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El otro. Miranda LeeЧитать онлайн книгу.

El otro - Miranda Lee


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que estoy sorprendida de que Ivy durara tanto como duró. Cuando el doctor Brandewilde la envió al hospital en Sydney el año pasado para la quimioterapia, yo no le daba más de unos días. Pero aguantó un año. En cierta forma, es un alivio para Emma que muriera. A nadie le gusta ver sufrir. Pero se ha quedado muy sola esa chica.

      –Supongo –comentó Jason–. La verdad es que es increíble que una chica tan guapa como Emma no tenga novio –se aventuró Jason.

      –¿No le han contado lo de Emma y Dean Ratchitt? Seguro que Ivy se lo contó. Al fin y al cabo, usted fue muchas veces a visitarla en los últimos meses.

      –No recuerdo que mencionara a nadie con ese nombre –respondió Jason. Al único Ratchitt que conocía era a Jim Ratchitt, un medio descastado que vivía en una granja fuera del pueblo–. ¿Tiene alguna relación con Jim Ratchitt?

      –Es su hijo. Tendría que enterarse de lo que se comenta por ahí –dijo Muriel mientras le entregaba el cambio–. Sobre todo si está pensando en echar la mirada en esa dirección, como supongo.

      –¿Qué se comenta?

      –Pues lo de Emma y Dean, por supuesto.

      –¿Estaban saliendo juntos?

      –Oh, eso no lo sé. A Dean le gustan las chicas liberales, y Emma no es así. Ivy la educó respetando los viejos valores. Esa chica cree en la castidad hasta el matrimonio. Pero quién sabe. Dean tiene mano con las mujeres, de eso no hay duda. Y durante un tiempo estuvieron saliendo.

      –¡Saliendo!

      –Sí. Eso fue antes de que Ivy se fuera a Sydney, el año pasado. Nos sorprendió mucho, porque Dean había estado saliendo con otra un mes antes. Emma llevaba un anillo que le regaló cuando se marchó a Sydney a ver a su tía. Cuando dos meses más tarde volvió de Sydney con Ivy, en todo el pueblo se comentaba que Dean había dejado embarazada a la chica pequeña de los Martin.

      –¿La chica con la que estaba saliendo antes de Emma?

      –No, no, esa era Lizzie Talbot. De todas formas, él nunca negó que se había acostado con la chica de los Martin, pero no quiso reconocer al niño. Dijo que la chica era muy liberal y que él no era el único que se había acostado con ella. Emma discutió con él justo en la puerta de la tienda de Ivy. Yo misma oí la discusión. Todo el pueblo la oyó.

      Muriel apoyó los codos en el mostrador, disfrutando con el cotilleo.

      –Dean tuvo la cara todavía de pedirle que se casara con él. Emma se negó y él perdió los estribos, acusándola de que había sido culpa suya, aunque a mí me gustaría saber la razón. Recuerdo que le gritó que si no se casaba con él, como habían pensado, lo suyo habría acabado. Ella le respondió, gritando también, que de todas maneras ella lo daba por terminado. Le tiró el anillo a la cara y le dijo que se casaría con el primer hombre decente que encontrara.

      –¿De verdad? –indagó Jason, incapaz de ocultar la alegría que le habían producido aquellas palabras.

      –No se haga ilusiones, doctor –le advirtió Muriel–. Estoy segura de que lo dijo por despecho. Se dice mucho por la boca, pero luego los actos son lo que importan. Lleva un año sin salir con nadie, aunque chicos no han faltado que se lo pidieran. ¿Quién le va a pedir que se case con él, si ni tan siquiera queda con ellos una vez? Todos sabemos que está esperando a que vuelva Dean. Y si vuelve… –Muriel se encogió de hombros con resignación, como si lo inevitable fuera que Emma iba a caer de nuevo en los brazos de su antiguo amor.

      Y aquel hombre había sido su amante. De eso Jason no tenía duda alguna. Las mujeres enamoradas pronto olvidan los valores que les han inculcado.

