Desafío al pasado - La niñera y el magnate. Christina HollisЧитать онлайн книгу.
Era como estar atrapada entre el diablo y una tormenta en el mar.
Pero había que terminar con la vajilla y no podía marcharse sin acabar lo iniciado. Así que fue hacia el fregadero y agarró una taza. El silencio era tan intenso que se vio obligada a romperlo.
–Supongo que, en tu trabajo, estás acostumbrado a ofrecer a la gente como voluntaria –comentó con ironía. Jonas se rió.
–Yo lo llamo delegar. Pago a mis empleados un buen sueldo para que hagan lo que les pido –dijo él, apoyándose en la encimera para mirarla.
Consciente de su mirada, imposible de ignorar, Aimi se esforzó por concentrarse en lo que hacía.
–¿No se rebelan nunca?
–De vez en cuando escucho sus opiniones, pero al final decido yo. Tengo un grupo de empleados leales que llevan años conmigo.
–Ya. Has dicho que pagabas bien –lo pinchó ella, incapaz de resistirse.
–Eso es muy cínico. Yo prefiero pensar que disfrutan con su trabajo –Jonas esperó a que lavara la última taza. No quedaba nada por secar.
–Lógico –respondió ella con sarcasmo. Le dio la taza y sus manos se rozaron. Aimi apartó la mano de golpe y observó, horrorizada, como la taza de porcelana caía al suelo y se hacía añicos.
–¡Ay, Dios! –exclamó, apurada–. ¡Lo siento mucho! –sin pensarlo, se agachó para recoger los pedazos.
–¡No! ¡Cuidado! –ordenó Jonas, pero ya era tarde. Un trozo afilado había cortado su dedo y ella gritó de dolor. Jonas se inclinó para levantarla. La llevó al fregadero, abrió el grifo y sujetó su mano bajo el agua–. Has hecho una tontería.
–Ha sido sin pensar –se defendió Aimi, haciendo una mueca de dolor por el frío.
–Eso es obvio. Echaré un vistazo –cerró el grifo y secó el corte con una servilleta limpia, que sacó de un cajón–. Bueno, no es profundo. Apriétalo con la servilleta mientras voy a buscar antiséptico y tiritas.
Aimi, aturdida, obedeció. Había hecho una tontería, pero se debía a cuánto la afectaba que él la tocase. Jonas regresó y se aseguró de que la herida estaba seca antes de ponerle crema antiséptica y una tirita. Sus cabezas se juntaron y ella contempló las ondas negro azulado, deseando acariciarlas, sentirlas bajo sus dedos.
Volvió a la realidad cuando sintió el roce de los labios de Jonas sobre la herida tapada. Parpadeó, atónita. Un momento después se quedó sin aire cuando esos mismos labios besaron la palma de su mano.
–¿Qué haces? –gimió, con el pulso acelerado.
Jonas alzó la cabeza, con un brillo diabólico en los ojos. No soltó su mano, siguió acariciándola con el pulgar.
–Algo que llevo deseando hacer desde que te vi. Besarte –declaró, con voz sensual.
Aimi se debatió entre dos mundos. Su voz y su caricia habían conseguido que perdiera el control de sus sentidos. Lo miró, casi hechizada.
–¡Vas demasiado lejos! –protestó, sin fuerza.
–Al contrario –los labios de él se curvaron con una sonrisa perceptiva–, esto ni se acerca a lo que será, y tú lo sabes, cariño.
–¡No te atrevas a suponer que sabes lo que pienso! –clamó ella, aunque ese «cariño» había sido como una caricia para sus sentidos.
Jonas rió suavemente y acarició su labio inferior con un dedo.
–No supongo, lo sé. Ambos lo sabemos. Hemos sabido lo que pensábamos y sentíamos desde el momento en que nos vimos.
Aimi no necesitaba oír eso, porque era verdad. Sin embargo, sirvió para que alzara sus defensas de nuevo e hiciera acopio de fuerzas para no rendirse a él.
