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Encuentros íntimos. Kathryn RossЧитать онлайн книгу.

Encuentros íntimos - Kathryn Ross


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formas.

      —Alice me ha dicho que tienes un ama de llaves.

      —Sí. Millie viene dos veces por semana, así que podrás tener esos días libres.

      —Muy bien.

      Un mechón había escapado de su trenza y ella lo apartó con la mano. Parecía muy joven, pensó Callum. Se preguntaba si el hombre con el que salía en Londres sería tan malo como Francis lo había pintado.

      —Si te necesitara unos días más, ¿podrías quedarte?

      Zoë dudó un momento.

      —Sí, pero solo un par de días. He aceptado este trabajo para hacerle un favor a mi jefe, pero tengo que estar de vuelta en Londres a primeros de abril.

      —¿Otro trabajo o alguna cita? —preguntó Callum, intentando aparentar despreocupación.

      —Las dos cosas —sonrió ella. Tenía una sonrisa preciosa; cálida y sincera. Una sonrisa que iluminaba sus ojos. Callum se encontró a sí mismo pensando que era una chica encantadora, pero interrumpió esos pensamientos inmediatamente. ¿Cómo podía sentirse atraído por una chica que no era más que una niña mimada? Aunque lo cierto era que no se parecía nada a la descripción de su padre.

      —Si quieres, podemos hablar ahora de tus obligaciones —dijo Callum, después de aclararse la garganta—. Lo más importante son los niños. Preparar el desayuno, llevarlos al colegio y todo eso. Yo estoy muy ocupado y tendrás que hacer los deberes con ellos por la tarde. Si quieres salir alguna noche, dímelo con un día de antelación y contrataré una niñera.

      —No creo que vaya a salir. No conozco a nadie aquí.

      —Bueno, pero no quiero que te sientas como una prisionera —sonrió Callum—. Mañana iré contigo al colegio para enseñarte donde está. Salimos de aquí a las ocho y cuarto —añadió, dejando al corderito en el suelo al lado de su hermano—. ¿Te apetece un té?

      —No, gracias, me voy a dormir. Estoy cansada —dijo Zoë, observando a Callum llenar dos bolsas de agua caliente—. Hace frío por las noches, ¿verdad?

      —Sí, pero las bolsas son para ellos —contestó él, señalando a los corderillos—. Si tienes frío, puedes ponerte una manta eléctrica. Está en el armario.

      —No creo que la necesite, pero gracias. ¿Te importa si uso el teléfono? Mi móvil no tiene cobertura.

      Callum dudó un momento. ¿Pensaría llamar a su novio? A su padre no le haría mucha gracia, pero él no podía negarse.

      —Puedes usarlo cuando quieras.

      Zoë salió al pasillo y él terminó de llenar las bolsas de agua.

      —Hola, soy yo. ¿Qué tal va todo? —la oyó decir con su voz dulce y modulada. Callum cerró la nevera de golpe y tosió para que supiera que la estaba oyendo. La primera noche y ya estaba llamando a su novio—. Solo son dos semanas… claro que puedes esperar. Yo también lo estoy deseando —decía Zoë, riendo. Callum abrió el cajón de los cubiertos de golpe—. Bueno, tengo que colgar. Te llamaré mañana. Por cierto, ¿sabes algo de mi padre? Vale, muy bien. Un beso muy fuerte —la oyó despedirse. Zoë asomó la cabeza por la puerta un segundo después—. Buenas noches, Callum.

      —Buenas noches.

      Cuando Zoë entró en su dormitorio, se dio cuenta de que había olvidado cerrar la ventana. Helada, se puso el camisón y se metió en la cama, temblando de frío.

      Cuando apagó la luz, la habitación quedó completamente a oscuras. El único sonido, el viento que golpeaba las ventanas.

      Cuando estaba quedándose dormida, un grito le heló la sangre. Zoë se sentó de golpe sobre la cama. ¿Qué había sido eso? El sonido había llegado de fuera, tenía que ser un animal…

      Unos segundos después volvió a escuchar el grito. Parecía un alma atormentada. En ese momento, la ventana se abrió de golpe y Zoë saltó de la cama, asustada.

      —¿Zoë, te encuentras bien? ¿Qué ha sido eso? —escuchó la voz de Callum al otro lado de la puerta.

      —Se ha abierto la ventana y no puedo cerrarla.

      —¿Puedo entrar?

      —Sí, claro —contestó ella—. No sé qué ha pasado. He oído un grito y un segundo después se ha abierto la ventana de golpe.

      Callum no podía apartar la mirada del camisón de seda, que resaltaba las curvas de su cuerpo. Zoë era una chica muy, muy atractiva.

      —El que grita es Percy.

      —¿Y quién es Percy? —preguntó ella.

      —Un pavo real.

      —¿Un pavo real?

      —Un pájaro muy grande con la cola de colores —bromeó Callum—. No te preocupes, no es peligroso. Y no suele entrar en las habitaciones.

      —Ja, ja —dijo Zoë—. Podrías haberme advertido de que tenías un zoo.

      —Estás en una granja —le recordó él.

      —Ya sé que soy una chica de ciudad, pero también sé que un pavo real no es un animal de granja.

      —¿Ah, no? —sonrió Callum, acercándose a la ventana—. A ver si puedo arreglar esto.

      Zoë no pudo evitar alegrarse cuando vio que él tampoco podía cerrarla.

      —Un hombre tan fuerte como tú… yo habría jurado que podrías arreglar la ventana en un segundo —murmuró, irónica.

      —La madera ha cedido. Necesito herramientas para arreglar esto.

      —Excusas, excusas.

      Callum sonrió.

      —Vale, no debería haberme reído de ti.

      —Ciertamente. Ha sido un error.

      —Lo siento —sonrió él de nuevo. Era aún más guapo cuando sonreía. De repente, Zoë se dio cuenta de que solo llevaba puesto el camisón. Debería haberse puesto la bata, pensó—. ¿Firmamos una tregua?

      Callum era un hombre muy atractivo y el brillo de sus ojos, medio burlón, medio serio, la ponía nerviosa.

      —De acuerdo.

      —Quizá deberías dormir en mi habitación —sugirió él entonces. Zoë levantó una ceja—. Me refiero a intercambiar habitaciones por esta noche.

      Ella se puso colorada.

      —Ya lo sabía —murmuró, intentando apartar de su mente las seductoras imágenes que evocaba aquella frase.

      —Pues vamos a organizarnos —dijo Callum, llevándola a su habitación—. Las sábanas están limpias. Millie las ha cambiado esta mañana.

      —¿Y tú? —preguntó Zoë, sintiéndose culpable. Probablemente, él estaba exhausto después de haber trabajado todo el día—. No puedes dormir en mi habitación, está helada.

      —¿Me invitas a dormir aquí? —bromeó Callum. Pero la broma hizo que el corazón de Zoë se acelerase.

      —No seas bobo.

      —Yo puedo dormir en cualquier parte —sonrió él—. Intentaré sujetar la ventana con algo y la arreglaré por la mañana. Buenas noches.

      —Buenas noches.

      Zoë se metió en la cama, nerviosa. Era muy cómoda, mucho mejor que la suya. Las paredes del dormitorio estaban pintadas de color marfil y había varios cuadros de alegres colores que una mujer había elegido, estaba segura. Cuando se volvió, vio una fotografía de los niños en la mesilla. No podía ser fácil para Callum criarlos solo, pensó mientras apagaba la luz.

      Cuando cerró los ojos, pensó en su padre. Él la había criado solo. Zoë tenía la edad de Kyle


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