La divina comedia. Dante AlighieriЧитать онлайн книгу.
toda la vida de la época, con sus abstracciones, sus éxtasis, sus pasiones impetuosas, su refinamiento y su barbarie. A la vista de un ser viviente y al oír sus palabras, las almas renacen por un instante, sienten de nuevo la antigua vida, se tornan hombres; en lo eterno vuelve a aparecer el tiempo; en el seno de lo porvenir, vive y se mueve Italia, y más bien aún, la Europa de aquel siglo. Así la poesía abarca toda la vida, cielo y tierra, tiempo y eternidad, lo humano y lo divino; y el poema sobrenatural conviértese en humano y terreno, con la marca del hombre y del tiempo. Reaparece la naturaleza terrenal como oposición o parangón o remembranza. Reaparece el accidente y el tiempo, la historia y la sociedad en su vida exterior e interna; apunta la tradición virgiliana con Roma por capital del mundo y con la monarquía preestablecida; y dentro de este marco magnífico, pasa ante nuestros ojos la historia de la época: Bonifacio VIII, Roberto, Felipe el hermoso, Carlos de Valois, los Cerchi y los Donati, la nueva Florencia y la antigua, la historia de Italia, y la historia de Dante, sus iras, sus odios, sus venganzas, sus amores, sus predilecciones.
Así se integra la vida; el otro mundo sale de su abstracción doctrinal y mística; cielo y tierra se confunden; síntesis viviente de esta inmensa comprensión, Dante es espectador, actor y juez. La vida, contemplada desde el otro mundo adquiere nuevas actitudes, sensaciones e impresiones. El otro mundo visto desde la tierra, se reviste de sus pasiones e intereses. Y resulta de todo una concepción originalísima, una naturaleza nueva y un hombre nuevo. Son dos mundos omnipresentes, en reciprocidad de acción, que se suceden, se alternan, se cruzan, se compenetran, se explican y se iluminan mutuamente, en perpetua vuelta. Su unidad no reside en un protagonista, ni en una acción, ni en un fin abstracto y extraño a la materia; está en la misma materia; unidad interior e impersonal, viviente, indivisible; unidad orgánica cuyos instantes se suceden en el espíritu del poeta, no como agregación mecánica de partes separables, sino compenetrados e identificados como en la vida. Esta unidad enérgica y armoniosa se halla en la naturaleza misma de los dos mundos, materialmente diversos, pero que no constituyen sino una misma cosa en la unidad de la conciencia. Cielo y tierra son términos correlativos; no es posible el uno sin el otro. Lo puramente real y lo puramente ideal son dos abstracciones; cada cosa real lleva consigo su ideal; todo hombre porta su infierno y su paraíso; todo hombre encierra en su pecho a los dioses del Olimpo: el escéptico puede negar el infierno, pero no suprimir la conciencia. Puesto que estos dos mundos son la vida misma en sus dos aspectos, en el seno de esta unidad se desenvuelve el dualismo más vivaz, mejor dicho, antagonismo: el otro mundo hace de los cuerpos sombras; sombras son los afectos, las grandezas y las pompas; mas en esas sombras aún se estremece la carne, se agita el deseo, resuenan las imprecaciones terrenales que llegan hasta la tranquila bóveda del cielo. Los hombres con sus pasiones, vicios y virtudes quedan eternizados como estatuas, en la misma actitud y expresión de odio, de desdén y de amor en que han sido sorprendidos por el artista; pero mientras el otro mundo hace de la tierra algo eterno, transportándola a su centro y poniéndole delante la imagen de lo infinito, descubre lo vano y la nada; los hombres son los mismos en un escenario distinto, que es su ironía. Esta unidad y dualidad que salen del fondo mismo de la situación brilla a la luz del día en las más variadas formas; a veces en un apóstrofe, en un discurso, en un gesto, en una acción; ya en la naturaleza, ya en el hombre; en esta unidad queda comprendida la mayor variedad, y no es fácil encontrar una obra artística cuyos límites sean tan precisos y tan vastos. Nada hay en el argumento que constriña al poeta a preferir a tal personaje, a cierta época o acción; él escoge toda la historia, todos los aspectos bajo los cuales aparece la humanidad; y puede abandonarse libremente a sus iras y opiniones e intercalar en el plan general fines particulares sin que la unidad se dañe. Todo esto da a su universo una acabada realidad poética, y es patente en la permanente unidad, todo lo que surge del ser humano, del libre albedrío y de lo casual y el moverse con vario juego todos los contrastes y lo necesario unido con el libre albedrío y el destino con la casualidad.
