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Martí de Viciana: Libro tercero de la Crónica de la ínclita y coronada ciudad de Valencia y de su reino. Rafael Martí de VicianaЧитать онлайн книгу.

Martí de Viciana: Libro tercero de la Crónica de la ínclita y coronada ciudad de Valencia y de su reino - Rafael Martí de Viciana


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que nos desplaze dello. Empero no podemos escusar de ir con el dicho rey don Pedro, nuestro pariente, por su reino. Y si algunos le quisieren embargar los caminos, le ayudaremos con la gracia de Dios.

      Escrita en Navarrete, villa de Castilla, el primero día de abril año de 1367.

      Rescibida la carta antedicha por el rey don Enrique por un faraute del príncipe de Gales, luego le mandó dar un rico vestido y después se entró en una cámara con don Bertrán de Claquí, condestable de Francia. Y leída la carta por ellos, vinieron a considerar lo que dezía el príncipe de Gales, que desseava la pasificación de los dos hermanos, empero que, por estar las cosas tan adelante, los que seguían la boz del rey don Enrique serían maltratados del rey don Pedro que, por ende se le embiasse la carta que se sigue: ||4v

      Don Enrique, por la gracia de Dios rey de Castilla.

      Al muy alto y poderoso príncipe don Aduarte, hijo primogénito del rey de Inglaterra, e príncipe de Gales, e duque de Cornualla e conde de Lestre.

      Rescebimos por un vuestro faraute una vuestra carta, en la qual se contenían muchas razones que fueron dichas por parte de esse nuestro adversario que ahí es. E no nos paresce que havedes seydo bien informado de cómo el nuestro adversario, en los tiempos passados que tuvo estos reinos, los rigió en tal manera que todos los que lo saben se maravillan, porque tanto él aya sido sofrido en el señorío que tuvo. Porque todos los de Castilla y de León con muy grandes trabajos, daños, e peligros, e muertes e manzillas, sostuvieron las obras que él hizo fasta aquí, e no lo pudieron más encubrir ni sofrir, las quales obras serían largas de contar. E Dios, por su merced, huvo piedad de todos los destos reinos porque no fuesse este mal de cada día más, no lo deshaziendo hombre de su señorío ninguna cosa, salvo obediencia.

      Y estando todos con él para le ayudar e servir e para defender en la ciudad de Burgos, Dios dio sentencia contra él que él de su propia voluntad la desamparasse y se fuesse. E todos los de los reinos de Castilla y de León huvieron dende muy gran plazer, teniendo que Dios les havía embiado su misericordia para los librar del su señorío, tan cruel, y tan duro y peligroso como lo havían tenido y tenían. E todos los de los dichos reinos, de su voluntad propia, vinieron a nos tomar por su rey y señor, assí perlados como cavalleros e hijosdalgos, como ciudades e villas. Por tanto, entendemos por estas cosas sobredichas que esto fue obra de Dios, porque de todos los de los dichos reinos nos fue dado. E, por ende vós no havedes razón ninguna de nos estorbar, porque si batalla huviere de ser, sabe Dios que a mí desplaze. Empero || no podemos escusar de poner nuestro cuerpo en deffención destos reinos, a quien tanto tenidos somos, contra cualquier que contra ellos quisiere ser. E, por ende vos rogamos he requerimos, con Dios y con el apóstol Sanctiago, que no queráis entrar assí poderosamente en estos reinos haziendo en ellos daño alguno. E vós, haziéndolo assí, podemos escusar la batalla.Y en otro caso no podemos escusar de los deffender con ayuda de Dios.

      Escrita en el nuestro real, a cerca de Nájera, a dos días de abril año de mil trezientos sesenta siete.45

      De manera que la batalla no se pudo escusar. Y para ella, en cada uno de los dos exércitos, se pusieron en orden todas las cosas de la guerra. Y venido el sábado de la semana de Lázaro, que se contava a seis de abril año 1367, se dio la batalla cabe Nájera, en la qual vencieron los de la parte del rey don Pedro. E fueron muertos de la parte del rey don Enrique Garcilaso de la Vega, Sancho Sanches de Rojas, Juan de Mendoça y otros cavalleros hasta quatrocientos hombres de armas. E fueron presos el conde don Sancho, hermano del rey don Enrique; don Bertrán de Claquí, condestable de Francia, y el mariscal de Francia; e don Phelippe de Castro; e Pero Ferrandes de Velasco; e Juan Remírez de Arellano; y el conde de Denia y marqués de Villena; e Martín Roiz de Biedma; don Pero Boil; Garci Juffre Tenorio; Gómez Carrillo de Quintana, camarero mayor del rey don Enrique.

