La primera sociedad. Scott HahnЧитать онлайн книгу.
con toda la humanidad. En el primer capítulo del Génesis, Dios ensambló todas las piezas del universo durante seis días, pero la creación no se completó hasta el día de su descanso. Obviamente, Dios no necesita descansar. Ese séptimo día —el sabbath— es una invitación que nos dirige Dios a descansar para participar así de su vida íntima.
El matrimonio de Adán y Eva quedó sellado el día que es signo de la alianza de Dios con la cima de su creación. Ese vínculo sacramental sienta las bases no solo para todas las futuras generaciones humanas, sino para todas las futuras alianzas: entre las personas, y entre Dios y su pueblo. Además de ser la primera sociedad humana, el matrimonio es, en cierto modo, el primer sacramento.
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El matrimonio es, por lo tanto, la primera sociedad y la sociedad básica. Del matrimonio brotan y adquieren su estructura todas las demás sociedades. Esta conexión intrínseca entre el matrimonio y la sociedad sugiere que la naturaleza trinitaria y sacramental del matrimonio tiene algo que enseñarnos acerca de las sociedades humanas en general.
El aspecto trinitario del matrimonio nos enseña que cuando más participamos de la semejanza de Dios es estando en comunidad con otros. Recordemos que la soledad fue lo primero de la creación que el Señor declaró «no bueno». Desde una perspectiva católica, la comunidad no es una limitación innecesaria de nuestra personalidad y de nuestra individualidad. Una sociedad recta, por el contrario, nos ayuda a hacer realidad nuestro verdadero yo: el de seres creados para buscar al Señor, encontrarle y vivir toda la eternidad unidos a Él.
La naturaleza sacramental del matrimonio indica, por otra parte, la orientación divina de la sociedad humana. El matrimonio es una relación de alianza que refleja la alianza de Dios con la humanidad (y, en particular, con la Iglesia). Del mismo modo, la sociedad debe reconocer y reflejar nuestros deberes de alianza con el Señor. Sería muy extraño que las comunidades basadas en la institución sacramental del matrimonio no fueran más que invenciones seculares sin ninguna orientación a Dios y al bien. Sería algo más que extraño: no tendría ningún sentido.
De esto trata el resto de este libro: de lo que implica la realidad del matrimonio para la sociedad y para el Estado. Pero antes vamos a analizar la historia cultural del matrimonio, en la que se puede distinguir claramente esa realidad, pero siempre aplicada de un modo imperfecto.
[1] Véase John GRABOWSKI. Sex and Virtue: An Introduction to Sexual Ethics (Washington, DC: Catholic University of America Press, 2002).
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