–No estoy de acuerdo. Y no he hecho nada para alimentar esa fantasía tuya –exclamó.
–Aimi, ¡sabes que no necesitas hacer nada! Tú y yo conectamos a otro nivel.
Ella se estremeció; Jonas hablaba de un nivel que ella había jurado no volvería a ver la luz en su vida. Angustiada, se apartó de él.
–Pues vamos a desconectar, ¡no escucharé más tonterías como ésa!
–Echar a correr no cambiará nada. Ambos sabemos que nos deseamos. Se nota en cada bocanada de aire, en cada latido.
Ella sabía bien a qué se refería. Y no querer que ocurriera era insuficiente. La atracción sensual era más fuerte que nunca y el deseo de explorarla la quemaba por dentro. No había creído que pudiera desear a un hombre tanto como para sentir la tentación de faltar a las promesas que se había hecho tras perder a Lori.
Pensar en ese traumático evento la llevó a alzar la barbilla con determinación.
–Puede que sí, pero no pienso iniciar una relación contigo, Jonas.
–Eso suena bien, pero ambos sabemos que no lo dices en serio –replicó él, dejándola sin aire.
–¡Claro que lo digo en serio! ¿Por qué iba a mentir? –lo retó. Él dejó escapar una risotada.
–Porque este deseo no desaparecerá fácilmente. Tiene que agotarse, y sólo hay una forma de conseguirlo. Por eso tú y yo tendremos una aventura muy pronto –declaró él.
Sus palabras incrementaban la sensación de que iba a ocurrir algo inevitable.
Aimi se dijo que no tenía por qué ser así. No estaba obligada a seguir el camino que se dibujaba ante sus ojos, por atractivo que pareciera. Por muy guapo y encantador que fuera Jonas, no lo quería en su vida. No perdería lo que había ganado por la evanescente satisfacción de una aventura sexual.
–Si yo fuera tú, no contendría la respiración –le dijo, brusca–. Nunca tendré una aventura contigo.
–Nunca digas nunca, es como agitar un trapo rojo ante un toro –advirtió el.
–Perderás el tiempo intentando que cambie de opinión –Aimi alzó la barbilla, desafiante.
–Ya veremos. Me gustan los retos –sonrió con ironía–. Puede que seas uno de los mejores a los que me he enfrentado.
–Mantente lejos de mí, Jonas –dijo ella, airada por su arrogancia. Giró sobre los talones y salió de la cocina. El hombre era insoportable.
Estaba tan enfadada que no podía reunirse con el resto de la familia. Tenía los nervios a flor de piel y necesitaba intimidad para recuperar el aliento y pensar. Acababan de volver a derrumbar sus defensas con muy poco esfuerzo. Necesitaba reconstruirlas cuanto antes.
Aimi fue a la biblioteca. No se molestó en encender la luz. Se acomodó en un sillón, junto a la chimenea. Cerró los ojos y rememoró el roce de los labios de Jonas en su mano. Eso la llevó a preguntarse qué caos provocaría en su ser si permitía un contacto más apasionado.
Una parte de ella sabía lo que sería sensato hacer, pero su sensualidad tomaba las riendas cuando él la tocaba. Consciente de su debilidad, la única solución era mantener las distancias. Si no dejaba que se acercase, todo iría bien. Cuando, pasados dos días, se alejara de su influencia magnética, la atracción se difuminaría y la Aimi del presente volvería a ser la que era.
Suspirando, rezó para que el tiempo pasara deprisa. Necesitaba recuperar la calma que tanto le había costado obtener. Sólo entonces se sentiría a salvo de nuevo.
Capítulo 4
Sorprendentemente, Aimi durmió mejor esa noche, tal vez por puro agotamiento. Cuando se había reunido con la familia en la terraza, Jonas no estaba allí. Aimi no había preguntado por él, había suspirado con alivio. El día amaneció tan caluroso como los precedentes.
Era domingo y