Fisuras en el firmamento. Álvaro Álvarez RodrigoЧитать онлайн книгу.
Con Eloísa está debajo de un almendro, Cifesa apostaba por una comedia de tintes fantásticos y de humor absurdo. Una película coral que adaptaba una obra de Enrique Jardiel Poncela estrenada en 1940, y en la que Rivelles interpreta a un personaje de aire distinguido y de buena posición social. Su condición de estrella emergente se vio reforzada por la repercusión que tuvo El clavo. Ya meses antes de su estreno, con motivo de la promoción del filme, el retrato de Rivelles, ataviada con el vestuario de época propio de la película, ocupó la portada de Primer plano del 9 de enero. Era la tercera ocasión en que la publicación le dedicaba este espacio privilegiado, pero en este número mucho más que en los dos anteriores, la fotografía, además de resaltar su belleza, transmitía una determinación que no era propia de una joven que aún no había cumplido los veinte años. La película supuso un cambio de registro importante en la carrera de la actriz, cuyo éxito le encaminaría a abandonar la comedia y centrarse en dramas de época. Asimismo, la gran fotogenia de Rivelles, que en El clavo encontró como aliado un tratamiento sofisticado a cargo del operador Alfredo Fraile,37 se convirtió en una de sus características definitorias y más alabadas como estrella.
Ella era la protagonista de uno de los principales exponentes de esas producciones de calidad que sustentaban su prestigio en fuentes literarias del siglo XIX que no estuvieran contaminadas por el liberalismo de la época. El éxito de El escándalo (Rafael Gil, 1943) probablemente animara a su director a adaptar una nueva obra de Pedro Antonio de Alarcón que, aunque contenía algunos elementos que podrían resultar problemáticos (emancipación femenina, homosexualidad, relaciones extramatrimoniales…), fueron debidamente transformados en el guion en un discurso propagandístico nacionalista y moralizante.38 De todos modos, este tipo de filmes de ambiente decimonónico fueron comunes en las filmografías occidentales de los años cuarenta, los llamados costume dramas, que ofrecían a las espectadoras el placer de observar cómo mujeres descarriadas o caprichosas demostraban sus habilidades para la apariencia y para librarse de las ataduras que las constreñían.39
Portada de Primer plano, 9 de enero de 1944.
Su personaje está rodeado desde las primeras secuencias de un halo de misterio que conserva hasta prácticamente el final. El primer plano de su rostro, cuando ella se alza el velo para revelar su verdadera identidad a su amado Javier Zarco (Rafael Durán), el magistrado que, sin saberlo, la ha perseguido y ahora la juzga, posee una gran fuerza expresiva. Blanca/Gabriela (Amparo Rivelles) confiesa en el juicio que ha asesinado al hombre que la obligaba a aceptarlo en matrimonio, so pena de que su padre acabara en prisión por unos delitos de fraude en los que él mismo lo había involucrado. Un clavo introducido en su cerebro mientras dormía fue la solución que había hallado para acabar de manera discreta con el chantaje. Sin embargo, la fatalidad y la casualidad que pesan sobre toda la historia habían desbaratado los planes de restaurar un merecido final feliz, y el espectador se tiene que conformar con la conmutación de la pena de muerte por la reclusión de por vida de la protagonista. El sombrío entorno de la película puede ser también una metáfora de las «tinieblas de la posguerra». En él, el personaje de Blanca aparece y desaparece. El deseo sexual latente entre los amantes nunca es satisfecho, y el goce físico es sustituido al final por su comunión mística.40 El clavo sería el último título de Amparo Rivelles en su primera etapa vinculada a la productora Cifesa. La compañía entró en una fase de crisis que llevó a una desbandada por parte de sus estrellas.41
Fotogramas de la película El clavo.
EL TRIUNFO DE LA MUJER ESPAÑOLA
Su verdadera confirmación como gran actriz dramática llegaría con Eugenia de Montijo (José López Rubio, 1944). La película era una respuesta a la producción norteamericana Suez (Allan Dwan, 1938), estrenada en España en 1943 sin problemas con la censura, pero que fue considerada ofensiva en determinados círculos por el tratamiento inadecuado hacia la esposa española del emperador Napoleón III.42
Su estreno estuvo precedido por una potente campaña de promoción, en la que, casi hasta el mismo instante de su llegada a la cartelera, su protagonista estuvo prácticamente ausente. Se alababa la lograda recreación histórica a través de los decorados y el vestuario, el rigor en la escritura del guion, una dirección cinematográfica cuidada, un elenco de actores de prestigio… y sobre todo se destacaba la relevancia histórica del personaje principal, calificada como una «española universal». Se dejaba entrever una cierta desconfianza hacia el hecho de que Amparo Rivelles, tal vez por su juventud o su imagen frívola, pudiera encarnar los altos valores nacionales que el filme había de representar. Unas reticencias que cesaron en el momento del estreno, cuando se impuso su imagen, elegante, poderosa y fascinante, y fue definitivamente tratada como una gran estrella.
Sobre la pantalla, Eugenia de Montijo es una bella joven aristócrata de carácter decidido, quien, tras un primer desengaño amoroso, consagra su existencia a la consecución de una boda con quien había de convertirse en emperador de Francia, para acabar con una república «que ya dura demasiado». El presentismo del filme resulta evidente, y ese ideal que se menciona con gravedad repetidamente en la película, aunque expresado de manera ambigua, se aproxima más a la concepción falangista del destino universal de la nación española que al momento histórico de la restauración imperial en el país vecino. Según esta, el Imperio no era una figura retórica, sino la culminación de su idea de la nación como unidad proyectada hacia el exterior. España estaba llamada a volver a retomar su misión imperial, plasmada, como en el resto de los fascismos, en la revolución permanente. No en vano, nos encontramos todavía en un momento previo a la derrota definitiva del Eje en la Segunda Guerra Mundial, cuando el régimen acelerará su proceso, nunca completado, de desfascistización.43
Fotogramas de la película Eugenia de Montijo.
Cuando finalmente Eugenia es coronada emperatriz, se representa el triunfo de la mujer española sobre otras pretendientes, gracias no solo a su belleza, que no deja de ser un espejo del alma, sino a su entrega a la causa política y a sus virtudes morales y religiosas. Luis Napoleón (Mariano Asquerino) es un hombre maduro y mujeriego, que pretende convertirla en una más de sus conquistas. Pero ella afirma que no la harán una Pompadour, y cuando él trata de seducirla, le advierte: «Para llegar hasta mí, hay que pasar primero por la iglesia». Las francesas la tachan de demasiado devota y piadosa, pero su defensa de la religión es más una proclama política contra el laicismo que un verdadero sentimiento religioso.
Hasta qué punto representa a la mujer española o es el símbolo de la propia nación no resulta fácil de dilucidar.44 En cualquier caso, como encarnación de la patria exhibe un perfil poco común. En un momento de debate sobre la españolada,45 Amparo Rivelles comparte escasos rasgos con las artistas folclóricas del momento. Y si consideramos algunos de los principales antecedentes que han simbolizado la nación, no se aprecian tampoco muchas afinidades con Imperio Argentina, que aún mantiene en los primeros cuarenta el aura de gran estrella; e incluso con la figura de Raquel Meller en los veinte, quien a pesar de su carácter moderno y cosmopolita ofrecía