David, La Esperanza Perdida. Serna Moisés De La JuanЧитать онлайн книгу.
de quedarse vigilando el ganado mandó marchar al menor a casa sin darle explicación alguna.
Llegando le estaban esperando a la entrada de la casa la madre junto con otras mujeres y esta le dijo mientras le entregaba unas prendas,
―Cámbiate corriendo y ponte esta ropa que tenemos visita.
El joven todavía no entendía a qué venían aquellas prisas, aunque era habitual que cuando había visitas se usasen prendas diferentes, así que obedeció sin comprender lo que acontecía y una vez hecho se dirigió a la sala donde se encontraba su padre.
El niño entró en la habitación y el profeta acercándose al él y poniéndose de frente, el SEÑOR le dijo,
―¡Este es, úngele!
―El SEÑOR me dice que unja al niño ―dijo el profeta y dirigiéndose al padre le preguntó―. ¿Puedo hacerlo?
El padre contestó que sí, aunque sin entender muy bien cómo su hijo menor iba a ser digno de aquello, pues con la corta edad que tenía, no había hecho nada para ser merecedor de tal honor.
Así se le dijo a David que se descubriese, lo que el joven hizo quitándose la ropa que acababa de ponerse.
Con aceite que el profeta traía, lo derramó por la cabeza del niño, y este aceite corrió por su cuerpo hacia abajo, pues le habían desnudado, y con él fue marcado en el pecho y en la espalda, y también sus manos puestas hacia arriba, y su vientre, y luego se le dijo,
―Ahora sacarlo al patio, y bañarle, pues ya está ungido.
El padre que pensaba que era otra cosa, decía que no, que no se le bañase, ya que eso sería cómo borrar aquella señal que había recibido.
El profeta, viendo lo que decía el padre, cogió tierra del suelo y se la echó al niño, y se pegó en su cuerpo, y así le preguntó,
―¿Acaso quieres que tu hijo esté tan sucio?
El padre comprendió la lección, y llamó a la madre y a otras mujeres para que le bañasen, y lo hicieron y después comieron todos.
―De esto no se tiene que enterar nadie ―dijo el profeta mientras comía―, pues su vida peligra por ello, pues el estar ungido, quiere decir que un día será Rey de Israel, y el que está ahora no querrá dejar de serlo, pues un día también lo fue él, más ahora es indigno de ocupar el puesto, y aunque aún estará en él largo tiempo, algún día será este niño el que dirija al pueblo entero.
Dicho todo esto el profeta se fue agradeciendo por la hospitalidad recibida a la vez que remarcaba la importancia de mantener el secreto por el bien de todos.
Una vez que se fue algunos de los hermanos protestaron por no ser ellos los ungidos, pero a pesar de los celos que había despertado aquella situación lo guardaron en gran silencio, pues nadie quería que fuera muerto, pues de haberse dicho a alguien, se corría el riesgo de que las noticias llegasen a palacio, y que al no saber cuál de los hermanos era el ungido, el Rey ordenase dar muerte a todos, y con ello acabar la amenaza de que algún día le arrebatasen el trono.
Esto que ahora puede parecer exagerado, era habitual en aquellos tiempos, donde incluso se llegaba a matar a los hermanos y la familia de estos, para evitar que pudiese reclamar el reinado al enfrentarse con su hermano.
El acontecimiento que se ha dicho era ya siendo casi un hombre, pues tenía ya doce años, más mirar que esto de los años es una forma de hablar, pues los tiempos de antes, y son por referencias que se tienen escritas por donde se sabe, decía que los tiempos de antes, se contaban de forma distinta a los de ahora, haciéndose por las lunas, y por las cosechas.
De esta forma casi siempre acertaban cuando era primavera, pero ésta a veces se retrasaba, y resultaba que en realidad el año aquel había durado quince meses de ahora o, por el contrario, el siguiente solamente tenía nueve.
