Seduciendo A Una Princesa Americana. Dawn BrowerЧитать онлайн книгу.
Tesla es un miembro", dijo William.
Julian no estaba tan familiarizado con el trabajo del físico, pero había oído su nombre antes. Un científico no era un artista, pero sí, exploraban las posibilidades del mundo. "¿Necesito tener algún tipo de don para ser miembro?".
"Yo no lo tengo", dijo William. "Les gusta mantener una mezcla de artistas por falta de una palabra más precisa, y gente de la clase alta. De esta forma el Club de Jugadores mantiene un equilibrio entre personas con recursos materiales y personas con talentos especiales”. Al parecer este club sería mucho más interesante de lo que había pensado originalmente… "En ese caso…" Hizo un gesto hacia William. "Llévame con la persona con la que necesito hablar sobre la membresía".
No llevó mucho tiempo convencer a los directivos de que consideraran su membresía. No pudieron admitirlo en el acto. Tendría que ser sometido a votación, pero los miembros principales no pensaron que sería un problema. Les agradaba la idea de incorporar al hijo de un duque en sus registros. A Julian le gustaba la fuente de información en la que iba a sumergirse. Todo saldría mejor de lo esperado. Si todo marchaba bien, podría volver a casa antes de lo planeado, y tal vez podría conseguir una misión más interesante. Esta tarea no le gustaba mucho, pero sentía que debía ejecutarla. Si quería hacerse un nombre, tenía que tomar las medidas necesarias para demostrarles a sus superiores que podían confiar en él, sin importar cuan desagradable fuese su trabajo. Lo enviaron a Nueva York porque querían que alguien vigilara al movimiento sufragista.
Inglaterra tenía sus propios problemas con respecto a los derechos de las mujeres, y era prudente que observaran el clima en otras latitudes. Alice Paul era una americana que se había involucrado con las Pankhursts en Inglaterra, y había sido ella la que había llamado la atención de los funcionarios del gobierno. Parte de su tarea era asegurarse de que ella no regresara. Su última estadía en la cárcel no había sido agradable. Por supuesto, era un término suave para lo que ella había soportado. Por su propia terquedad, podría haber muerto de hambre, y se habían visto obligados a alimentarla contra su voluntad. Afortunadamente, sobrevivió y luego regresó a casa. Si se quedaba en su propio país, no debería volver a ser un problema para Inglaterra.
Aunque Alice Paul era parte de su misión, no era el único objetivo. No la seguiría y la espiaría. Parecería extraño si lo hiciera. Era un miembro de la aristocracia, y sería más fácil para él infiltrarse en la sociedad de Nueva York. Haría su parte para parecer un caballero con medios, y en su tiempo libre, husmearía en el movimiento sufragista. Probablemente también había mujeres de las clases altas insatisfechas con su estatus. La Srta. Brianne Collins parecía ser una de ellas…
Su amistad con Alexander y Andrew Marsden le facilitaría acercarse a ella. Por dicho vínculo pudo hablarle en la Estación Penn, pero eso no bastaría para ganarse su confianza. Al parecer le había desagradado a La Srta. Collins. Así que tendría que hacer un gran esfuerzo para hacerla cambiar de opinión. Ella podría ser la persona que necesitaba para espiar a las sufragistas. Los hombres de la alta sociedad eran sus otros objetivos. Eran los que controlarían el clima en los Estados y a un nivel más alto en el gobierno federal. Ya que ellos tenían todas las cartas, por así decirlo, dependería de ellos si se realizaba un cambio.
En cierto modo, Julian no estaba seguro de por qué les importaba lo que estaba pasando en América. ¿Por qué Inglaterra no podía decidir por sí misma si concedía o no más derechos a las mujeres sin guiarse por lo que estaba pasando en el mundo? Era un tema difícil y podía ver por qué los hombres no querían renunciar al control que habían tenido por siempre; sin embargo, las mujeres deberían tener la capacidad de elegir por sí mismas lo que querían para sus vidas sin que nadie las gobernara. Eso no significaba que aprobara algunas de las prácticas en las que participaban las Pankhursts. Eran peligrosas y radicales.
Sin embargo, él cumpliría con su deber. Le gustara o no.
