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Ópera Nacional: Así la llamaron 1898 - 1950. Gonzalo CuadraЧитать онлайн книгу.

Ópera Nacional: Así la llamaron 1898 - 1950 - Gonzalo Cuadra


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de 1894 de dicha Academia Musical se recitaron dos poemas suyos y se representó su comedia en un acto titulada “Los que buscan casa”, importante dato para el futuro libretista de óperas. Sin duda que su entorno familiar, dirigido por su elogiado padre, fue no solo propicio para su precoz formación y exigencia como músico, sino que lo familiarizó tempranamente con lo mejor del mundo musical nacional de entonces, permitiéndole estrenar sus composiciones casi con inmediatez y contar entre sus dedicatarios a personalidades tan influyentes como Ventura Fraga, Arturo Padovani y Luis Arrieta Cañas. Su aspecto delgado, pálido y de comportamiento nervioso terminaba de pulir aquel aire de artista romántico que de él se esperaba.

      Su trabajo como compositor es constante, abocado a piezas de lucimiento para el piano, pero —como se dijo antes y ligado a su entorno musical— también explora combinaciones camerísticas muy variadas, además de esbozos orquestales. Algunas transitan el repertorio de salón, de esparcimiento y se ligan a ritmos de danza o de mero virtuosismo, tal como era de esperar de un hijo del siglo XIX, pero también hay otras que son fruto de aspiraciones artísticas más complejas y estructuras compositivas más reflexionadas, tal como deseará la academia del siglo XX. Sin embargo, por sobre otras manifestaciones musicales, lo entusiasmará la ópera86. Como pianista, su repertorio de concierto era ecléctico, del gusto europeo, con claros visos de modernidad: Godard, Wagner, Saint-Saëns, Sinding, Fauré, además de los habituales Beethoven, Liszt, Chopin, Bach o Mozart, amén de obras propias. Es percibido como un futuro y también como un presente musical. Son sus años dorados.

      En septiembre de 1897 aparece en la prensa la noticia de que Raoul Hügel viajará a perfeccionarse a Berlín87, un viaje “a su cuenta”88, es decir, no es parte de un programa o premio estatal, si bien tuvo respaldo financiero del premio del concurso de 189589. Su concierto de despedida, el 3 de ese mes, será pródigo en composiciones propias.

      Ahora prosigo leyendo su diario:

      Llegará a Alemania en diciembre de ese año a casa de dos familias que tenían lazos con Chile y con los Hügel: primero a Hamburgo donde la familia Hoefele90, y definitivamente a Berlín, primeramente en la residencia de Hugo Kunz, Vicecónsul de Chile y que hará también las veces de promotor artístico del joven Raoul. Durante su estadía en Alemania mantendrá ambas ciudades como alternada residencia. No es un alumno regular del Conservatorio ni sigue una carrera específica, sino que toma clases dentro de las cátedras de algunos profesores específicos: orquestación con el pianista y compositor Friedrich Gernsheim y piano con la célebre Teresa Carreño. En su diario de viaje Hügel escribirá de ella que no era buena pedagoga y que en las pocas clases que tuvieron aprendió más viéndola tocar que a partir de alguna indicación directa91. El 1 de febrero de 1898 da su primer recital solista en Berlín en la Casa de los Arquitectos, al que asistirá numerosa concurrencia, incluyendo representantes de los gobiernos latinoamericanos; será un éxito, e incluirá obras de Bach, Chopin, Beethoven y propias: “Idilio” y “Caprice” para piano y un “Ave Maria” para soprano, armonio, piano y violín.

      Berlín deslumbra a Hügel tanto por su planificación urbana como por la oferta cultural y de esparcimiento. Asiste a diversos espectáculos, aprecia el talento de consagrados pianistas (especialmente D’Albert e Irwin Hoffmann, cuatro años mayor que Hügel y que es visto como el pianista joven más talentoso de su tiempo), exclama su admiración por los compositores rusos (menciona a Tchaikovsky y su Eugenio Onieguin), también la vida teatral y orquestal. Pero es con la ópera que se entusiasma más: el trabajo de director orquestal de Richard Strauss, los cantantes italianos de visita por la ciudad, la calidad de las puestas en escena, los diversos escenarios posibles, tanto públicos como privados (como el que el mismo Hügel vivenciará más adelante donde el conde Von Gribenau). No lo dice abiertamente, pero su intensa descripción revela que el género lírico no solo marca su preferencia sino que en su práctica y éxito radica el prestigio y la visibilidad de un músico92.

