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La vida de los Maestros. Baird T. SpaldingЧитать онлайн книгу.

La vida de los Maestros - Baird T. Spalding


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hipnótico. Ninguno de vosotros tenéis el sentimiento de haber sido hipnotizados. Pero hay autohipnotismo en vuestra creencia de que cada uno no puede cumplir el perfecto trabajo de Dios, ni crear el ambiente, ni lo objetos deseados. La necesidad, ¿no es acaso el deseo de crear? En lugar de expandiros y crear conforme a la voluntad de Dios, os contraéis en vuestras conchas y decís: «No puedo». Por autosugestión termináis por creer que sois una entidad separada de Dios. Os desviáis de vuestra vía perfecta, os falta el fin de vuestra creación. No dejáis a Dios expresarse a través vuestro como él desea.

      »Jesús, el gran Maestro ¿no ha dicho?: “Las obras que yo hago, vosotros las haréis y más grandes”. El hombre en su verdadero dominio es el Hijo de Dios. ¿La verdadera misión de Jesús en la tierra no fue la de mostrar que en ese dominio el hombre puede crear tan perfecta y armoniosamente como Dios?

      »Cuando Jesús ordenó al ciego lavarse los ojos en el estanque de Siloé, ¿no era eso para abrir los ojos a la multitud y mostrar que él era el enviado del Padre para crear exactamente como él? Jesús quería que cada uno de nosotros hiciera lo mismo por el conocimiento del Cristo en sí mismo y en los otros.

      »Yo puede dar un paso más. La hogaza que he recibido y tenido en mis manos se consume como quemada por el fuego. ¿Qué ha pasado? He hecho un mal uso de la ley perfecta que ha materializado mi concepto. He quemado eso que he hecho nacer. Haciendo eso, he mal usado esta ley perfecta, así de precisa como aquella que rige la música. Si yo persistiera en hacer mal uso, no solamente esta ley quemaría mis creaciones, sino que me consumiría a mí mismo, el Creador.

      »¿El pan, ha sido realmente destruido? Admitamos que su forma ha cambiado simplemente, ya que en lugar de hogaza queda un poco de ceniza. La hogaza, ¿no ha vuelto al Universal de donde ha salido? ¿No está ahora, bajo la forma no manifestada en espera de una nueva manifestación? ¿No es el caso de todas las formas que desaparecen de nuestro campo visual por el fuego, la decrepitud o de cualquier otra manera? ¿No retornan ellas a Dios, la Sustancia Universal de donde ellas han salido? Esto lo ilustra la frase “Aquello que desciende de los cielos debe remontar a los cielos”.

      »Muy recientemente habéis visto formarse el hielo sin causa evidente. Pero cada vez hay una causa, la misma que creó el pan. Yo puedo servirme de esa ley, en tanto que empleo el pan o hielo, en beneficio de la humanidad o bien si trabajo con el amor de la ley, de acuerdo con ella o bien cuando manifiesto mi expresión según el deseo de Dios. Es bueno hacer pan, hielo o un objeto deseado. Cada uno debería dirigirse hacia el lugar donde puede hacer todas esas cosas. ¿No veis que es necesario servirse de la ley más alta, la ley absoluta de Dios? Vosotros producís aquello de lo cual tenéis necesidad, ¡eso que habéis concebido en pensamiento como el más alto ideal! Agradaréis más a Dios, manifestándoos más completamente a condición de saber como Jesús que sois hijos perfectos de Dios.

      »¿No veis la liberación de la esclavitud comercial y de todas las otras fuentes de servidumbre? He tenido la visión de la esclavitud comercial volviéndose de aquí a pocos años la peor de las servidumbres. Si progresa a su paso actual, dominará al hombre en cuerpo y alma. Es inevitable que se consuma a sí misma con todos los interesados. En sus principios, el espíritu comercial se encontraba sobre un plano espiritual bien elevado. Pero se permitió al materialismo infiltrarse hasta el punto en que el poder que sirvió para hacer crecer al comercio, es el mismo poder que lo destruirá. Por otra parte todo ese poder creador mal usado se vuelve un poder devastador.

      »Pero vistas desde otro ángulo, la presión comercial y su fronteras sofocantes ¿no nos hacen sentir que es necesario triunfar? ¿Para llegar, no es suficiente constatar que nuestro rol es hacer las obras perfectas del Padre, elevar nuestra conciencia a la de Cristo? ¿No es eso lo que Jesús nos enseñó sobre la tierra? ¿Su vida entera no da el ejemplo?

