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Casada con un extraño. Tracy SinclairЧитать онлайн книгу.

Casada con un extraño - Tracy Sinclair


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no estaba gritando. Supongo que no me he dado cuenta de que estaba hablando demasiado alto. Vuélvete a la cama y dentro de un momento volveré a arroparte de nuevo.

      —Primero quiero beber agua.

      —Ya te la llevaré yo. Ahora deja que me libre de… Quiero decir, deja que termine esta conversación.

      Cuando el niño se marchó, Philippe le dijo:

      —¿Era ese Robaire? ¿Qué hace el niño levantado a estas horas? ¡Allí deben ser las nueve!

      —Las nueve y cuarto —dijo ella sin molestarse en aclararle que había acostado al niño hacía una hora.

      —No tengo experiencia personal con niños, pero sé que los pequeños han de estar en la cama bastante antes de esta hora. Si es así como cuida de mi sobrino, estará bien que la releve de esa molestia.

      —¡Ni de broma, compañero! Robbie es mi sobrino también y, al contrario que usted, yo no lo considero una molestia. ¡Así que olvídese de tenerlo en Francia porque eso no va a suceder!

      Luego colgó sin esperar respuesta.

      Se obligó a sonreír cuando le llevó un vaso de agua a Robbie, pero cuando volvió al salón la furia se apoderó de ella.

      ¡Ese tipo tenía valor! ¿Cómo podía pensar que le iba a ceder a Robbie? Después de la forma en que había tratado a su propio hermano, no se fiaba nada de él. La familia Galantoire solo quería a Robbie porque tenía su apellido. Seguían pensando que Sandra era de clase más baja que ellos.

      Sandra y Raymond se habían conocido el verano en que ella se graduó. Fue en un bistro de París frecuentado por gente joven. A pesar de lo que creían los Galantoire, ella no sabía que Raymond fuera de familia adinerada.

      Ella no lo supo hasta que él le pidió que se casaran y la llevó a su casa para que conociera a su madre y a su hermano. Philippe había llevado los negocios familiares desde la muerte de su padre unos años antes.

      Nicole no era tan inocente como para pensar que Philippe dejara la cosa tal cual. Su orgullo de macho no le permitiría que una mujer lo hiciera retroceder. De todas formas, no había nada que él pudiera hacer. Ella tenía tanto derecho a la custodia de Robbie como él.

      Después de unas pocas llamadas amenazantes más, él se daría cuenta de ello, pensaría en alguna excusa para salvar la cara y volvería a su imperio y a perseguir chicas. Por lo que Raymond decía, tenía mucho éxito en eso.

      A la mañana siguiente, Philippe Galantoire era solo un mal recuerdo; la vida de Nicole era demasiado agitada como para permitirla pensar en tonterías.

      Apenas podía recordar esas tardes después del trabajo, cuando se solía dar un buen baño y luego se iba a cenar a un buen restaurante con alguno de sus numerosos admiradores. No le extrañaba que entonces tuviera más dinero, ya que no se gastaba casi nada en comida o diversiones, ya que la invitaban casi siempre.

      Se dijo a sí mismo que tenía que verlo por el lado bueno y que debía pensar que así ya no se tenía que gastar dinero en ropa. Eso lo pensaba al verse con la camiseta mojada y los vaqueros que había usado para bañar a Robbie. Bueno, al fin y al cabo, nadie la iba a ver así.

      Fue entonces cuando sonó el timbre de la puerta.

      Dejó al niño en el baño y fue a abrir la puerta.

      Allí se quedó helada por la sorpresa.

      Un hombre alto y de anchos hombros, vestido elegantemente y con el cabello oscuro levemente despeinado, la miraba desafiante. Tenía un rostro fuerte, mandíbula cuadrada y boca firme que parecía severa y sensual al mismo tiempo.

      Se miraron por un momento antes de que él le dijera:

      —Estoy buscando a la señorita Nicole Trent.