CAPÍTULO TRES
Junio de 1911
Brianne odiaba el teatro. Desafortunadamente, este era uno de los pocos lugares a los que podía ir para ser vista y socializar. Ella nunca entendió el punto de usar el teatro para ese propósito. El único momento en que alguien podía tener una conversación era durante el intermedio. El resto del tiempo se encontraba encerrada en un palco privado, para aquellos lo suficientemente ricos como para permitirse uno, (y afortunadamente su familia lo era), o metida en los pequeños asientos de la parte principal del teatro. Nunca había asistido a una obra que le gustara, y como debutante, había asistido a muchas. Pero al menos esto le había dado excusa para vestirse con elegancia. Su vestido era de una indulgente seda violeta con una delicada capa de encaje. Incluso tenía una suave estola blanca que le cubría los hombros para protegerlos del frío y se había adornado el cabello con perlas, casi parecía llevar una corona.
Entraron en el Teatro Harris y fueron al palco que les habían prestado durante su estancia en Nueva York. William llevó a Brianne y a su madre al palco. Al parecer tampoco estaba disfrutando mucho estar en el teatro. Habían estado en la ciudad un mes entero, y hasta ahora, no estaba a la altura de sus expectativas. Era tan aburrido como Lilimar y no mostraba signos de hacerla vivir algo emocionante.
William corrió la cortina que llevaba a su palco y les hizo un gesto para que entraran. Su madre entró primero y se sentó en el lado derecho del reservado, y William se sentó a su lado. Brianne entró después de ella y se detuvo cuando observó a un hombre familiar ya sentado en el reservado. Maldición. Se vería obligada a hablar con la bestia malvada durante la obra porque su asiento estaba justo al lado de él. “Mi señor", dijo Brianne haciendo una reverencia. Su madre le enseñó las normas de etiqueta adecuadas, y aunque creció en América, Brianne no negaba sus raíces inglesas. Julian Kendall era el hijo de un duque, y ese vínculo debía ser respetado. "No sabía que conocía a los Dewitt". Los Dewitts eran la familia propietaria del reservado que usaban esa noche. Se sentó a la derecha de Julian y William se sentó junto a su madre.
"Somos familia", respondió con suavidad. "De forma indirecta. Tenemos un parentesco por parte de mi tatarabuela Alys Dewitt Kendall, pero nunca entendí el vínculo. He aprendido a no cuestionar las rarezas de mi familia, ni a nada que involucre a esta abuela en particular".
A Brianne no le importaba su vínculo con la familia Dewitt. Desearía haberlo sabido antes de aceptar salir esta noche. William había sugerido el teatro. Debería haberse dado cuenta de que era una mala idea solo por eso. Su hermano nunca sugería salir de la casa, y odiaba el entretenimiento. De acuerdo, quizás estaba exagerando un poco, pero Brianne no podía recordar la última vez que estuvo tan irritada. "Fascinante", dijo con sarcasmo. "Por favor, cuénteme más". Su voz no podría estar más desprovista de emoción. Esperaba que no tomara sus palabras como un estímulo.
"Princesa", dijo Julian y luego se rio con ligereza. Como si ese término en particular de cariño le causara gracia. Esto sirvió para aumentar su irritación. "No se preocupe, no me atrevería a exponer los detalles de mis relaciones. Eso es para los individuos que ya son parte de la familia o que tienen la oportunidad de convertirse en uno de nuestros estimados miembros".
En cuanto a los insultos… este en particular fue como una fuerte bofetada. ¿Cómo se atreve? "Entonces es una suerte que no tenga aspiraciones de vincularme a alguien cercano y querido por usted". Se inclinó un poco más cerca de él y le dijo en un áspero susurro: "Prefiero apuñalarme en el ojo y girar el cuchillo que pasar el resto de mis días a su lado".
Desde su desencuentro en la Estación Penn. Brianne lo había evitado al máximo. Era un hombre muy desagradable. Había venido a su casa varias veces para conversar con William. Ella había hecho todo lo posible para evitarlo en cada ocasión. Hubo una vez en la que lo vio caminando por Gramercy Park y giró a propósito en la dirección opuesta.
"Fabuloso", contestó él suavemente. "Entonces estamos completamente de acuerdo". Se acomodó en su asiento y miró fijamente al escenario. "¿Qué sabes de la obra que estamos a punto de ver?"
Nada. Porque realmente no le importaba de qué se trataba. Echó un vistazo al teatro. Había una razón por la que había aceptado asistir, y no tenía nada que ver con la actuación. Inclinó la cabeza hacia un lado. ¿Dónde estaban todas