¿El hombre apropiado? - Sorprendida con el jefe. Natalie AndersonЧитать онлайн книгу.
–Le mencioné tu nombre un día que Aurelie estaba atosigándome con detalles de la boda –dijo Liam, toqueteando uno de los botes con lápices que había en el escritorio–. Ella te buscó en Internet y decidió contratarte.
Victoria tragó saliva. No debía dejarse llevar por el orgullo. El trabajo de Aurelie podía dar lugar a otros.
Liam la miró con expresión expectante.
–Estás enfadada conmigo –dijo.
–En absoluto –mintió Victoria–. Fuiste muy amable al mencionar mi nombre. No sé ni cómo lo recordabas.
–¡No digas tonterías, Victoria! –dijo él, aproximándose.
Ella retrocedió instintivamente por temor a lo que Liam veía en su mirada.
–Estás decidida a ser independiente, ¿verdad? ¿No quieres aceptar la ayuda de nadie, y menos la mía? –preguntó él, deslizando la mirada por el cuerpo de Victoria.
Ella se mantuvo firme, esforzándose por ocultar sus emociones. Pero una vez más, no sirvió de nada.
–¿A qué tienes tanto miedo? –continuó Liam–. No tienes nada que temer. Solo sería una vez.
Victoria sonrió con suficiencia.
–¿Por qué? ¿No sería lo bastante bueno?
Liam volvió la mirada a su rostro.
–Ya he probado a mantener una relación convencional y no funciona. En cambio una noche, sí.
–A mí no me van los rollos de una noche –dijo Victoria con total honestidad.
–Deberías probarlo. Al menos por una vez.
Victoria miró a Liam fijamente. La atracción era innegable, pero ella era mucho más fuerte y sabía mucho más de la vida que hacía cinco años.
–No te das por vencido, ¿verdad?
–No. Ya sabes que me gusta ganar.
–¿Se trata de eso? ¿De una competición que quieres ganar?
–Si no exploramos lo que hay entre nosotros, siempre nos quedará la curiosidad –dijo Liam, dando un paso más hacia ella en actitud seductora–. Sé sincera, te mueres de curiosidad, sientes ese anhelante deseo de saber que podría haber pasado.
–¡Qué poético!
–Me viene de mis antepasados irlandeses. Y los dos sabemos que tengo razón –Liam bajó la voz–. Como sabemos que sería maravilloso.
–Liam.
–Es inevitable –musitó él–. Siempre lo ha sido –concluyó. Y alargando la mano, le acarició el hombro.
–¿Dices que solo una vez? –preguntó ella, adoptando un tono liviano, decidida a hacerle pagar por referirse a ello tan superficialmente, como si no se tratara más que de curiosidad sexual.
–Estoy dispuesto a que me hagas cambiar de idea –dijo él con una sonrisa pícara–. Me encantaría que lo intentaras.
Victoria dio un paso atrás.
–No –se cruzó de brazos–. Convénceme tú. Vamos, compórtate tan mal como sabes.
Liam la miró, desconcertado.
–Victoria…
–¿Crees que esto es pura lascivia? ¿No quisiste destruir tu amistad con Oliver? ¿No querías romper una relación a cambio de un momento de pasión?
¿O ni siquiera era eso? Victoria dio otro paso atrás y se chocó contra la cama.
–¿No era más que tu obsesión por ganar? –continuó–. ¿Eres tan competitivo que estabas dispuesto a cualquier cosa por ganar a Oliver? ¿Fui solo un posible trofeo?
–No –dijo él con gesto contrariado.
La respuesta no satisfizo a Victoria.
–Entonces no trates esto como si fuera una baratija. O como si yo lo fuera.
Liam pareció enfadarse.
–No traicioné a Oliver. No te seduje –Liam estaba tan cerca de Victoria que esta podía sentir el calor que irradiaba su cuerpo, el aroma a mar que siempre lo envolvía–. Y eso que podía haberlo hecho.
–¿Eso crees?
–No puedo darte lo que quieres. Solo…
–No tienes ni idea de lo que yo quiero.
–Casarte, tener hijo, un perro… –dijo Liam, encogiéndose de hombros.
–Ya lo he intentado y no me va –Victoria necesitaba que Liam admitiera que lo que había entre ellos no era solo atracción sexual. Que por muy extraño que resultara, había una verdadera conexión entre ellos.
–Entonces, ¿qué quieres?
–Una carrera profesional –Victoria alzó la barbilla–. Antes del divorcio estaba teniendo mucho éxito, y Oliver lo odiaba –la crisis financiera no había sido su culpa. Cientos de personas habían perdido su trabajo; Oliver solo había sido una de ellas. Sin embargo, su pequeño negocio había ganado impulso. Tras el romance y el divorcio, ella se había hundido, pero estaba de vuelta y creía en sí misma–. Quiero tener un negocio próspero. Y para eso tengo que terminar el trabajo de Aurelie. Eso es lo que quiero, tener más trabajo del que pueda aceptar, para gente a la que le encante lo que hago.
Liam la observó en silencio durante unos segundos. Luego miró a su alrededor, contemplando la austera habitación y su mesa de trabajo.
–¿Eso es todo lo que quieres? –preguntó finalmente.
–Es a lo que quiero dedicar todo mi tiempo.
–¿No tienes hueco para nada más? –Liam sonrió súbitamente, provocativo–. ¿Ni siquiera para una noche?
–Típico –Victoria puso los ojos en blanco, aliviada de recuperar el tono distendido–. Te empeñas en conseguir a quien se resiste.
–¿Quieres decir que no te afecto? –preguntó él, risueño–. Veo cómo me miras –ignoró el gesto de impaciencia de Victoria y continuó–: Respeto lo que quieres y puede que no tengas tiempo, pero yo creo que deberíamos despejar el ambiente.
–¿En qué sentido? –preguntó ella, temiéndose lo peor por la expresión maliciosa de Liam.
–Un beso. Ni siquiera nos hemos besado –dijo él.
Victoria se separó de él. No lo había hecho en el pasado y no lo haría entonces.
Liam rio.
–No tienes de qué preocuparte. Puede que sea una desilusión.
–Dada tu fama de casanova supongo eso es imposible.
–Pero puede que tú me desilusiones a mí –la provocó Liam.
–¿Estás poniendo en duda mis habilidades? –Victoria se irritó por el tono agudo en el que le salió la pregunta.
La sonrisa de Liam fue tan letal, que sintió una descarga de calor en el vientre.
–¿Tan buena eres?
–Mejor que tú –fue la réplica automática de Victoria.
Liam sonrió como un felino, al tiempo que ella perdía su fingida seguridad. Solo había tenido un amante en toda su vida, y este se había buscado otra mujer.
–¿Victoria?
Liam ya no sonreía ¿La estaba mirado con preocupación? Victoria desvió la mirada. No quería despertar su lástima. No quería que la besara por compasión; ni decepcionarlo.
–No va a salir bien. Así que dejémoslo como una fantasía no realizada –dijo finalmente, carraspeando