Un hombre para un destino. Vi KeelandЧитать онлайн книгу.
citas e incluso cancelan reuniones. ¿O acaso no la han informado sobre sus funciones?
—Pero es su abuela. No todas las relaciones funcionan como si fueran laborales, aunque la cita sea para tratar algún tema de la empresa. ¿No debería llamarla en persona?
—¿Por qué?
Charlotte negó con la cabeza y exhaló un suspiro.
—No importa, lo haré.
Por suerte para mí, seguimos conduciendo en silencio durante un rato después de esa conversación. No había mucho tráfico y avanzamos por la autopista sin que Doña Perfecta me dijera cómo debía hacerlo. Me disponía a meterme en la 495 cuando Charlotte cruzó y separó las piernas en el asiento del pasajero, y aparté los ojos de la carretera un instante. No pudo haber sido mucho más. Pero, poco después, Charlotte gritaba y trataba de agarrarse a lo que fuera.
—¡Cuidado!
Instintivamente, pisé el freno incluso antes de comprender con qué narices debía tener cuidado. Todo lo que sucedió después ocurrió a cámara lenta.
Miré hacia delante.
Una criatura peluda y pequeña se apresuraba a cruzar la carretera.
El coche se detuvo de repente y vi lo que había estado a punto de atropellar.
Una ardilla.
«Joder, es una ardilla».
Me había dado un susto de muerte porque un roedor había cruzado la carretera.
Increíble. Estaba a punto de decirle exactamente lo que pensaba de su numerito cuando un enorme golpe me interrumpió. Sorprendido, tardé un poco en comprender qué había sucedido.
Un coche había chocado con nosotros por detrás.
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