Así pues, es únicamente como referencia de que era muy joven, aparte de que vosotros sabéis que, en los países donde hace mucho calor, los hombres, y sobre todo las mujeres, se desarrollan mucho antes, así en algunos pueblos de África, es corriente que existan madres a los trece años, y son mujeres completamente desarrolladas, y tienen sus hijos normales, en contrapartida la esperanza de vida suele ser de unos escasos cincuenta años,
Muy al contrario de lo que sucede en los países llamados desarrollados donde el momento de tener hijos se va retrasando más allá de los veinte años, pero en cambio tienen una esperanza de vida superior pudiendo vivir por encima de los setenta años.
Capítulo II. La Visita del Rey
Pasó por allí una vez el Rey que en aquel tiempo tenían y que su nombre era Saúl, y que también había sido ungido, y cuando el Rey pasaba, siempre había fiesta, y se hacían canciones al Rey y a sus hazañas, un poco lo que sucedía en Castilla en tiempo de los señores feudales que, salían trovadores a cantar las hazañas de sus señores.
Esta es una forma de mantener fresca en la memoria de sus habitantes a quién debían pleitesía, pues es sabido que aquel pueblo que no atiende adecuadamente a su Rey es exterminado como castigo y ejemplo al resto de las localidades.
Pues decía que, se tenía noticias de que iba a pasar por allí el Rey, y el que mandaba en el pueblo llamó a todos y les dijo que venía el Rey, que tendrían que matar unos cuantos corderos, y sacar el vino de la cosecha, y cocer pan y demás, todo para agasajar a tan distinguido invitado.
Así con la participación de casi todos los aldeanos, pronto estuvo todo preparado para cuando llegara, más como únicamente iba de paso, se encontraron con que ni siquiera paró, y siguió su camino, y a todos les molestó que después de la mortandad que habían hecho de los rebaños, ni siquiera los hubiera probado.
Estando en esto, David que ya tenía la edad de quince años llegó del monte de estar cuidando el ganado y de esto él nada sabía, y se enteró del desplante hacia el pueblo.
Había llegado justo cuando el Rey había pasado, quien iba a caballo y como llevaba escolta a pie se andaba despacio.
Se enteró de todo, y preguntó el tiempo que hacía que había pasado el Rey y se le dijo que, aquella polvareda que se veía a lo lejos era de él.
El joven no se lo pensó e indignado por la situación quiso hacer algo en justicia para compensar aquella afrenta, y sin decir nada a los demás al punto se marchó al monte, ya que de trabajar todos los días allí lo conocía muy bien, y siguiendo por este, llegó a un sendero del camino antes que el monarca, y se plantó allí en medio.
Otro hubiese sido más juicioso y hubiese dejado pasar la situación, ya que no se trataba de cualquier persona sino el Rey, al cual se le estaba permitido todo, como era la costumbre, pero David tenía otros planes.
Cuando llegaron los primeros guardias, le dijeron que se apartara, y él no se apartó, y tenía la honda en la mano y un buen puñado de piedras de las que se mata a las bestias del campo cuando atacan al ganado, de las grandes.
Los soldados vieron que no se movía, a pesar de lo cual quisieron pasar con los caballos, y él cogiendo una piedra, dio en la grupa del primero que al sentir el dolor se encabritó, y dio con el jinete en el suelo, y los caballos de los demás se asustaron.
La comitiva se paró y los soldados prestos se dirigieron hacia el joven, ya que había agredido a uno de sus caballos y eso era tanto como hacerlo a uno de ellos.
Estando en esto llegó el Rey, y preguntó sobre qué pasaba y porqué se habían parado, y se lo contaron, y se dijo,
“¡Éste está loco, mira que enfrentarse él solo con mi guardia!”
Más se adelantó por curiosidad al ver que no hacía gesto de huir cuando la guardia se dirigía a detenerle y le preguntó,
―¿Es que no sabes quién soy?
―¡Me han dicho que el Rey! ―contestó David sin soltar la honda preparada con una piedra―, pero no estoy seguro, pues yo sabía