Desafío social. José KentenichЧитать онлайн книгу.
a todo el mundo, enseñad a todos los pueblos y bautizadlos. Esto no tiene nada de cómoda indolencia, sino que evoca un ímpetu de conquista, ustedes tienen que salir al mundo, esparcir la semilla de la palabra de Dios, conquistar el mundo para Dios.
O quizás piensan ustedes en el gran programa sobre el reino de Dios, así como está presentado en las ocho bienaventuranzas (véase Mateo 5, 3-11). ¿Qué impresión nos produce? ¿No es un rechazo de la cómoda indolencia? ¿No exigen una profunda revolución de la personalidad y una revolución mundial? Así enfoca el cristianismo, de acuerdo a la esencia de su espíritu, la revolución. De suyo, nuestra educación católica debiera haberse decidido por esta revolución. en su sentido divino, hace largo tiempo.
¿Y qué sucede en la práctica? Infortunadamente, parece que el catolicismo, el cristianismo, se encontrara metido en un refugio de concreto armado, como si tuviese miedo de ponerse en contacto con el mundo, como si quisiera llevar en un segundo plano una existencia apacible de cómoda indolencia y tranquilidad, no mezclarse en las grandes luchas del mundo. Infortunadamente, hoy vemos una revolución mundial en un sentido demoníaco, sobre todo y en primer lugar, porque nosotros los cristianos, nosotros los católicos, no hemos puesto en escena la revolución con un sentido divino, no nos hemos decidido por ella.
¿Me engaño al decir que la revolución mundial en un sentido demoníaco nos rodea, que esta revolución arde en todas partes? ¿Debo señalarles lo que percibimos en los niños, en la gente adulta; lo que ustedes escuchan sobre la inobservancia de las leyes del matrimonio, la decadencia de la moral, el rebajamiento del sexo femenino? Todas estas cosas son solamente otras expresiones de esa única manifestación: la revolución mundial en un sentido demoníaco. ¿Y no ha encontrado acaso esta revolución mundial con demasiada frecuencia, un rebrote también en nuestro interior? ¡Revolución mundial en el sentido demoníaco!
1.4 LAS TRES ÉPOCAS DEL CRECIMIENTO Y LA FORMACIÓN DE UNA COMUNIDAD
Desde un punto de vista histórico-filosófico tendríamos que considerar como probable una revolución de esa índole al conocer las circunstancias actuales. El filósofo de la historia acostumbra a distinguir tres grandes épocas en el crecimiento y formación de una comunidad. La primera época es el tiempo durante el cual los vínculos existentes surgen de una aceptación interior de los mismos. La segunda época es el tiempo durante el cual las vinculaciones se convierten en rutina. La tercera época es el tiempo de la anarquía, el tiempo de la disolución.
El filósofo de la historia sabe que después del transcurso de estas tres épocas comienza de nuevo el ciclo. En este momento nos encontramos en la época de la completa disolución, de la anarquía en todos los campos.
Si aplicamos la medida que hemos oído y trazado recién en la historia del cristianismo, deberíamos señalar lo siguiente. El tiempo del orden que surge de una aceptación interior, de la vinculación a Dios, al orden querido por Dios llegaría aproximadamente hasta el apogeo de la Edad Media. Es un tiempo en que el orden existe en todas partes. Pero se consiente en él desde el interior, está animado desde adentro.
Entonces comenzó el tiempo del cristianismo rutinario. También allí hay un orden. Se consiente en este orden, pero no se consiente en él en forma viva, no se consiente en él aceptándolo interiormente. Se trata sencillamente de un quehacer rutinario, del cristianismo rutinario. De acuerdo con leyes psicológicas fundamentales, es claramente probable que este tiempo del cristianismo rutinario no pueda durar mucho. Y que después entre a regir la ley de la completa disolución, de la anarquía. En esta época nos hallamos ahora nosotros.
Luchan entre sí, ciertamente, dentro del cristianismo y desde hace tiempo, por una parte las vinculaciones rutinarias, y por otra la disolución y el ímpetu de la anarquía. Ciertamente, también vemos que aquí y allá en el cristianismo ya surge lentamente de nuevo la época del orden que se acepta interiormente. Y ustedes bien saben que, desde un principio, hemos escrito en las banderas de nuestro Movimiento ‘queremos vínculos, pero sólo en la medida en que sean necesarios’. Nuestra tarea, por otra parte, consiste en aprovechar la libertad y llenarla de espíritu.
