E-Pack Bianca agosto 2020. Varias AutorasЧитать онлайн книгу.
echar otro vistazo al lago. Ahora mismo, es una perspectiva bastante más agradable que tu compañía.
Capítulo 5
ZAK ESPERÓ a que los guardaespaldas recogieran los restos del picnic y, cuando terminaron, se levantó y se fue en busca de Violet.
Por desgracia para él, ella había hecho algo más que echar un vistazo al lago: se había quitado la ropa, que había dejado cuidadosamente doblada en la orilla y se había metido en el agua, donde estaba sumergida hasta el cuello. Pero, en lugar de maldecir su suerte por desearla, se desnudó y se zambulló sin dudarlo un momento.
Violet se alejó nadando hacia la cascada, y él la siguió con rapidez. Quizá no fuera lo más sensato, pero necesitaba saber cómo era posible que aquella mujer se le hubiera metido en la cabeza, cuando las demás habían fracasado. Necesitaba explorar su relación.
–¿Vas a rehuirme toda la noche?
Ella soltó una risa cristalina.
–No sería mala idea.
Zak rompió a reír, sorprendiendo a Violet.
–¿Tan temible soy?
–No te halagues tanto. Has sido desagradable, descortés y maleducado, pero estás muy lejos de ser temible. Por lo menos, conmigo.
Él arqueó una ceja.
–¿He sido todas esas cosas? Lo debes de pasar muy mal…
–Soy perfectamente capaz de sobrellevarlo.
–¿En serio? –dijo, mirándola con intensidad.
Violet dudó y se alejó hacia la catarata.
–¿Hacemos un trato? Aunque solo sea por esta noche, te doy mi palabra de que intentaré ser más servicial.
–¿Y qué implica eso?
Él se encogió de hombros.
–Lo verás tú misma. Pero, si quieres que sigamos hablando, será mejor que te acerques. El ruido de la catarata no me deja oír.
Violet nadó lentamente hacia él, y se detuvo a solo un metro de distancia.
Zak sintió la necesidad de alcanzarla y alcanzar ese cuerpo que aparecía cada noche en sus sueños. Tuvo que echar mano de toda su fuerza de voluntad para refrenarse, y disimuló tan bien que ella se acercó un poco más, ajena al peligro.
Entonces, ella se pasó la lengua por sus sensuales labios, y él apretó los puños y perdió su cara de póquer.
–¿Nadie te ha enseñado que no se debe jugar con fuego?
Violet arqueó una ceja.
–Solo estoy nadando. Eres tú quien pareces… incómodo.
La plateada luz de la luna impidió que Zak viera el súbito rubor de sus mejillas, pero no necesitaba verlo para saber que estaba ahí. Y esa reacción inocente le empujó a hacerle una pregunta de carácter muy personal.
–¿Tienes novio, Violet?
Zak sospechaba que no, porque habría complicado el plan de su madre de casarla con un hombre rico; pero eso no significaba que no pudiera disfrutar de la vida y, antes de que Violet pudiera responder, añadió:
–¿O algún amante convenientemente clandestino, que te caliente la cama hasta que te canses de él?
Ella lo miró con cansancio.
–¿Esa es tu forma de ser servicial? ¿Qué te molesta tanto de mí? ¿Por qué te sientes siempre en la necesidad de irritarme?
Por primera vez en su vida, Zak se sintió avergonzado.
–No entiendo que mi forma de ser te interese tanto –prosiguió Violet–. Cualquiera diría que te desconcierto.
–Tonterías –replicó él.
Ella ladeó la cabeza.
–Es eso, ¿no? Desde que empecé a trabajar para ti, no has hecho otra cosa que analizar mi comportamiento, en busca de pruebas que confirmen tus sospechas. Pero no las has encontrado, ¿verdad?
–¿Cómo no las voy a buscar? Tu madre me escribe constantemente, interesándose siempre por su preciosa hija.
Ella se puso tensa.
–¿Y qué le has dicho?
–Hasta ahora, nada. La condesa no está en mi lista de prioridades.
Violet se giró para que él no pudiera ver su cara de alivio.
–Eso no quiere decir que no vaya a contestarle lo que merece –continuó Zak–. Pero siento curiosidad sobre una cosa.
–¿Cuál? –dijo, mirándolo de nuevo.
–Su constante insinuación de que tu presencia aquí es una especie de obligación, un paso lamentablemente necesario para acercarte a lo que buscas.
Ella respiró hondo.
–Si crees que voy a hablar mal de mi madre para darte la razón, te recomiendo que esperes sentado.
–¿No querías demostrar que eres digna de confianza? Pues demuéstramelo.
–Tenía la sensación de que ya te lo había demostrado.
–No, solo has aliviado mis dudas sobre tu capacidad profesional. Pero esto es diferente, esto es personal. Demuéstrame que no se trata de ningún jueguecito.
Violet entrecerró los ojos.
–¿Qué quieres que haga exactamente? ¿Que demuestre que puedo divertirme contigo unos minutos y marcharme después sin haberte sacado un anillo de compromiso, como crees que pretendo?
Él sonrió.
–Bueno, puede durar bastante más que unos minutos. Solo tienes que probar que no eres un títere de tu madre. Bastaría con una o dos horas.
Ella soltó un grito ahogado y, esta vez, su rubor fue perfectamente visible.
–Reconócelo, Violet. Tienes tantas ganas de besarme como yo de besarte a ti –declaró Zak–. ¿Por qué te da vergüenza? ¿Porque te dije que tendrías que rogármelo? Si es por eso, retiro la condición.
Violet intentó fingirse ofendida, pero fracasó porque no se pudo resistir a la tentación de clavar la vista en sus labios.
–No te comprendo. Según los periódicos, te puedes acostar con todas las mujeres que quieras. Y, si eso es cierto, ¿por qué te empeñas en coquetear conmigo?
–Porque no me puedo resistir a los desafíos –replicó él, deseándola más que nunca–. Quiero saber hasta dónde llega tu pasión.
Los ojos de Violet brillaron y, durante un momento, Zak pensó que había ido demasiado lejos. Pero luego, ella nadó hacia él, se puso en pie y llevó una mano a su nuca mientras le ponía la otra en el hombro.
Él se quedó completamente inmóvil, por miedo a que cambiara de opinión. Y entonces, ella se apretó contra su pecho y lo besó.
Zak se refrenó durante cinco largos segundos, hasta que la tomó entre sus brazos y se permitió el placer de acariciarla. Su boca sabía mejor que la primera vez, y los sensuales movimientos de su lengua lo estaban volviendo loco.
¿Cómo era posible que lo excitara tanto? La deseaba de tal manera que estaba al borde de perder el control de sus emociones. Y los gemidos de Violet no ayudaron precisamente a devolverle el aplomo, sino a provocarle una erección tremenda.
Consciente del efecto que causaba en él, ella volvió a gemir y aumentó la intensidad del beso. Ya no sabían dónde empezaba el cuerpo de uno y terminaba el del otro. Se habían internado en terrenos peligrosos y, al darse cuenta de que sus pasos los llevaban a hacer el amor, Zak se preguntó si quería llevar las