Pie De Cereza. George SaoulidisЧитать онлайн книгу.
amarillo verdoso”.
“¿Y? Es colorante artificial, simplemente”.
“No, no, ve, el color está demasiado diluido y no concuerda con la acidez propia de un pepinillo”.
Héctor parecía divertido y resignado. “¿Cuál es la cantidad de ácido apropiado para el pepinillo?”
Ella se encogió de hombros con la mirada hacia un lado. “Uh, algo como un rico bosque verde, tú sabes, como pepinillo”.
Héctor no parecía impresionado, habló poniendo la lengua entre sus labios. “Uh-Uh. Como sea. ¿Vas a probarlo?”
El granizado estaba frío, la condensación cubría la botella. Tomo la pajita con sus labios y tomó un sorbo. “Si, está dulce. Eso no es bueno”.
“¿Cómo se supone que deba estar?”
Pickle puso cara de “¿Estás bromeando?”. “Ácido, por supuesto”.
Se lamió los labios saboreándolos. “Deja como un cierto sabor residual grato. Esta bebida no está hecha para los amantes del pepinillo”.
“¿Verdaderamente? Maldición, bótala entonces”. Trató de alcanzar la cava.
“¡Coño, no!” Se quejó apartándola.
Él se rio. “Bien, entonces ¿qué quieren?” Volteó la Nota de Entrega y leyó en voz alta. “Estimada Patricia Georgiou, sería un honor si tú y tu dueño probaran nuestro nuevo sabor granizado y estuviesen de acuerdo con un patrocinio nuestro. Hemos adjuntado los términos del contrato propuesto. Realmente nos gustaría trabajar con ustedes, por favor pónganse en contacto con nosotros si tienen alguna pregunta y haremos lo mejor que podamos para solucionar cualquier problema”.
Los ojos de Pickle se abrieron con asombro. “Quiere decir… Quiere decir que yo…”
Héctor le brindó una amplia sonrisa y asintió. “¡Que acabas de conseguir un patrocinador!”.
Pickle soltó una risa de alegría y luego la ahogó. Levantó un dedo. “No lo digas”.
Héctor se recostó en la pared y levantó los hombros con aire presumido. “Sólo iba a decir-“
“¡No lo digas!” Pickle tomó la cava apretándola con sus brazos y corrió hacia su cuarto.
“En serio, todo lo que iba a decir era-“
“¡No digas un carajo!” gritó a través de las habitaciones.
“¡Te lo dije!” gritó Héctor, sintiéndose pleno.
Cerró la puerta de un puntapié.
“Un ‘gracias Héctor’, sería agradable, sabes, ¡ya que te lo dije!” gritó.
Pickle contuvo su respuesta.
Podía oír sus pasos que venían hacia su puerta. Él habló a través de ella, su voz sonaba amortiguada. “¿Entonces vamos a rechazar el patrocinio?
“¿De repente tenemos mucho dinero? ¡Claro que no!” se burló ella. “Abre la puerta”
Héctor echó un vistazo al interior del cuarto. “Obviamente, estoy de acuerdo” dijo. “¿Entonces qué hacemos? No puedes endorsar un producto que no te gusta”.
“Fácil, voy a ir a sus oficinas a decirles qué es lo que tienen que arreglar. ¡Va a ser increíble!”
“Ay, ya lo siento por ellos”. Héctor hizo una mueca, cerró la puerta y se fue.
Pickle se subió a la cama y sostuvo el envoltorio de hielo color orina en sus brazos y tomó otro sorbo. Umm, no. Demasiado dulce. Y si, definitivamente iba a arreglar este producto.
CAÍDA TRES
Héctor sabía cuál sería el voto de ella, podía verlo en sus ojos brillando. Lo otro, era un paso mayor así que para comenzar, realmente no era tan emocional. En realidad no sabía cómo funcionaban los patrocinios, así que le hizo una pregunta a Tony y éste respondió enviándole unas instrucciones. Era bastante fácil, muy parecido a un contrato de cadena de bloques como cualquier otro. Lo revisó un par de veces con el guion del lenguaje simplificado de Tony y vio que era correcto. Ninguna cláusula escondida, ninguna trampa legal extraña que pudiera ver. Parecía que estos tipos en realidad querían este trato. Dijo “Joder”, tomó un trago de ouzo y lo aceptó.
Esperó un par de minutos por las confirmaciones y luego revisó las estadísticas de Pickle:
Nombre | Patricia Georgiou |
Alias | Pickle |
Fortaleza | 2 |
Velocidad | 1 |
Estrategia | 3 |
Sensualidad | 1 |
Talla de Copa | D |
Aumentación | 22% |
Equipo | Pies |
Posición | Ejecutora (Espada y Escudo) |
Victorias | 4 |
Derrotas | 71 |
Ingresos | 5500 |
Patrocinador | Jugos de Pepinillo Granizados |
Mil euros más cada mes, añadidos así como así a su cuenta. Definitivamente podría trabajar con eso, especialmente con todos los gastos ocultos de poseer un equipo. Era una locura, pedían mierda en la que él ni siquiera había pensado. Logos, sitios web, servicios de streaming, gerentes de medios sociales y por contrato estaba obligado a proporcionárselos al torneo de Ciberpink. Los mirones necesitaban un ojo de cerradura para espiar, tú sabes. Tenías que hacerlo lo suficientemente grande y asequible en línea por medio de menús ordenados, desplegables en orden descendiente de lujuria. Afortunadamente, Tony siempre estaba dispuesto a arreglar todo para él. Se había hecho prácticamente indispensable. Héctor ni siquiera sabía dónde estaba alojado el sitio web del equipo, mucho menos trabajar en él. El hombre podía ser insufrible algunas veces, pero era un mago con las computadoras. Y se babeaba sobre el teclado desde que comenzó a estar todo el día alrededor de las atletas Ciberpink. Héctor decidió dejar que el hombre tuviera sus perversiones. Atrasaría algunos pagos por ahora, pero le pagaría su parte justa. Estaba haciendo cosas en las que Héctor ni siquiera había pensado. Había conectado noticias y automatizaciones que Héctor ni siquiera entendía. Todos los fanáticos lujuriosos serían notificados al segundo de la actualización en el patrocinio, pronto pondrían sus órdenes en línea. Las lenguas de los fanáticos en color pepinillo, era algo divertido de imaginar.
Héctor sacudió la cabeza. Ciertamente, un mundo raro para vivir.
Se levantó, miró por la ventana hacia la calle iluminada. La gente aún caminaba a pesar de que las tiendas estaban cerradas a esa hora. Por supuesto, el comercio no se detuvo sólo porque el programa de horario fijado por el gobierno había terminado. Héctor vio al vendedor de drogas usual en la esquina, un muchacho de apenas 17 años, y como era de esperarse, una joven conversando con él para conseguir un toque. Tenía el cabello corto, una buena figura y arrastraba un morral de viaje detrás de ella-
Cherry del coño.
Héctor corrió por las escaleras y salió de la tienda, cruzó la calle y de manera casual dijo, “Hola, Mike”.