Fisuras en el firmamento. Álvaro Álvarez RodrigoЧитать онлайн книгу.
ambientes cosmopolitas y urbanos, lujos y fiestas… un mundo social y cultural que, desde la perspectiva del régimen, se asociaba con el republicano.29
Fotogramas de la película Deliciosamente tontos.
Mari tiene muchos de los rasgos de Rivelles: un carácter indómito e independiente; desenvuelta y coqueta; fuma, aunque no en público, ya que el cigarrillo era así interpretado como un rasgo de vampiresa y un modo de llamar la atención y de ofrecimiento de facilidades a la conquista masculina;30 usa pantalones y viste a la última moda, y a lo largo de la historia se cambia frecuentemente de vestuario, en concordancia con el ambiente de opulencia en el que se desarrolla la trama. Esta gira en torno a la concertación de un matrimonio de conveniencia entre los protagonistas con el objeto de poder cobrar una herencia. Ella, que reside en La Habana, viaja en barco hacia Madrid para encontrarse con quien se ha casado por poderes, pero que aún no conoce. Pero él, ocultando su verdadera identidad, realiza el trayecto en el mismo transatlántico, donde transcurre el nudo de la película, para averiguar cuánto de sinceridad puede llegar a albergar ese amor.
A partir de aquí, surgen una serie de situaciones disparatadas y frívolas, que ofrecen una visión banalizada del sacramento. En cualquier caso, el final feliz es propiciado por la entrega incondicional de Mari al matrimonio, que abandona todo signo de materialismo y se consagra al amor romántico. Sin embargo, como en el título anterior, hasta llegar al desenlace moralizante, Amparo Rivelles ha encarnado a una joven que, si bien nunca transgrede plenamente los cánones sociales, como cuando se niega a ser besada puesto que es una mujer legalmente casada, presenta para la espectadora un modo de vida inalcanzable pero mucho más atractivo que el sostenido por las convenciones sociales.
La imagen de la protagonista de Deliciosamente tontos no es muy diferente de la que proyectaba Rivelles de sí misma en los medios. Así, por ejemplo, si en la película su perrito es la excusa que propicia el encuentro entre los protagonistas, también hallamos en las revistas reportajes gráficos en los que ella presenta a su mascota, muy similar a la cinematográfica, ya sea sola o acompañada por su novio. Porque si bien su figura se mantenía a menudo ligada a su galán, comenzaba a transmitir al mismo tiempo una sensación de autosuficiencia.
Su forma de vestir irradiaba rebeldía y cuando en una crónica se narra que ha asistido a un evento taurino en el que toreaba Alfredo Mayo, se hace notar que en el tendido «vemos algunas bellas espectadoras con la mantilla y con un bocadillo de tortilla para mediada la mañana. También vemos a Amparito Rivelles, a la que reconocemos en seguida por sus enormes gafas para no ser reconocida».31 Es probablemente el último acto social de la pareja, porque de súbito desaparecieron las informaciones sobre los novios modelo de España. La novia había deshecho la boda cuando estaba ya a punto de subir al altar, pero nada publicó la prensa cinematográfica al respecto. El silencio es la única respuesta ante un elemento inesperado que trastocaba el discurso. En este sentido, si el rumor es uno de elementos que ayudan a configurar la imagen de las estrellas, incluso cuando estos fueran infundados,32 puede deducirse que su alcance sería mucho mayor en un sistema de férrea censura informativa, en el que la población estaba acostumbrada a rellenar y corregir por sí misma los vacíos y las manipulaciones de los medios.
