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Fantasmas del pasado. Marion LennoxЧитать онлайн книгу.

Fantasmas del pasado - Marion Lennox


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      –¡Doctor Blaxton, Rose no es una cosa! –protestó Ellen–. Esta niña se llama Rose y es preciosa. Y tú no tienes derecho a culpar a Tina. Le dije que a mí no me importaba tenerla aquí. También le aconsejé que no la mencionara…

      –¿Por qué demonios… ?

      –Porque sabes que Wayne Macky nunca aceptaría que Tina la tuviera aquí. No sin el permiso de Struan, y Struan estará fuera tres meses.

      Los ojos de Jock se agrandaron.

      –Pero, Ellen, Tina es sólo una interina y no tiene derecho a aceptar un contrato de unos meses si eso implica que tenemos que cuidar de su hija.

      Jock estaba muy enfadado, pero Ellen era una irlandesa de fuerte temperamento.

      –¡Ya es suficiente! Tina no es sólo una empleada. Sabes perfectamente que es del pueblo. Todos la conocemos.

      –Yo no la conozco –dijo Jock–. Tina tiene veintiocho años, seis años menos que yo, lo que quiere decir que tendría cinco años cuando yo me marché. De manera que, a diferencia de ti, soy objetivo con ella.

      –Y no te cae bien…

      –Y no me cae bien –afirmó–. Ya le dije a Struan que me preocupaba que ella trabajara aquí. No es una persona seria y responsable. Incluso en un contrato de varios meses yo quiero una persona entregada y ya ha llegado varias veces tarde.

      –Jock, Tina tiene familia aquí y la necesitan. Por eso quería este puesto…

      –Ella dijo que eligió entre dos trabajos.

      –Es cierto –contestó Ellen desesperada–, pero también necesita tiempo para estar con la familia. Y para cuidar de su hija…

      –Y pensó que nosotros seríamos una posibilidad cómoda.

      –No –aseguró Ellen–. Tina conoce a Wayne Macky, el contable del hospital, y sabe que nunca lo aceptaría. Cuando comenzó no pensaba que fuera a necesitar que le cuidaran por la noche a la niña. Cuando se enteró, quiso dejar el trabajo, pero… –Ellen se sonrojó–. Yo sabía lo mucho que necesitaba este trabajo y también lo sabían las enfermeras. Conocemos de siempre a Tina. Y si tú se lo dices a alguien…

      –Te refieres a Wayne…

      –Sí –contestó, con las manos en las caderas–. Sabes que Wayne lo llevaría a la directiva y…

      –Echarían inmediatamente a la doctora Rafter y a su hija de aquí.

      –Así es. Y si no te importa…

      –¿Pero cuál es el problema entonces? ¿Qué cuidemos de Rose cada noche?

      –Así es.

      –Esa chica es un poco aprovechada.

      –¡Lo necesita! Sé que no te gusta Tina, pero no sé por qué. Ella es una chica estupenda, si fueras un poco más agradable…

      –Ellen, nosotros no tenemos un servicio de guardería aquí. Sabes que estamos siempre faltos de camas y si la niña se pusiera enferma…

      –Jock… –Ellen se mordió los labios, sabiendo que en ese punto no podía defenderse.

      Sabía que si la niña se contagiaba con algo sería un problema para ambas, para ella y para Tina. Aunque Tina no tenía otra posibilidad. Tina sabía que corría riesgos, pero sabía también que la desesperación la había llevado a dejar a la niña allí.

      –Escucha, Ellan, no aceptaré la responsabilidad de una niña durante los tres meses que dura el contrato de la doctora Rafter, y no es justo que espere que lo aceptemos. Le pagamos un sueldo justo y ella es adulta como para saber lo que conlleva tener un hijo. Así que ahora lo que tiene que hacer es contratar a una niñera.

      –Pero…

      –No, Ellen –insistió Jock, apretando al bebé en los brazos–. Sé que tienes un gran corazón. Puede que no seas capaz de decírselo, pero no aceptaré algo así. Iré ahora mismo a hablar con ella.