      »Queridos hermanos, ¿por qué no veis que al comienzo estuvo la Palabra, que la palabra era con Dios y que la Palabra era Dios? Desde esta época todos los seres formados más tarde existen bajo forma no manifestada en la Sustancia Universal. Algunos dicen que ellos estaban en el caos. En su sentido primitivo caos quiere decir realidad, ya que el Espíritu es la realidad. Pero se la interpreta al revés atribuyéndole el sentido de turbulencia, de guerras de los elementos, en lugar de su profundo sentido espiritual de realidad, una realidad que espera la pronunciación de la palabra precisa y creadora permitiendo a las criaturas brotar en forma manifiesta.

      »Cuando Dios quiso crear el mundo partiendo de la Sustancia Universal permaneció apacible y contemplativo. En otras palabras, tuvo la visión de un mundo ideal, y mantuvo la Sustancia esencial del mundo en su pensamiento durante el tiempo necesario para bajar las vibraciones, después pronunció la palabra y el mundo tomó forma. Dios había hecho un mundo mental en el cual la Sustancia ideal podía manar y el mundo fue creado según la forma, el molde Perfecto, el molde que Dios había meditado.

      »Pero Dios había podido guardar el pensamiento del mundo hasta el juicio último. Habría podido desear indefinidamente que el mundo tomara forma y se volviera visible. Si no hubiera lanzado la Palabra en el éter informe nada habría sido creado o expresado bajo la forma visible. Para llegar a resultados visibles y exteriorizar formas ordenadas, es necesario también para un creador infinito y omnipotente pronunciar la Palabra precisa, “Que la ley sea”. Es necesario entonces que nosotros franqueemos mentalmente ese paso.

      »Dios mantiene en su pensamiento el mundo ideal y perfecto en sus menores detalles. Es necesario que ese mundo se exteriorice bajo forma de cielo, morada perfecta donde todos sus hijos, criaturas y creaciones pueden habitar apacible y armoniosamente. Tal es el mundo perfecto que Dios ha visto al comienzo y del cual apresuró la venida por su pensamiento ahora y siempre. El que, su manifestación se haga efectiva no depende más que de nuestra aceptación. Reunámonos en el lugar único, sabiendo que estamos todos unidos, no formando más un solo hombre. Somos todos miembros del cuerpo de Dios, así como uno de nuestros miembros es una parte de nuestro cuerpo. Sabiendo eso moraremos en el Reino de Dios, miembros del cuerpo que es el cielo, aquí ahora sobre la tierra. Para que el cielo se manifieste, es necesario saber que no contiene nada material. Todo es espiritual. El cielo es un estado de conciencia perfecto, un mundo perfecto en la tierra, aquí y ahora. No es suficiente con aceptarlo. Él está ahí, alrededor de mí, esperando que yo abra mi ojo interior gracias al cual mi cuerpo se volverá luz. Esta luz no es la del sol ni la de la luna, sino aquella del Padre, y el Padre está ahí, en lo más profundo de mi ser. Nada es material, todo es espiritual. Para realizar ese mundo maravilloso dado por Dios que está ahí, aquí y ahora es necesario conocerlo en pensamiento.

      »Es así como Dios ha creado todo. Él comenzó por quedar apacible y contemplativo, después vio la luz y dijo: “Que la luz sea”, y la luz se hizo. Siempre de la misma manera dijo: “Que haya un firmamento”. Y fue como él había dicho, y así mantuvo Dios firmemente cada forma o ideal en su pensamiento, pronunció la Palabra y el ideal brotó.

      »Y fue lo mismo para el hombre, Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, y démosle el poder de dominar todo”. Dios, el Bien total, crea todas cosas buenas, y en último lugar al hombre, la más grande de todas, con poder sobre todas las criaturas. Entonces el hombre no veía más que el bien, y todo iba bien hasta que él se separó de Dios, y percibió una dualidad. Después el hombre creó la dualidad por su pensamiento, de un lado el bien, del otro el mal. Puesto que si hay dualidad es necesario que haya dos antónimos: el bien y el mal. El mal resulta entonces de la capacidad perfecta del hombre de crear eso que él ve en pensamiento. Si el hombre no hubiera visto el mal, el mal no habría tenido poder, no hubiera podido ser expresado. Solo expresaríamos el bien y seríamos tan perfectos como Dios nos ve hoy. El cielo habría estado siempre sobre la tierra como Dios lo ve, y como es necesario que nosotros lo veamos para manifestarlo. Jesús tenía perfecto derecho a decir que venía del cielo, ya que todos venimos del cielo, la gran Sustancia Universal del Pensamiento.

      »Desde que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, recibió el poder de crear exactamente como Dios, y Dios espera que el hombre use de ese poder tan libremente como él y exactamente de la misma manera. Es necesario en primer lugar percibir la necesidad, después de concebir el bien, el ideal destinado a llenar el molde sostenido en la conciencia, después llenarlo de la Sustancia


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