      Don Bertrán de Claquí fue preso en esta batalla, de que el príncipe de Gales se holgó mucho. Empero más quisiera que fuera muerto, porque el don

      Bertrán era cavallero muy guerrero, valiente y cuerdo y siempre le havía sido capital enemigo en las guerras de Francia contra Inglaterra. Y assí le mandó llevar preso ha Bordeus y tenerle a buen recaudo. ||5 Don Bertrán de Claquí, detenido en prisión en Bordeus después de estar en trabajos por algunos días, quando supo que el príncipe de Gales fue llegado a Bordeus, tomó consolación porque tenía esperança de su salida por vía de talla he rescate. E assí embió un cavallero al príncipe de Gales, rogándole que le hiziesse merced de admetirle ha talla, porque mejor le sería haver alguna moneda por su rescate que no tenerle allí preso. El príncipe pensó en ello y acordó que por ser el don Bertrán de Claquí cavallero valeroso, y que en la guerra le era adversario muy enojoso que, por ende sería mejor que durante la guerra de Francia contra Inglaterra que estuviesse preso, que más valía perder lo que su redempción poría montar que no delibrarlo.

      Esta respuesta dio el cavallero al don Bertrán, al qual cavallero el don Bertrán luego satisfizo con estas palabras, diziendo assí:

      — Cavallero, dezid a mi señor, el príncipe de Gales, que Dios me haze en esto grande merced, entre muchas honras que en este mundo huve de cavallería, que mi lança sea tan temida que cause que yo sea detenido en prisión durante las guerras entre Francia he Inglaterra, y no por otra causa, e que pues assí es, yo tengo por más honrada mi prisión que mi delibrança, e que yo lo rescibo en grande merced, porque el prez de la cavallería en esto consiste y no en la vida, que passa de corrida.

      Quando el príncipe supo la respuesta del don Bertrán, mandó al cavallero que dixesse al don Bertrán que le plazía de admetirle ha redempción por la talla que hará, he no le demandará más aunque fuesse una sola paja del suelo, que por aquella le libertará. Y esto hizo el príncipe, porque quanto menor sería el precio, tanto menos honra llevaría. El don Bertrán, que sabio varón era, entendió al príncipe y dixo al cavallero:

      — Yo tengo en mucha merced al príncipe, mi señor, esto que me embía ha dezir, y pues assí es que lo dexa a // mi voluntad, yo tasso por mi rescate cien mil francos de oro, y estos le daré dentro breve término, y por seguridad le daré buenos recaudos.

      Quando el príncipe lo supo, se maravilló dello y acceptó la talla. Entonces, el don Bertrán embió cartas a sus deudos y amigos. Y aquéllos, de presto, le acudieron con embiarle sus criados con poderes para se obligar y empeñar los sellos de las armas propias de cada uno dellos, y depositarlos en poder del príncipe de Gales por la cantidad del dinero que don Bertrán concertaría. Este empeñar de sellos fue havida por la mayor obligación que cavallero o varón de linage puede dar, porque dizen ellos que empeñar el sello es empeñar su nombre y armas, en que consiste la principal honor del cavallero. Y, por ende el príncipe se contentó de la obligación y empeñamiento de los sellos, por tenerla por más segura de todas las obligaciones que cavalleros pueden hazer. Y assí el don Bertrán assentó con el príncipe cada sello de aquellos por quanta cantía se le empeñava e dentro qué término se havía de pagar. Y concluido el negocio, don Bertrán fue delibrado.

      Partióse don Bertrán de Bordeus, y caminando por sus jornadas llegó a París, donde fue ha visitar a su señor, el christianíssimo don Carlos, rey de Francia,46 al qual, el rey de Francia, con mucho amor y plazer rescibió, preguntándole de su prisión y del rescate y de todo lo que passó con el príncipe de Gales. Entonces, el rey de Francia le dixo:

      — Don Bertrán de Claquí, pues havéis sido tan cuerdo y honrado en el tratar de vuestro rescate, yo mando que por mi thesorero se libren al príncipe de Gales los cient mil francos de oro y que se dessempeñen los sellos y se tornen a vuestros parientes y amigos. E más, mando que se os den treinta mil francos de oro para apercebiros a la guerra.

      Y assí el príncipe fue pagado y los cavalleros ganaron honra por la obligación; ||5v don Bertrán de Claquí ganó por su honor renombre de gloriosa fama y el rey de Francia ganó por su magnanimidad obligación de servicio. Y el don Bertrán, en las guerras que suscedieron, no perdió pues honra, y con despojos de los ingleses y castellanos recobró duble el rescate.

      El rey don Enrique, después de la rota de la batalla, se passó en Francia, y rehizo


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