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Una historia popular del fútbol. Mickaël CorreiaЧитать онлайн книгу.

Una historia popular del fútbol - Mickaël Correia


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durante el colonialismo… El fútbol no son solo goles, jugadas, tragedias, plasticidad, victorias o desencantos. Tampoco es solo lucro, beneficios y dinero. El fútbol es mucho más que todo eso. Es una metáfora social que nos ayuda a comprender el mundo que nos rodea, sus conflictos, la alta diplomacia, los flujos migratorios, los episodios de racismo o las luchas colectivas, sociales, feministas, sindicales o nacionales. Correia nos lo describe a través de un relato ágil y bien estructurado que nos permite recorrer la evolución de este deporte desde una óptica global. De Río de Janeiro a Soweto, pasando por Barcelona, Dakar, París o El Cairo. De las favelas a las townships, de las plazas Tahrir o Taksim a Marassi o al East End. De la vinculación a la autonomía obrera de los primeros ultras italianos al menosprecio que sufren los futbolistas negros en el Congo belga, del fútbol con pasamontañas en el México zapatista a las restricciones que viven los jugadores y clubs palestinos.

      Este es, por tanto, un libro imprescindible en los tiempos que corren. En medio de la oscuridad que empaña al fútbol de los negocios se hace más necesario que nunca conocer en esencia el trasfondo que ha determinado y caracterizado la evolución y popularización de este deporte desde su concepción moderna, en la Inglaterra del siglo xix, hasta la actualidad. No es únicamente un libro dirigido a los amantes del fútbol. No encontraréis en él estadísticas, marcadores, palmarés de clubs o de selecciones ni goleadores. En realidad, el fútbol es el subterfugio que emplea Correia para explicar un periodo histórico concreto, que abraza buena parte de la Edad Contemporánea desde un punto de vista social, popular y político. Una obra en la que fútbol y política no se mezclan, sino que son inherentemente inseparables sin más.

      Carles Viñas

      Introducción

      Campos de fútbol, campos de batalla

      «Creado por el pobre, robado por el rico.»

      Banderola desplegada por los seguidores del

      Club Africano de Túnez durante un partido

      contra el Paris Saint-Germain

      el 4 de enero del 2017

      La conversión de los clubes en sociedades financieras hace que se dispare el coste de los traslados y de los salarios de los jugadores, alcanzando sumas tan extravagantes que ya no se sabe a qué realidad económica corresponden. El naming, práctica que consiste en bautizar una competición o un estadio con el nombre de un patrocinador, se está generalizando. En Francia, por ejemplo, en el 2016 la segunda división del campeonato pasó a llamarse Domino’s Ligue 2, en honor al nombre de la cadena norteamericana de pizzas industriales, poco antes de que el primer nivel nacional de fútbol cambiara su denominación por la de Ligue 1 Conforama, marca de una cadena de mobiliario perteneciente a un grupo sudafricano. De igual modo, los estadios más prestigiosos de Europa se transforman poco a poco en estandartes publicitarios para las multinacionales, como ha ocurrido con el Allianz Arena del Bayern de Múnich o con el Emirates Stadium del Arsenal.

      En líneas generales, las consideraciones éticas distan mucho de ser una prioridad para la autoridad internacional del fútbol. Cuarenta años después de haber confiado la organización del Mundial de 1978 a una Argentina dirigida por la junta militar del general Jorge Rafael Videla, la adjudicación de las Copas del Mundo del 2018 y el 2022 a Rusia y a Qatar prueba una vez más que la fifa sabe ser indulgente con los regímenes autoritarios mientras pongan suficiente dinero encima (o por debajo) de la mesa…

      La otra cara del fútbol

      El poder de atracción del fútbol se debe a su simplicidad. Sus reglas básicas son particularmente sencillas y desde su primera codificación en 1863, las «17 reglas» que rigen este deporte solo han cambiado marginalmente. Además, su práctica necesita de muy pocos medios: una pelota, que puede ser rudimentaria, y un terreno de juego, que puede improvisarse fácilmente: un trozo de calle, un solar… Esta gramática elemental, que ofrece una sorprendente libertad, permite una multitud de formas de jugar y, en consecuencia, hace del fútbol un deporte del que todos y todas pueden apropiarse con facilidad. Chutar el balón proporciona así un placer elemental, cuyo mecanismo reside principalmente en el espíritu de equipo, en la circulación del balón entendida como una obra colectiva, en la implicación del cuerpo en la confrontación o incluso en la búsqueda estética de un «juego bonito». Como solía decir Sócrates, jugador brasileño célebre por su compromiso político: «Lo primero es la belleza, la victoria viene después. Lo importante es la alegría».


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