      –Jock, ¿por qué no te cae bien Tina?

      –Porque es una inconsciente y no se toma en serio su trabajo. Y descubrir la existencia de esta niña es lo que me habría esperado de alguien como ella. Tenía que habérmelo imaginado. Tuvo que haber alguna razón para que ella se marchara de la ciudad. Fue su única salida.

      Dicho lo cual se dio la vuelta y se dirigió al pasillo, sin despedirse de Ellen.

      Tina Rafter…

      Jock caminó por el pasillo con una expresión intensa en la mirada, pensando en aquella muchacha.

      Él se había opuesto desde el principio a que trabajara allí. Le parecía demasiado joven… Aunque su currículum dijera que tenía casi veintinueve años, era difícil de creer.

      ¿Por qué habría aceptado el trabajo? Jock imaginaba que habría alguna razón para que ella interrumpiera su carrera como anestesista y se pusiera a trabajar como interina. Es más, le molestaba no poder adivinar qué era.

      No podía preguntarle. Jock recordó el día en que Struan la presentó en la sala de empleados.

      Tina se había mostrado alegre y cariñosa con todo el mundo, y, a primera vista, Jock pareció también contento de conocerla. Desde luego que era bonita. Era delgada y a la vez con curvas, con una sonrisa que iluminaba todo su rostro y un pelo de color rojizo cuyos rizos le caían por los hombros. Tenía un caminar suave y ágil y enseguida causó buena impresión.

      Pero cuando Struan cruzó la sala para presentársela a Jock, el rostro de Tina se quedó helado. Sus preciosos ojos verdes de repente se ensombrecieron con un gesto de preocupación.

      La mirada aquella sorprendió a Jock. Él no estaba acostumbrado a que las mujeres reaccionaran de aquella manera. Durante aquellas dos semanas, se había intentado convencer de que eran imaginaciones suyas, pero no se equivocaba. A aquella mujer, por algún extraño motivo, él le disgustaba, y el disgusto bordeaba el desprecio.

      Jock había hablado de ello con Struan. Le comentó que tal vez la muchacha tuviera problemas que ellos desconocían, Pero no le hicieron caso. Struan, Wayne Macky y otro médico antiguo del hospital la conocían desde jovencita y confiaban en ella, a pesar de Jock.

      –Incluso podemos convencerla de que siga trabajando aquí con contrato fijo –había dicho Struan, antes de marcharse–. Sus antecedentes son limpios y podíamos contratarla como anestesista. Sólo tiene que hacer el examen y…

      –Esa es otra cosa que no entiendo –le había dicho Jock–. ¿Por qué demonios interrumpe sus estudios para trabajar como interina?

      –Problemas de familia –le había contestado Struan, sin más explicaciones–. Pero intenta convencerla para que se quede. Ya sabes que Gina y Lloyd tienen mucho trabajo y necesitaríamos otro anestesista.

      Jock sólo pudo asentir. Se le ocurrió pensar que el director podía no renovarle el contrato. Pero el desprecio en aquellos ojos le confundía, no entendía el motivo. Y, para empeorar las cosas, en ese momento descubría que tampoco les había confesado la existencia de la niña… No les decía que era una madre soltera.

      Aunque eso sí que podía entenderlo. Wayne, como presidente de la directiva del hospital no la perdonaría. A Jock no le importaba que tuviera una hija sin estar casada, decidió mientras iba por el pasillo. Pero si tenía pensado que se la cuidaran ellos…

      La boca de Jock se hizo una línea apretada. Abrió las puertas de cristal de la sala y fue a su encuentro. Escogió el peor momento. Tina estaba siendo besada apasionadamente. Jock se detuvo y miró asombrado… luego observó.

      ¿A quién diablos besaba? No podía verlo. Tina era delgada y baja. Su falda y su blusa estaban cubiertas por la bata blanca y se apretaba contra un cuerpo masculino. Lo único que Jock alcanzaba a ver eran las piernas delgadas y el cabello revuelto cayéndole por los hombros. El


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