Martí de Viciana: Libro tercero de la Crónica de la ínclita y coronada ciudad de Valencia y de su reino. Rafael Martí de VicianaЧитать онлайн книгу.
provar su ventura y ganar fama. Y truxo consigo a don Francisco de Bertrán, hermano menor y moço de poca hedad, de juizio muy avisado y suelto de su persona. Y andando por sus jornadas llegaron los dos hermanos, Remón y Francisco, en el principado de Cataluña, casi por los años de mil trezientos y doze, donde el rey de Aragón les rescibió amorosamente, porque el don Remón era cavallero hermoso de rostro y de conversación apazible.19 Y junto con esto era varón esforçado y valeroso; y como fuera cevado en la hazaña de la puente y en otras muchas, teníase en lo que era, y el rey le consideró por tal y le honró mucho.
Andando los tiempos, según recitan los choronistas de Aragón,20 acaesció que en el año del nascimiento de Christo Jesu, de mil trezientos y veinteidós, el don Remón Bertrán de Perillós tuvo ciertas diferencias y bandos con don Guillem de Canet, varón muy principal y de valor, heredado en el condado de Rossellón. Y por este bando y parcelidades crescidas, se alteró toda aquella tierra de Rosellón, en tanta manera que fue necessario que los sereníssimos reyes, don Jaime de Aragón,21 que tenía por muy servidor al don Remón Beltrán de Perillós y le desseaba grandemente favorescer por ser tan prudente, valeroso y diestro, y don Sancho de Mallorca,22 que era señor de los condados de Rosellón y Cerdaña, e veía que su tierra se le perdía por los escándalos, muertes y desatientos que se recrescieron, porque la parte de don Remón Beltrán de Perillós fue muy reforçada dentro pocos días de cavalleros de la casa del conde de Tolosa, que le acudieron en poner la mano e pacificarles. Y para esto, los dos reyes procuraron los medios que más ||2 convenientes hallaron a la honor de ambos cavalleros e les hizieron amigos. Y hecha la paz de aquellos, los cavalleros, deudos y amigos del don Remón Bertrán de Perillós que de Francia a su valença vinieron, de aquél se despidieron para bolverse a sus tierras. Entonces, el don Remón de Perillós se hizo vassallo y cavallero del rey de Aragón y se ofresció servirle en la guerra que se amanava contra la isla de Cerdeña. E assí, año de mil trezientos veinteitrés, passó con el rey con poderoso exército contra Cerdeña, donde el don Remón mostró sus hechos de cavallería.Y el rey de cada ida conoscía más la valor de su persona.
Suscedió que el rey don Pedro de Aragón movió guerra contra el rey don Jaime de Mallorca y le quitó el reino de Mallorca y los condados de Rosellón y Cerdaña. Y en estas jornadas le sirvieron muy bien el don Remón de Perillós y su hermano, don Francisco de Perillós.23 En este tiempo era capitán y consejero del rey un cavallero nombrado don Bernaldo de Cabrera, al qual el rey mucho respectava y en todo seguía su parescer, según lo recita Thomich, historiador de Cataluña.24 Estos dos hermanos de Perillós eran muy amigos del don Bernaldo de Cabrera e, por ende, teniendo necessidad el rey don Pedro de Aragón de embiar embaxada al rey de Inglaterra para tratar entre los reyes confederación y amistad, fue embaxador della el don Remón de Perillós casi por los años de mil trezientos y cincuenta, de la qual legación bien negociada el rey fue muy servido, y se lo gratificó muy bien.25 E como el don Remón ya por su hedad y cansado de trabajos de las armas y guerras, propuso reposar su persona, el rey le tenía por su consejero, porque siempre fue persona de prudencia y esperiencia. Y assí acabó sus días en servicio del rey. //
El rey don Pedro de Aragón, según escribe Thomic, embió por embaxador su camarero don Francisco de Perillós a Tolosa para firmar con el duque de Anjou cierta capitulación de amistad, confederación y liga. E que bolviendo el don Francisco de Perillós de Tolosa, halló al rey, su señor, en el camino a la fuente de la Losa de Almenara, e le hizo relación al rey de lo que en su legación hiziera. De que tomó tanto contentamiento el rey, que le hizo merced de Roda en Cataluña, con título de vesconde de Roda.26 Aquí solía estar la sede episcopal hasta el año de mil ochenta y uno, y de Roda fue passada a la ciudad de Lérida, en la qual hasta hoy es cabeça del obispado.27 Otrosí, el rey le hizo merced de Épila, en Aragón, con sus aldeas.
