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E-Pack HQN Jill Shalvis 2. Jill ShalvisЧитать онлайн книгу.

E-Pack HQN Jill Shalvis 2 - Jill Shalvis


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compromiso, y no estaba segura de que Lucas lo tuviera. De hecho, estaba segura de que no era de los que querían mantener una relación estable. Por otro lado, se sentía como si él la estuviera persiguiendo, y no estaba segura de qué hacer al respecto.

      –Cuéntame lo de la otra noche –insistió él–. Sabes que quieres hacerlo.

      –En realidad, todo terminó tan rápidamente, que casi no me acuerdo.

      A él se le escapó una risotada, y ella se giró a mirarlo.

      –Ni una sola vez has podido mirarme a los ojos y decirme que estuve tan mal. Aquí tienes tu oportunidad, Molly. Hazlo.

      Y ahí estaba el quid de la cuestión: ella quería hacerlo. Desnudo… Vaya. No se esperaba nada de aquello, pero se merecía un poco de diversión, como cualquiera, ¿no? Le miró la boca y, sin darse cuenta, se puso de puntillas y lo besó. Solo fue un ligero roce de los labios, dulce y un poco vacilante, pero fue un beso.

      Él se quedó helado, y ella no supo si era de horror o de asombro. Tal vez, de las dos cosas. Para averiguarlo, retrocedió y lo miró.

      Lucas tenía los ojos cerrados, pero los abrió en aquel momento, y su mirada la atrapó y la dejó sin respiración.

      –Molly –susurró él, y apoyó su frente en la de ella. Deslizó las manos entre su pelo y le acarició el cuero cabelludo–. Hazlo otra vez –le ordenó.

      Ella exhaló un suspiro de alivio y se inclinó hacia él, pero Lucas la adelantó y le dio un beso que le paró el corazón. De repente, solo quería sentir el contacto de su piel.

      Pero él se retiró y la miró de un modo indescifrable.

      –¿Qué? –susurró ella.

      Él hizo un gesto negativo con la cabeza, suavemente.

      –No hemos hecho el amor.

      Ella pestañeó.

      –¿Cómo lo sabes?

      –Porque nunca habría olvidado esto.

      #CompartirEsQuerer

      Lucas nunca había estado tan seguro de nada en toda su vida mientras miraba a Molly, que estaba ligeramente aturdida, esperando su respuesta con el corazón golpeándole el pecho.

      Porque… Dios Santo. Aquel beso.

      Si hubiera sido cualquier otra persona, él ya los tendría a los dos desnudos y a medio camino hacia la satisfacción. Pero se trataba de Molly.

      En realidad, lo que le impedía acostarse con ella no era que fuera la hermana de su mejor amigo, ni que fuera compañera de trabajo, ni el hecho de saber que no quedaría zanjado con una sola vez y tendría que volver por más.

      Lo que sí le impedía acostarse con ella era el hecho de que Molly pensara que estaba de su lado. Que la estaba ayudando porque ella se lo había pedido, cuando lo cierto era que la estaba ayudando porque era su trabajo, y porque le daba miedo que ella se enfrentara a una situación peligrosa sin respaldo. Ni siquiera los chicos salían solos a una misión. Siempre trabajaban en equipo, porque era el único modo de hacer aquel trabajo.

      Sin embargo, a Molly no iba a importarle nada de eso. Solo le importaría que él estuviera haciendo de niñera, que era lo que iba a pensar, y que no le hubiera dicho nada desde el principio. Ella se enfadaría mucho, y él lo entendía, pero no podía decírselo, porque se retiraría del caso, y él pensaba que se merecía llegar hasta el final, al menos.

      Teniendo en cuenta lo complicado que era todo aquello, solo iba a conseguir complicarlo aún más con las emociones.

      Así que no iba a enturbiar las aguas. Tenía que contener su deseo por ella, y mantener la boca y las manos y otras partes del cuerpo alejadas de Molly.

      Aunque aquel iba a ser el trabajo más difícil que hubiera hecho nunca.

      –Me has mentido –le dijo.

      Ella empezó a apartarse, pero él la sujetó y la miró a los ojos.

      –¿Por qué? ¿Por qué dejaste que creyera que nos habíamos acostado?

      Ella cerró los ojos.

      –Explícamelo, Molly.

      –Hablar no es mi punto fuerte.

      –De todos modos, inténtalo.

      Ella lo miró pensativamente.

      –¿Qué recuerdas de la otra noche?

      Lucas se encogió de hombros.

      –Había intentado salir a correr ese día por primera vez desde el disparo, y llegué a casa con un dolor terrible en el costado. Me tomé dos pastillas de analgésico. Después, recibí un mensaje para que fuera al pub, porque había aparecido un cliente con el que habíamos quedado y a mí se me había olvidado. Él nos invitó a una ronda y brindó conmigo, y yo bebí –dijo, cabeceando–. Fue una estupidez por mi parte, pero así fue, y no recuerdo nada más hasta que me desperté contigo encima de mí.

      –Yo no estaba encima de ti… –dijo ella, pero se interrumpió al ver que él enarcaba una ceja–. Está bien. Sí, estaba pegada a ti porque eres como una estufa y tenía frío, nada más.

      –O…

      –¿O qué?

      –No lo sé, Molly, dímelo tú. Pero quiero que me digas la verdad. Sé que no tuvimos relaciones sexuales, porque ese beso… Sé que ha sido el primero entre nosotros. Me habría acordado de cualquier otro, y me habría acordado de lo que hubiera ocurrido después. Y tú, también.

      Ella se ruborizó y puso los ojos en blanco.

      –Sí, está bien. No lo hicimos. Yo nunca me habría aprovechado así de ti.

      Al oír aquella respuesta, él se quedó sorprendido.

      –Yo ya estaba en el pub cuando tú llegaste –continuó Molly–. Parecía que estabas perfectamente hasta que tomaste alcohol. Entonces, te pusiste pálido y empezaste a temblar y, cuando te pregunté si te encontrabas bien, me dijiste que necesitabas irte a la cama. El pub estaba abarrotado y todo el mundo estaba jugando al billar, o a los dardos, o bailando. Parecía que a nadie le importaba que llegaras sano y salvo a tu casa, así que te acompañé yo.

      –Y, entonces…

      –Te ayudé a subir las escaleras. Te caíste en la cama y me arrastraste contigo.

      Él se quedó helado.

      –¿Te obligué a tumbarte en la cama conmigo?

      –¡No! No, nada de eso. Estabas jugando, haciendo bromas y diciendo que yo quería taparte como si fueras un bebé. De repente, se te cerraron los ojos y te caíste redondo. Ocurrió tan rápidamente, que me asusté. Y me quedé donde estaba.

      –En mi cama.

      –Sí.

      –Porque estabas preocupada por mí.

      –Sí.

      –Entonces, yo… no intenté nada.

      Ella se mordió el labio.

      Oh, Dios. Lo había intentado. Tuvo una visión de Archer asesinándolo lentamente, pero, entonces, ella dijo:

      –No fuiste tú, fui yo.

      Él enarcó tanto las cejas, que se le escondieron en el pelo, y se le escapó una carcajada de alivio.

      –¿Tú intentaste algo?

      –No, yo no intenté nada. Pero quería hacerlo.

      Él sonrió, y ella le dio un empujoncito.

      –¿Quieres tomártelo en serio?

      Lucas


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