      De todas maneras, imaginarse a Emma en manos de semejante energúmeno le revolvía el estómago. Era una joven tan dulce y cariñosa que se merecía algo mejor.

      Se merecía alguien como él, decidió Jason. La modestia nunca fue una de sus virtudes.

      –¿Y qué le pasó a la chica que Jason dejó embarazada?

      –Se fue a la ciudad. La gente dice que abortó.

      –¿Usted cree que era de él?

      –¿Quién sabe? La chica era un poco casquivana. Si era de Dean, sería la primera vez que tuvo un desliz. Porque durante todos estos años, ha salido con todas las mujeres por debajo de los cuarenta de este pueblo, tanto si estaban casadas como si estaban solteras.

      Jason enarcó las cejas.

      –Todo un récord. ¿Qué es lo que tiene ese hombre?

      Muriel se echó a reír.

      –No se lo puedo decir yo, doctor, porque ya casi tengo sesenta. Pero de lo que no hay duda es de que es un chico muy apuesto.

      –¿Qué edad tiene?

      –Un poco más joven que usted, pero un poco mayor que Emma.

      –¿Y cuántos años tiene Emma?

      Muriel estiró su espalda, poniendo una expresión de reprobación.

      –Doctor, doctor… ¿qué es lo que ha estado haciendo estos meses mientras iba a casa de Ivy? Ése tipo de cosas es de lo que uno primero se entera, si se va en serio con la chica. Tiene veintidós.

      Jason frunció el ceño. Había pensado que era mayor. Tenía una expresión más madura, serena, que sugería una mayor experiencia en la vida. Con veintidós años no era más que una niña. Una niña que había vivido toda su infancia en un pueblo. Una joven inocente y sin experiencia.

      De pronto se acordó del compromiso de Emma con Dean Ratchitt. Tampoco tan inocente, quizá. Ni con tan poca experiencia. Los hombres del tipo de Ratchitt no perdían el tiempo saliendo con chicas que no les daban lo que querían.

      –¿Usted cree que Ratchitt va a volver?

      –¿Quién sabe? Si se entera de que Emma va a heredar la tienda, a lo mejor.

      Jason dudaba mucho de que el hecho de que Emma heredara aquella tienda fuera a hacer volver a un tipo de su calaña. Aquel establecimiento no daba más que para vivir, pero sólo porque no se pagaba renta. La tienda era muy pequeña y no valía mucho.

      –¿Usted cree que si volviera, ella estaría dispuesta a salir con él otra vez?

      –El amor es ciego.

      Jason estaba de acuerdo. Por fortuna, él no estaba enamorado de la chica. Quería tomar una decisión sobre ella con la cabeza, no con el corazón.

      –Hasta mañana, Muriel –se despidió. Ya había pasado demasiado tiempo en la tienda de Muriel y seguro que aquella conversación la conocerían pronto todos los vecinos.

      Aunque tampoco le importaba. Ya había decidido dar el primer paso nada más acabar la consulta esa misma tarde. No quería esperar hasta que apareciera Dean Ratchitt. No quería perder el tiempo pidiéndole que saliera con él. Iba a ir directo a lo que quería. Le iba a proponer que se casara con él.

      Capítulo 2

      JASON estaba empezando a ponerse un poco nervioso, un estado bastante inusual en él.

      Aunque comprensible, decidió mientras entraba por la puerta de atrás de la casa de Emma. No todos los días le pedía uno matrimonio a otra persona, y menos a una mujer de la que no estaba enamorado, con la que nunca había salido y menos acostado. La mayoría de la gente diría que estaba loco. Adele seguro que pensaría eso.

      Pensar en la opinión de Adele le motivaba. Todo lo que Adele pensara que era locura, seguramente era lo más cuerdo en este mundo.

      Decidido a no cambiar de parecer, Jason cerró la puerta y caminó por el sendero que iba hasta la puerta de atrás de la casa de Emma. Se veía luz a través de las cortinas de las ventanas. También se oía música en alguna parte. Estaba en casa.

      Había unos escalones de


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