La ruptura de noviazgos no era algo excepcional, pero cabe suponer la conmoción causada porque la novia más envidiada rechazara al novio por el que tantas jovencitas suspiraban. Pudiera pensarse que, al actuar así, Amparo Rivelles estaba rompiendo con el compromiso tácito que toda estrella contrae a los ojos de las lectoras de los fan magazines de comportarse del modo esperado, y que con su actitud eludía pagar el precio que conlleva la fama y que la obligaba a mantener una vida fuera de la pantalla consistente con su imagen y respetuosa con los valores que encarnaba.33 Sin embargo, tal vez fuera eso precisamente lo que ocurrió, dado que la actriz estaba dejando de ser la cándida novia enamorada para adquirir una personalidad propia. En este sentido, la imagen de modernidad que transmitía Amparo Rivelles resultaba más turbadora, en tanto que podía ser leída como una reivindicación de su soltería. Tras romper su compromiso con Alfredo Mayo, su nuevo estado no es en absoluto el de una joven temerosa de haber perdido una oportunidad, sino ilusionada por las que el futuro habría de brindarle.
Rivelles tomaba distancia así de los finales felices y redentores de sus películas, que restablecían el equilibrio patriarcal. De hecho, en su vida no aparecía un varón al que someterse a juicio. Esa figura la ocupaba su madre, la gran dama del teatro María Fernanda Ladrón de Guevara, ya que su padre era una figura completamente ausente en el relato de su biografía tras la separación de los progenitores antes de la guerra. Un vacío que el público sí podría identificar y preguntarse por él, puesto que la pareja había sido objeto de gran atención mediática en la década anterior, y especialmente Ladrón de Guevara, quien era una de las actrices de mayor celebridad.34
Es a ella a quien se atribuye la ruptura sentimental entre Rivelles y Mayo. No existió ninguna explicación al respecto, y podemos aventurar que ya en aquellos momentos circularían rumores similares a los que nos han llegado hasta el presente a través de personas próximas a los afectados. Así, en alguno de los reportajes publicados con motivo del fallecimiento de Amparo Rivelles en 2013 se puede leer lo siguiente:
Aquel noviazgo de la niña de 17 años y el apuesto actor fue la comidilla de principios de los 40. Alfredo era casi 15 años mayor que la Rivelles, y la madre de ésta, la gran actriz María Fernanda Ladrón de Guevara, no se mostraba partidaria de que su hija se casara tan joven. Y no paró de insistir hasta convencerla de que anulara la boda. Mayo, que no conocía un no por respuesta en sus amoríos, no le perdonó jamás a su jovencísima novia tan dura afrenta.
Amparo justificó aquella marcha atrás con un «he hecho caso a mi madre y no voy a casarme tan joven. Además, Alfredo es tan guapo que habría sentido celos a su lado toda la vida. Ha sido mi primer y único novio, le quiero mucho, pero la boda se ha anulado cinco días antes de su celebración. Y no me arrepiento de ello».35
La imagen de Rivelles va adquiriendo rasgos cada vez más definidos, en los que se perfila una personalidad independiente, por más que la madre mantuviera un gran ascendiente sobre su hija, como ella misma reconocía. Ambas expresan a menudo en las entrevistas que se sienten muy unidas, tanto en lo personal como en lo profesional. La hija tiene a su madre como principal referente, e incluso se incorporará a la compañía de teatro de Ladrón de Guevara durante diversas temporadas, alternando rodajes y funciones.
Pero al mismo tiempo se daban las circunstancias para que Amparo Rivelles gozara de una amplia autonomía. Para comenzar, ya desde niña estaba acostumbrada a pasar largos períodos de tiempo alejada de su madre cuando esta salía de gira teatral. En estos momentos, la situación no ha cambiado, hasta el punto de que da la sensación de que vive sola. Eso sí, en hoteles, como había hecho a lo largo de toda su existencia. Todavía contaba en 1943 que aún residía en uno situado en la Gran Vía madrileña y recordaba que había sido «la niña de los hoteles», que pasó su infancia viajando sin cesar.36 Una circunstancia que ayudaba a revestirla de un mayor atractivo a ojos de sus seguidoras, y que dificultaba igualmente su asociación con los estereotipos de domesticidad.
El cine volvería a reforzar su imagen de mujer con carácter en dos de las grandes producciones españolas de 1944. Primero en Eloísa está debajo de un almendro (Rafael Gil, 1943) y después en El clavo (Rafael Gil, 1944), ambas con el mismo director y con el mismo coprotagonista, Rafael