Fue este cavallero don Francisco de Perillós muy general persona, assí en cosas de paz como de guerra y, por ende el rey don Pedro tantas vezes y en tan arduos negocios se amparó dél, y fueron estos que, año de mil trezientos y cincuenta quatro, el rey le hizo su mayordomo y del su consejo, y luego después le embió a Francia para tratar con el christianíssimo rey de Francia cierta confederación y liga e matrimonio, entre don Luis, duque de Anjou, hijo segundo del rey de Francia, con doña Juana, hija segunda del rey de Aragón. E después, por henero del año de mil trezientos cincuenta y cinco, bolvió otra vez en Francia el don Francisco de Perillós, para tratar matrimonios del excellente infante don Juan, duque de Girona, con alguna de las hijas del rey de Francia; e de doña Euphemia, hermana de la reina de Aragón, con el conde de Alansón; e de las infantas doña Blanca e doña Yolante con algunos grandes de la casa de Francia; e de la infanta doña Isabel, hija del rey de Mallorca, con el hijo del conde de Armañach. E por el buen negociar del embaxador, resultó paz y amistad entre los dos reyes.28 ||2v
E después, por fallescimiento del rey don Juan de Francia,29 suscediéndole el rey don Carlos,30 embió el rey don Pedro de Aragón a don Francisco de Perillós, su camarero, para confirmar la paz y amistad que tenía con la casa de Francia. E, año de mil trezientos cincuenta y quatro, el juez de Arborea, persona de grande estado e importancia en la isla de Cerdeña, juntamente con los de aquel reino, se rebeló contra el rey don Pedro de Aragón. E, por ende el rey huvo de passar en Cerdeña con exército y flota de galeras y navíos, y llevó consigo al don Francisco de Perillós. Ya que fueron en tierra, con la industria y amonestaciones del don Francisco, se assentaron los negocios de la isla y del juez de Arborea, de tal manera que todos se rendieron al rey y prestaron la obediencia que devían al rey. De lo qual el rey no poco se tuvo por servido de su camarero y mayordomo don Francisco de Perillós.31
Tomado el orden y assiento de aquel reino, dexándolo en paz y sosiego y a buen recaudo, el rey don Pedro se bolvió a Barcelona, donde halló un embaxador del rey de Francia que venía para tratar con el rey de Aragón que mandasse dar licencia para armar diez galeras en Barcelona, y que fuesse el general dellas don Francisco de Perillós.32 E para todo esto el embaxador trahía comissión, dineros e instrucciones conformes al negocio. Y el rey don Pedro fue contento de complazer al rey de Francia, como se lo pedía. E assí el embaxador trató del negocio con el don Francisco de Perillós. E por su crehencia le dixo que el rey de Francia, su señor, estava muy confiado de la prudencia y destreza del don Francisco que le devía por ser francés y de la casa del conde de Tolosa que, por ende le nombrava capitán general de la armada de la mar. E que su officio havía de ser navegar para Inglaterra y contra todas las tierras y vasallos del rey inglés, haziéndoles // todo el daño possible, por inquietarles y turbarles en la guerra que hazían por la parte de Gales. E assí el don Francisco tomó cargo de la armada, y aquella, bien adereçada y provehída, partió de Barcelona y con próspero viento navegaron; passando el estrecho aportaron a Santlúcar de Barrameda. Y en el puerto del río de Guadalquevir, tomó dos navíos de plazentines cargados de azeite como a ropa y bienes de genovesses, con quien los catalanes tenían guerra. El rey don Pedro de Castilla33 a la sazón se halló presente en Santlúcar y embió un cavallero nombrado Gutier Gómez y Juan Alonso de Mayorga, secretario, para que de su parte hablasen al capitán de las galeras, diziéndole que no devía tomar aquellos navíos de plazentines, porque era ropa de mercaderes que tratavan en sus tierras, siquiera por honor y reverencia del rey de Castilla que estava presente. Y el capitán de la armada les respondió que el rey de Castilla le perdonase que, pues no era ropa suya ni de sus vassallos, ni tampoco les podía asegurar de tormenta de la mar, ni de enemigos que no se diesse acato dello, quanto más que él les prendía como a ropa de enemigos y de buena guerra. Otra vez embió el rey de Castilla a dezírselo mostrando el sentimiento que dello tenía, amenazándole que si no restituhía la presa, que mandaría prender las personas y bienes de todos los mercaderes catalanes que hallaría en Sevilla. Pero por todo ello, el don Francisco de Perillós no quiso restituir la presa, sino que la vendió por setecientas doblas. E dende allí se passó en Inglaterra, donde hizo tan grande estrago por aquella tierra, que tenía atemorisados no sólo los marineros, empero a todos los pueblos marítimos. E quando el rey de Francia se lo mandó, se bolvió para Barcelona.
Mientra don Francisco de Perillós hizo su viaje, fueron presos en Sevilla todos los ||3 catalanes