      Paralelamente, Berlín también es la tentación: Hügel se ha alejado de la estricta y conflictiva residencia del Vicecónsul y, un poco tratando de olvidar su poco fructífero enamoramiento por la srta. Frieda Hoefele (sobrina de su anfitriona en Hamburgo), un poco aleonado por amigos algo calaveras, por la novelería y mucho por propias debilidades según el mismo confiesa, se sumerge en la vida nocturna de Berlín, malgastándose física y monetariamente a expensas de espectáculos y mujeres. Finalmente esta vida, sumada al esfuerzo de terminar Velleda y Herta, lo obliga a una internación por un mes en una cura de salud a cargo del “Professor Mendel”. De allí saldrá recuperado no solo en su salud, sino determinado a enmendar moral y artísticamente su vida.

      En Alemania Raoul Hügel está ante la posibilidad cierta de dar inicio a una carrera musical europea. Hay nuevas composiciones, se anima con creaciones orquestales de mayor envergadura, se le aprecia como pianista y ha estrenado, si bien de manera privada, una ópera. La competencia musical, no obstante, se le hace bastante exigente. Escribe:

      Me abstengo de permanecer en Berlín por mucho tiempo porque como artista no me sentiría bien entre esta multitud de artistas […] uno se desvanecería al lado de tantas celebridades y estrellas que vienen a la ciudad imperial, donde solo se presta atención a las mayores eminencias; los demás desaparecen en el ajetreo de la gran urbe93.

      Pero el joven estudiante también tiene consciencia clara de su talento, o al menos de su carrera profesional en lo que va de una vida que tiene semblanzas novelescas y de aventura. Por ejemplo, en Alemania publicará en la imprenta de Oscar Brandstetter de Leipzig el lied “Valdivia”, Op. 19, “pieza de repertorio de la cantante de conciertos Srta. Minna Ristow”, según reza la partitura en su portada, quien fuera la solista que acompañó a Hügel en la segunda parte de su exitoso primer concierto en Hamburgo. La pieza es un lied clásico, melódicamente simple, cuidadosamente armonizado, de tres estrofas y un sentimental estribillo, que canta con nostalgia a ese paraíso lejano que es Valdivia. El texto pertenece al ya mencionado Hugo Kunz. Aunque pueda parecernos curiosa la posible recepción alemana de una pieza que tendría significado solo frente a cercanos o conocedores de la inmigración alemana en el sur de Chile, no deja de ser un esfuerzo editorial cuya calidad musical rebasa el interés emotivo-geográfico de su texto.

      Sin embargo, a Raoul Hügel su padre le ordena volver a Chile. Una publicación nacional dice que así obedece “al llamado de la familia”94. Es claro que el mandato ha nacido por las noticias de despilfarro, juerga y consiguiente mala salud que llegaron por vía de amigos comunes, noticias que si bien se hallaban en plano de recuperación, a la distancia se percibían más dramáticas. Plasmando resignación, alivio y desesperación en iguales partes, ocurre un giro de supervivencia y afirmación artística en él, una nueva creación con libretto propio en alemán: entre el 24 de enero y 4 de febrero de 1899 escribirá el diario personal titulado Meine Musik - Karriere. Que no nos confunda el breve lapso de tiempo de casi diez días en que redactó aquel tomo único: este cuaderno manuscrito, pero empastado profesionalmente con un cuidado de quien desea releerlo por muchos años, no es un aséptico confesionario de actividades diarias, sino un centenar de páginas en las que su escritura caligráfica y su prosa vehemente, casi sin puntos apartes ni borrones o correcciones, se va explayando en sus peripecias de viaje, en lo que estudia, ve, oye, desea, apasiona y compone, sus decepciones, su relación con el dinero, su salud, sus amistades, haciendo especial énfasis en las muchachas de quien se enamora. Un hipertrofiado párrafo único que es un ejercicio de identidad y consciencia, según él mismo deja escrito, para que los años venideros “quieran mostrarme que las decepciones y experiencias conducen nuevamente a un tiempo precioso, [y para] que de nuevo en pensamiento reviva mis alegrías y pesares y pueda sumergirme de regreso en el pasado”95. Desde un punto de vista cultural, es un alemán al que se le ha ordenado marchar al precario exilio; desde lo personal, un chileno que escapa de la vorágine y regresa a la seguridad del hogar.

      El diario de Hügel puede ser leído como testimonio de un viaje de crecimiento, aprendizaje y lección moral, a la manera de los viejos cuentos iniciáticos. Por ello clarifica las razones del regreso, tal cual se dijo unos párrafos atrás: el Berlín de fines de siglo XIX rivalizaba exitosamente con París en diversión nocturna con su mezcla de música, alcohol y liberada sensualidad; el fácil acceso a esto despierta en él al vividor, al muchacho en constante fiesta; visita asiduamente locales


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