David, La Esperanza Perdida. Serna Moisés De La JuanЧитать онлайн книгу.
Rey con un gesto detuvo a sus soldados, pues estaba extrañado de la situación, y no sabía qué decir, y así pensó, “Veremos cómo anda de armas, pues de valentía ya lo sé”.
―¡Mira cuantos soldados tengo! ―le dijo adelantando su caballo mientras con la mano extendida señalaba a sus hombres―. Si quiero puedo pasar y nunca sabrás si soy impostor, pues no me tocarás.
―Mira ―le fue contestado―, tengo en la mano algo especial que uso muy bien, y así antes de que ninguno de tus soldados me pueda hacer algo, estarás muerto.
Esto asustó al Rey que, le miró, y únicamente veía una honda, y aunque sabía que eran armas peligrosas cuando se usaban bien prefirió ser prudente y alejó lentamente el caballo mientras le decía.
―Dame demostración de tu habilidad y te daré satisfacción ―dijo el Rey otra vez.
Al punto David cogió una piedra y dando vueltas a la honda, la soltó y viendo que no pasaba nada, todos rieron, y en esto cayó del cielo un ave que por allí volaba, y fue cerca del Rey, y éste tuvo que refrenar su caballo que se asustó.
Y el Rey miró al cielo y no vio ninguna ave más, y así pensó, “¡Caramba con el muchacho, si le da a un ave que va sola, y que tiene el tamaño de mi puño, ¿qué hará conmigo?”, y así le dijo,
―Vamos al pueblo a festejar, pues en verdad soy el Rey Saúl, pero es que no sabía que me estuvierais esperando, pero mira, ve tu primero y avisa que llegamos.
A pesar de sus palabras, el rey no tenía intención ninguna de volver sobre sus pasos, así pues, pensó seguir su camino cuando aquel muchacho se hubiese ido a su pueblo.
David que intuyó el pensamiento del Rey y sabiendo que únicamente se quería deshacer de él, le dijo,
―Como el camino le conocéis, por haber pasado por él y como si paso primero voy antes que el propio Rey, así pues, seguir delante que yo soy únicamente un cabrero y no puedo pasar primero, si no detrás dando escolta.
El Rey se quedó asombrado de la sabiduría del muchacho y viendo que no le dejaba muchas alternativas decidió volver con su escolta, y tras un breve trayecto llegaron al pueblo, aunque ya la gente no le esperaba, y estaban disgustados, pero viendo venir a la escolta a caballo se volvieron a poner contentos.
Luego se enteraron de lo que había sucedido, y ellos, como es natural presumían de su mozo que, tenía tanta inteligencia, y así contaban unas cosas ciertas y otras inventadas, a tal punto que el mismo Rey que, había sido forzado, y que por ello estaba disgustado, se le pasó el enfado y llamó a su mesa a David, mas éste no apareció, y aunque le buscaron no le encontraron y sin embargo de la montaña, llegó el canto que todos conocían, y que era del muchacho que tal aflicción tenía, y que agradaba a todos, pues estaba especialmente dotado para ello.
En el canto decía que, cantaba al rey más grande que tenían y que había ganado muchas batallas y que era el ungido del ALTÍSIMO, y todos conocían esto, más también añadió, y esto solo el rey conocía que, aunque un rey era, EL ALTÍSIMO le vigilaba, y que se podía olvidar de que él había ungido a quien él luego no le servía bien que, siendo rey tenía más obligaciones y también más servidumbre, y esto fácilmente le hacía olvidar que él era el primer siervo.
Esto alarmó tremendamente al rey que, preguntó por el nombre de aquel que cantaba, y le dijeron que era el mismo que le había hecho volver.
El rey se alarmó bastante, pues pensó que sería un elegido del ALTÍSIMO, y que le estaba acusando de algo, tal y como hacían algunos profetas como forma de corregir sus acciones o las del pueblo cuando se desviaba del camino marcado.
Cuando el rey preguntó la edad, le dijeron que aún no tenía edad de separarse de sus padres, y pensó, “Aún es muy joven y aunque no es muy alto, sí está desarrollado, pero mejor se lo dejo al padre, y dentro de unos años vuelvo por aquí”, y se marchó al día siguiente, después de agradecer al pueblo su generosidad y pagar por ello, en esto veréis que pasó.
Estando despidiéndose el rey del principal y de los aldeanos, apareció David, y así le dijo,
―Gran Rey, ¿os ha gustado la comida, y la cama y la mujer?
Pues era costumbre que cuando el Rey pasaba por algún sitio y paraba, cohabitase con alguna mujer para de esa forma dejar su semilla, y agradecer al pueblo su generosidad, más en el caso de Saúl, la mujer que le habían puesto la rechazó, y así contestó,
―La comida bien, el vino bueno, mas la mujer no la he tocado, pues me encuentro enfermo.
Y así le preguntó David en voz alta para que todos le escuchasen,
―Entonces ¿qué nos dejas de lo tuyo para merecer lo que te has comido?
Todos se asustaron, de tal manera que temieron que el Rey soltar a sus soldados e hiciera gran mortandad, pues aquello se podía considerar una ofensa al pedir cuentas a alguien tan importante.
Más esto mismo pensó David que podía pensar el Rey, y sin disimulo ninguno sacó la honda, y la puso una buena piedra, y así le dijo,
―Mirar gran Rey, existe aquí un acostumbre que, a lo mejor estando tan lejos desconocéis, y que no estáis obligados a cumplir si no hubierais comido nuestra comida y bebido nuestro vino, y es la de pagar lo que cada uno come y bebe, y si no lo hacéis por qué no tenéis dinero, entonces gustoso te lo damos como regalo, y cuando alguien admite un regalo, y tú ya lo has admitido, en ésta tierra está obligado a dar otro del mismo tamaño por lo menos o de valor semejante, y teniendo en cuenta que como se han matado más de veinte reses, y bebido un buen vino, calculo que con tus caballos podréis pagar lo que aquí se ha consumido.
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