictamente privado en el hombre, al final, con poco nos quedamos.”

      El demonio que amarga la vida a los seguidores de la nueva religión socialista es el capitalismo y hoy en día su máxima expresión son los Estados Unidos de América, el paraíso del capitalismo, la tierra prometida, donde cualquiera que se lo proponga puede salir de la pobreza. En la actualidad, la gran mayoría de la juventud se ha desarrollado en ambientes de la religión socialista, han hecho de ella su forma de vida y el demonio, USA, no solo está vivo, sino que es el amo del mundo y hay que degradarlo y destruirlo como sea. Por eso cualquier iniciativa que haga USA será la acción del demonio y habrá que criticarla. Da igual que lo haga bien o mal, esas valoraciones no entran en cuestión, flaquear ante esto sería sucumbir. Ha caído el Muro de Berlín, o lo que es lo mismo, ha fracasado la URSS, el gran valedor de la nueva religión, pero la llama sigue viva y alentada por quienes no desean más que destruir al demonio causante de sus males, incapaces de reconocer los errores propios. Y las nuevas generaciones siguen creciendo en esos ambientes, y siguen identificándose con sus ideas, incapaces de darse cuenta de su adoctrinamiento. Muchos, afortunadamente, logran salir del laberinto o no la toman en consideración. Pero esta religión es muy ruidosa, coloca a sus miembros en puestos claves propagandísticos, saca a sus partidarios a la calle, meten mucho ruido y mienten sin parar hasta llegar a creerse sus propias mentiras. Si no se vence al capitalismo vendrá el Apocalipsis. “¿Por qué nos odian?” se preguntaba el Presidente de USA, George Bush, y respondió: “por nuestras libertades”.

      Otros grandes demonios de la religión socialista son los judíos, los creadores del capitalismo. En sus orígenes nació su gran enemiga, la religión cristiana. Antes se eliminaba al judío por haber matado a Jesucristo, hoy se le persigue porque Jesucristo era judío. Los judíos son el pueblo elegido de dios y eso no gusta a las demás religiones, incluida la socialista, pues son ellos los elegidos para salvar al mundo, los que están en posesión de la verdad y su dios, el Estado, no admite injerencias.

      Entre los demonios socialistas más odiados se encuentran también las sectas que surgieron de la religión socialista, sus herejes: el fascismo y el nazismo. Quisieron transformar la religión madre socialista y fracasaron. Estos también odiaban a los judíos por ser los creadores de la nueva religión socialista a la que odian, Marx era judío. Pocos saben hoy en día que cuando un socialista llama fascista a alguien para insultarlo y degradarlo lo está llamando socialista.

      La utopía de estos religiosos socialistas, el Cielo de los cristianos, era un Estado que dominara todo el mundo, una sociedad bajo su control, esa sociedad utópica, y por tanto irrealizable, ese paraíso socialista es el Comunismo. El paraíso, ese lugar sobrenatural y placentero, el lugar ideal, donde los religiosos van al acabar sus vidas, se transforma en la mente del religioso socialista en un lugar terrenal. A esta utopía le acompaña siempre “la revuelta contra una sociedad contaminada… ambos síntomas de inadaptación psicológica”, como escribió Arthur Koestler. Esa utopía pareció conseguirse cuando Lenin llegó al poder en la URSS. Era Rusia la primera nación que caía en manos de los malhechores del bien, hubo intentos anteriores como la Revolución Francesa pero acabó en el Imperio de Napoleón, fracasó trágicamente. Como suelen decir ellos: “no falló el comunismo, fallaron los comunistas” La Unión Soviética debía ser el referente de nación para los demás países del mundo, era el modelo que iba a desencadenar el bienestar de los hombres en todo el mundo, era la nueva Israel, el nuevo Califato.

      La nueva religión tenía un espacio donde poder desarrollarse y servir de ejemplo al resto del mundo. Su dios era hegemónico, el Gran Estado, y estaba controlado por un grupo de personas, líderes del nuevo movimiento religioso, que formaron el Partido Comunista de la Unión Soviética. Cuando una persona controla un Estado, genera un régimen dictatorial; cuando un partido controla un Estado, se forma un régimen totalitario, del que es mucho más difícil salir, era el régimen de la URSS, un Estado, un dios, dominado por el Partido Comunista de la URSS.

      El paraíso de la religión socialista es la sociedad comunista donde todos los trabajadores sean libres e iguales y tengan todas sus necesidades cubiertas. Se diferencia de las demás religiones en que el paraíso está en este mundo no en el más allá, por tanto, todos los logros y venturas se deben alcanzar en este mundo, cueste lo que cueste, porque es la única vida que tenemos. Para ensalzar ese paraíso en la tierra aparecieron el ecologismo, el animalismo, las ONG’s, el buenismo, que nos hará felices en el paraíso terrenal cuidándolo y haciéndonos sentir gozosos, un mundo feliz donde se ha renunciado a la libertad a cambio del bienestar.

      El infierno también se encuentra en este mundo, en la corrupta y miserable vida que genera el mundo capitalista al que hay que combatir para erradicarlo y en todas las religiones alienantes, menos la suya, que no saben que lo es. Para el Papa Juan Pablo II: “El Infierno indica más que un lugar, la situación en la que llega a encontrarse quien libremente y definitivamente se aleja de Dios, fuente de vida y de alegría”. El infierno es la privación definitiva de dios, el infierno socialista se encuentra allí donde no ejerza su poder el dios socialista, el Estado. En una sociedad comunista sólo existe el paraíso, el infierno ha sido erradicado.

      Para Tomás Moro, Utopía era una isla perdida de América, sede del mejor gobierno cuyos habitantes habían logrado el Estado perfecto. Utopía significa: no lugar, lo que no está en ningún lugar, un sueño imaginario e irrealizable. Esta Utopía es el cielo de los socialistas pero en la tierra, de ahí el carácter religioso del socialismo en otros términos, y tenía un nombre para los hombres de nuestra época, Unión Soviética, donde los hombres son libres e iguales gobernados por un sistema político perfecto, el comunismo.

      El problema es que estos sueños utópicos acaban en la distopía, la utopía negativa, una aberración indeseable y totalitaria, una sociedad viciada, depravada, enferma. Este es el cielo en la tierra en el que nos quieren instalar los nuevos socialistas disfrazados de progresistas, ecologistas, animalistas, feministas, etc, apoderándose casi por completo de estos movimientos e intentando representarnos a todos en ellos. De nada sirve saber lo que hicieron sus antepasados ideológicos, la isla de Utopía sigue estando por ahí, en algún lugar y si no, hay que crearla en nuestra sociedad, cueste lo que cueste, destruyendo lo que haya que destruir, eliminado a aquel que se interponga en el ideal utópico, anteponiendo este ideal a la libertad individual de las personas. Todo por el bien común. Utopía es tan real como el Paraíso de los yihadistas musulmanes y los métodos para crearla similares, no hay más que ver sus hazañas en el siglo XX. Y así como las masas seguían a los líderes religiosos, los socialistas modernos siguen a los gurús de la muerte y la destrucción. Con estos paraísos ficticios lo que se logra es que seamos esclavos de los que manejan los hilos. Esta esclavitud, que somos incapaces de reconocer, se soluciona, parafraseando a Óscar Wilde, “divirtiendo a los esclavos”, hemos pasado del homo sapiens al homo festivus de hoy en día.

      La religión socialista tiene sus lugares sagrados donde sus seguidores adoran a su dios, el Estado, y todo lo que representa, un culto religioso transformado en laico pero con el mismo


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