      Ella reconoció inmediatamente esa voz. Philippe Galantoire parecía tan amenazante como sonaba por teléfono. Eso no la sorprendió, pero sí que fuera tan atractivo. Aunque a ella eso no le importaba.

      —Yo soy Nicole Trent. ¿Cómo ha llegado tan rápidamente a California? —le preguntó al tiempo que se tiraba del borde de la camiseta, que le dejaba un poco de estómago al aire.

      Philippe apenas la oyó. Estaba mirando fijamente la forma en que la camiseta se pegaba a sus senos como una segunda piel. La tela húmeda no solo le marcaba los senos, sino también los pezones. ¡Cielo Santo! Esa chica tenía el cuerpo de una diosa del amor.

      —¿Qué está haciendo aquí? —le preguntó Nicole impacientemente—. Creía que se lo había dejado muy claro por teléfono. No se va a llevar a Robbie.

      —¿De verdad que se creía que lo iba a dejar así?

      —No, esperaba que me molestara un poco más, pero no pensé que fuera tan tonto como para venir al otro lado del mundo para nada.

      —No me conoce bien, señorita Trent, yo persigo lo que quiero. Y no cedo hasta que no lo consigo.

      —Mala suerte que su racha ganadora haya llegado al final —dijo ella con los ojos echando chispas.

      —No cuente con ello.

      Se estaban mirando fijamente cuando Robbie llamó desde el cuarto de baño.

      —¿Dónde estás, tía Nicky? ¿Te has marchado y me has abandonado?

      —¡No, querido, estoy aquí!

      Dejó a Philippe en la entrada y corrió a por su sobrino. Robbie se estaba acostumbrando bien a la situación, pero aún se ponía ansioso a veces cuando no sabía dónde estaba ella.

      Philippe la vio alejarse descalza. Era una chica muy atractiva. Con un cabello rubio claro que le enmarcaba la graciosa cara, parecía irresistible.

      Respiró profundamente. ¿Qué le estaba pasando? Nicole Trent era innegablemente sexy, pero no era nuevo para él tratar con mujeres hermosas y esa era su oponente. Era imprescindible que recordara eso. Si era tan inteligente como hermosa, él no se podía permitir bajar la guardia.

      Así que entró en la casa y siguió el sonido de la voz de Nicole.

      —Terminó la hora del baño —estaba diciendo ella—. Te van a salir aletas como una rana si no sales del agua.

      —Yo quiero ser una rana —dijo Robbie riendo cuando ella lo sacó de la bañera—. Así no tendría que darme más baños ni comer brécol o…

      Miró por encima del hombro y le preguntó a Nicole:

      —¿Quién es ese?

      Ella miró también y se tensó.

      —¿Quiere esperar en el salón? —le dijo a Philippe—. O mejor aún, llámeme más tarde. Como puede ver, este no es buen momento.

      Él no le hizo caso y siguió mirando emocionado a Robbie.

      —Te pareces a tu padre —dijo suavemente—. Él tenía el cabello castaño oscuro, como tú. Pero sus ojos eran castaños en vez de azules.

      —Yo, mi tía Nicky y mi madre todos tenemos ojos azules. Pero mi mamá se ha ido —dijo el niño mirándolo con curiosidad—. ¿Conocías a mi mamá?

      —No muy bien —respondió Philippe—. Pero conocí a tu papá. Era mi hermano. Yo soy tu tío Philippe.

      Robbie miró inseguro a Nicole.

      —¿Lo es de verdad?

      —Supongo —respondió ella enfadada.

      —Lo sabe —exclamó Philippe—. Primero trata de mantener al niño apartado de nosotros, ¡y ahora quiere negarle la existencia de la familia de Raymond!

      Robbie le rodeó el cuello con los brazos a Nicole y le dijo:

      —Este hombre no me gusta.

      Ella le dio la bienvenida al club mentalmente, pero le sonrió.


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