En resumen, ¿qué clase de poesía es ésta? contiene materia épica y no es epopeya; hay una situación lírica y no es lírica; posee una trama dramática y no es drama. Trátase de una de aquellas construcciones gigantescas y primitivas, verdaderas enciclopedias, biblias nacionales; no de un género más bien que de otro, sino de un todo que contiene en embrión toda la materia y todas las formas poéticas, el germen de todo desarrollo ulterior. Por lo tanto ningún género de poesía sobresale y es explicado; el uno entra en el otro y se perfecciona en él de la misma manera que los dos mundos se identifican y no se puede decir: aquí está uno de ellos y allá el otro; así los diversos géneros están unidos de manera que nadie puede señalar los confines que los dividen y aún menos decir: esto es absolutamente épico y esto, dramático.
Es el contenido universal del cual todas las poesías no son más que fragmentos; el poema sacro; la eterna geometría y la eterna lógica de la creación encarnada en los tres mundos cristianos; la ciudad de Dios, en la que se refleja la ciudad del hombre con toda su realidad de determinado lugar y época; la esfera inmóvil del mundo teológico, en la cual alientan tempestuosamente todas las pasiones humanas.
La idea que anima esta vasta construcción y le infunde vida y la desarrolla, es el concepto de la salvación, el camino que lleva al alma del mal al bien, del error a la verdad, de la anarquía a la ley, de lo múltiple a lo uno. Es el concepto cristiano y moderno de la unidad de Dios sustituída a la pluralidad pagana. Si este concepto fuera solamente algo exterior, explicado en su abstracción doctrinal, como pensamiento, o presentado en forma alegórica, la imagen no bastaría para engendrar una obra de arte. Pero el concepto no es sólo externo sino interno; no es únicamente del significado y la ciencia de aquel mundo, obra de filósofo y de crítico, sino principio activo, como en el hombre y en la naturaleza, que construye y forma ese mundo y le da una historia y un desarrollo. Este principio activo puede llamarse en su abstracción lo verdadero o el bien, o la virtud, o la ley; como realidad viva y activa es el espíritu, que tiene por contrario a la materia o la carne, donde se halla como en prisión o como en un vasello de donde se esfuerza por salir. Así, pues, la vida es un antagonismo, una batalla entre el espíritu y la carne, entre Dios y el demonio. Su historia es la victoria progresiva del espíritu, su conciencia y albedrío, bajo las formas en que vive sutilizándose, descorporificándose, idealizándose hasta Dios, espíritu absoluto, la Verdad, la Bondad, la Unidad, el último Ideal. La concepción dantesca, el espíritu que anima su mundo es, pues, la progresiva disolución de las formas, un constante ascender desde la carne al espíritu, la emancipación de la materia y del sentido mediante la expiación y el dolor, el choque entre lo satánico y lo divino, el infierno y el paraíso. Homero transporta a los dioses a la tierra y los materializa; Dante transporta a los hombres al otro mundo y los espiritualiza. La materia no es más que apariencia; lo que sólo existe es el espíritu; los hombres son sombras; las acciones humanas se reproducen como fantasmas en el dominio de la memoria; la tierra misma es un recuerdo que fluctúa como una visión; lo real, lo presente es el espíritu infinito; todo lo demás es vanita che par persona. Todo se va acrisolando progresivamente; el velo se torna cada vez más transparente; el Infierno es la sede de la materia, el dominio de la carne y del pecado; lo terrenal no solamente es remembranza sino presente; el castigo no logra modificar los caracteres y las pasiones; el pecado y lo terreno se perpetúan en el otro mundo y se inmovilizan en esas almas incapaces de arrepentimiento; pecado eterno, pena eterna. En el Purgatorio cesan las tinieblas y brilla el sol, la luz de la inteligencia, el espíritu; lo mundano es un penoso recuerdo que el penitente procura olvidar; y el espíritu, separándose de lo corpóreo, tiende a la completa posesión de sí, a la salvación. En el Paraíso la persona humana desaparece y todas las formas se desvanecen y se elevan en la luz; a medida que se asciende, y mientras más se idealiza esta gloriosa transfiguración hasta llegar a la presencia de Dios, el espíritu absoluto, la forma se desvanece y no persiste más que el sentimiento:
....Tutta cessa
Mia visione, ed ancor mi distilla
Nel cuor lo dolce che nacque da essa. Cosi la neve al sol si disigilla;
Cosi al vento nelle foglie lievi Si perdea la sentenzia di Sibilla.
Este concepto comprende todo lo que se puede saber y toda la historia; no sólo construye y desarrolla el mundo dantesco sino que lo halláis siempre vivo en el camino intelectual e histórico de la vida, bajo