Esta es la gran ley sobre la cual está construido desde un principio el Movimiento: “Tanta libertad como sea posible; vínculos obligatorios solamente en la medida en que sean necesarios, pero sobre todo, cultivo del espíritu, tanto cuanto sea provechoso y adecuado”.
Así pues, ustedes pueden presumir no sólo a partir de la realidad histórica, sino también por razones histórico-filosóficas, que en este momento nos encontramos en medio de una revolución mundial.Podría plantearse para nosotros —que estamos en medio de las corrientes de la época— lo siguiente: ¿Por qué Dios permite estas corrientes? ¿Porqué la revolución en un sentido demoníaco? La respuesta sólo puede ser una: para que finalmente despertemos; para que finalmente recordemos nuestros deberes y tareas; para que nosotros pongamos en escena la revolución mundial con un sentido divino.
Es así como nosotros esperamos con toda humildad, pero con gran confianza, que Dios, grande y bondadoso, por intercesión de la querida Madre tres veces Admirable, también nos haya encomendado a nosotros, a Schoenstatt, una gran misión en ese sentido. ¿Nos atreveremos a poner aquí, una junto a la otra, las dos palabras: Moscú y Schoenstatt? Si desde Moscú mana una revolución en el sentido demoníaco, una revolución en la educación, podremos esperar tal vez que también desde nuestro santuario mane una revolución en la educación, ciertamente con un sentido divino.
Quien tiene esa fe, debe adoptar de antemano una actitud de gran paciencia. Allí está la gran diferencia entre la revolución mundial en un sentido demoníaco y la revolución mundial con sentido divino. Allí donde trabaja el demonio, ha encontrado fácilmente cómplices en los instintos más bajos, en las inclinaciones y pasiones más bajas. Entonces todo se esparce fácil y rápidamente, hacia arriba, abajo, a lo ancho, y todo se convierte en humo y vapores espesos.
Pero allí donde actúa Dios, cuando se trata de un movimiento de reforma religiosa, se necesita una paciencia extraordinaria, porque esas ideas sólo maduran a lo largo de siglos y siglos. Por eso, todos nosotros, los que estamos todavía en la etapa inicial del Movimiento, necesitamos una fe muy grande en su misión. Por eso, nosotros, que debemos tener en él una tarea como dirigentes, necesitamos una paciencia muy grande. No debemos pretender conducir de la noche a la mañana el barco de la obra de Schoenstatt a mar abierto. Necesitamos tiempo, tal como todos los grandes pensamientos de Dios necesitan tiempo para madurar.
¡Y ay de la generación que quisiera difundir de la noche a la mañana hacia todos los ámbitos el movimiento de reforma que emana de Schoenstatt. Eso sería su muerte, la ruina de la fe en su misión. Por eso, nuestra actitud debe ser ahora y durante largos trechos del camino, una fe firme en la misión del Movimiento y una gran paciencia, una sosegada expectación, hasta que las últimas y grandes ideas hayan madurado, teórica y prácticamente.
1.5 LA EXIGENCIA DE LA ÉPOCA: UNA REVOLUCIÓN MUNDIAL CON SENTIDO DIVINO
Nosotros también en el Movimiento queremos contribuir a poner en escena la revolución mundial con un sentido divino, a través de nuestra educación. Y si hablo ahora de educación, hemos de pensar en la educación que se da a los demás y en la educación de nosotros mismos. Y ahora, para adelantarnos en seguida a las ideas sobre la educación de sí mismo, les expondré un par de ideas sobre la revolución mundial. Pienso en la revolución dentro del propio yo, en el sentido de la revolución mundial que fluye desde Rusia.
1.5.1 LA EDUCACIÓN DE SÍ MISMO: LA REVOLUCIÓN DENTRO DEL PROPIO YO
Educación de sí mismo y educación de los demás en el sentido de la revolución mundial. Sí, mi propia educación, la revolución dentro del propio yo ¿cómo puede ser fecundada por todas las grandes corrientes de la época que hoy día agitan confusamente al mundo?
Tal vez ustedes alguna vez han leído las notas de una mística francesa. Lucie Christine11. Ella contempló en sus visiones místicas cómo el Salvador le señalaba: “Dí a los sacerdotes que trabajan tan apartados de las grandes rutas de la vida, en un puesto aparentemente perdido: ‘Cuando todo lo que hacéis en la cura de almas parezca en vano, os queda todavía una